Munal+Thyssen. La ruta infinita reúne a los grandes artistas de la tradición europea y del arte novohispano, dice Héctor Palhares, jefe de curaduría del Museo Nacional de Arte (Munal).
La muestra se inaugura mañana en el marco de la Conferencia Mundial Unesco-Mondiacult 2022. Las 16 piezas que la conforman estarán en las salas virreinales hasta el 4 de diciembre; ocho piezas pertenecen a la colección española del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza; y ocho a los acervos del Munal. “Independientemente de que es una exposición acotada, son grandes nombres, piezas y diálogos por igual con artistas de la talla de Juan de Flandes, un artista tardío medieval del siglo XV, Doménikos Theotokópoulos El Greco, Francisco de Zurbarán, Bartolomé Esteban Murillo, Juan van der Hamen y León y Francisco de Goya”.
El diálogo empieza con obras cuya temporalidad no permite lo explícito: piezas de la pintura gótica y del Medioevo que no se pueden empalmar con los acervos del Munal, puesto que sus obras más antiguas datan de la segunda mitad del siglo XVI. “Dejamos en un diálogo entre sí mismos a Juan de Flandes con La lamentación sobre Cristo muerto y al círculo de Jaume Huguet, artista catalán. Sin embargo, hay un guiño en el Divino rostro, de Alonso López de Herrera, quien anuncia ya las correspondencias entre Cristo abrazando la cruz, del Greco, y Cristo en la cruz, de Sebastián López de Arteaga”.
Pero no es sólo la coincidencia de temas, dice, sino los flujos de colores y tradiciones: “Así como nuestra grana cochinilla llegó a los artistas del barroco, de ellos adoptamos el legado del claroscuro que se ve en López de Arteaga junto al Greco”.
Sobre Francisco de Goya, el curador afirma que fue un “monstruo de la tradición española, quien de ser pintor de cámara y retratar escenas costumbristas llegó a los cuadros negros, al dramatismo y al dolor de una España invadida, de una guerra civil, de una invasión francesa, de una sordera y una angustia interna muy fuerte que se ve en el cuadro Tío Paquete, representación de un ciego que toca la guitarra y canta alrededor del convento de San Felipe el Real. Él lo pintó para tenerlo en su propia colección, fue un cuadro que colgó en su casa hasta que su nieto lo heredó y luego pasó por diferentes manos”.
También está en paridad el diálogo entre Goya y Julio Ruelas, “nuestro gran artista decadentista y simbolista; a veces criticado, en aquella época, conservadora y porfiriana, por sus desnudos, sus mujeres fatales y sus imágenes simbólicas y dramáticas. Un ejemplo de esto es La crítica, grabado que hizo como reacción a sus detractores en el que un insecto, un personaje monstruoso, le taladra la cabeza”, concluye.
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