Cuarenta años después de la, una de las compañías independientes más importantes de México, la fundadora y líder del proyecto, Cecilia Appleton, se enfrenta a preguntas sobre el camino que debe tomarse en los próximos años: ¿Cómo seguir?, ¿cómo generar financiamientos?, ¿ella debe continuar siendo la principal creadora de las coreografías o puede hacerlas su hijo, Yseye, quien desde 2000 baila en la compañía?, ¿cómo presentarse y acercarse más a los públicos?, ¿cómo programar en festivales y montar el próximo año, en escenarios nuevos, El infinito de la quimera, pieza que va a estrenar internacionalmente en el Teatro de las Artes, del Centro Nacional de las Artes (), el 30 de junio, y el 1 y 2 de julio, y el 10 de agosto en la gala especial que tendrán en el para celebrar estas cuatro décadas de vida?

Desde 1983, año en que la compañía surge, hasta el presente, Appleton ha sido testigo de tres etapas diferentes en las políticas culturales de México: la búsqueda de espacios, el picar piedra, en un momento donde no existía el sistema de becas del hoy exFonca; después siguió el surgimiento de dicho sistema, el cual permitió la consolidación de Contradanza y que, en palabras de Appleton, les dio el apoyo de México en Escena, durante una emisión; cuatro estímulos del Fomento a Proyectos Coinversiones Culturales (FPCC); alguna convocatoria pequeña que el Cenart hoy ya no lanza —todos estos estímulos entre 1996 y 2008— y a ella le han dado cuatro veces, quizá cinco, recuerda, el Sistema Nacional de Creadores del Arte. La tercera etapa, en el presente, es el desmantelamiento de dicha estructura.

Ensayo de la compañía Contradanza por sus 40 años con Cecilia Appleton. Fotos: Berenice Fregoso/ El Universal.
Ensayo de la compañía Contradanza por sus 40 años con Cecilia Appleton. Fotos: Berenice Fregoso/ El Universal.

Para una de las principales investigadoras de la danza en el país, (Premio Nacional de Danza José Limón 2013), Contradanza surgió en la década de 1980, la década perdida, por la enorme crisis económica que atravesó México. “Pero en la danza fue la década ganada”, con el surgimiento de grupos independientes en todo el país; grupos que no estaban de acuerdo con los procedimientos de formación, los contenidos, los lenguajes de la danza y la manera de organizarse. Era una respuesta, detalla Appleton, a proyectos a los que no se podía ingresar por no coincidir con una hegemonía (la estatura, por ejemplo) y un camino para bailarines jóvenes que necesitaban abrirse puertas.

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Su tránsito, además, fue revelador. En los 80, Cecilia Appleton puso sobre la mesa temas como el sojuzgamiento de las mujeres, la mirada femenina y reflexionó sobre las nuevas relaciones de las masculinidades. En un momento en que el público aún no se abría a estos temas y estaba lejos de imaginares la importancia que tendrían en la agenda internacional.

“Siempre está el sello de que el hombre no se vea sólo como un hombre viril, potente, que encuentre también su parte íntima y frágil. Hablamos mucho sobre ese ser frágil que somos, pero con una fuerza anímica, la exploración en la escena, para no quedarse en una sola manera de explorar el movimiento”, detalla la coreógrafa.

Ensayo de la compañía Contradanza por sus 40 años con Cecilia Appleton. Fotos: Berenice Fregoso/ El Universal.
Ensayo de la compañía Contradanza por sus 40 años con Cecilia Appleton. Fotos: Berenice Fregoso/ El Universal.

Es verdad que no eran la única agrupación que se enfrentó a estos temas, pero era algo difícil: en el aire había temor de expresarse: “Estaba la mirada de ciertos espectadores espantados”. La sociedad vivía una represión expresiva; ahora los bailarines tienen más libertades y posibilidades, explica, sin temor a ser criticados. Antes, por ejemplo, un hombre que bailaba podía ser insultado, mientras que no se comprendía la libertad que les daba a las mujeres hacer ciertos gestos coreográficos, como desnudarse en el escenario.

Cuarenta años después, otra vez, México es diferente y es el mismo. Los públicos ya no censuran los lenguajes de la danza contemporánea, pero existen otras trabas: “Hay mucha efervescencia, hay mucha vitalidad, hay más coreógrafos y grupos hoy. Es un punto de mucha creatividad, pero hay un alejamiento social. Hay distancia con públicos que no están acostumbrados a la abstracción de la danza contemporánea".

Para Yseye, quien empezó en el circo y desde hace 23 años es uno de los miembros más sólidos de Contradanza, y posiblemente dirigirá el proyecto en algún momento futuro, la danza sigue luchando con la poca comunicación real que existe con la gente de a pie: “Se empezó a volver un consumo sólo entre nosotros. Entre quienes consumen cierto código”.

Cecilia Appleton junto a bailarines de Contradanza, compañía que nació 1983 como un grupo que se oponía a procedimientos, contenidos y lenguajes tradicionales. Foto: Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL
Cecilia Appleton junto a bailarines de Contradanza, compañía que nació 1983 como un grupo que se oponía a procedimientos, contenidos y lenguajes tradicionales. Foto: Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL

Es un México diferente al que hubo hace cuatro décadas, pero la falta de derechos laborales para los bailarines, la imposibilidad de crear públicos y la existencia de un circuito que sostenga el quehacer dancístico, más allá de lo que pretendió el exFonca, siguen siendo una constante a lo largo del tiempo.

Yseye explica que Cecilia siempre ha buscado dignificar el trabajo de los bailarines y que les ha pagado de su bolsillo. “Cecilia empieza a cansarse de tanta lucha durante muchísimos años. La problemática actual podría ser lo compleja que es la vida a través de las becas o la búsqueda de espacio. Empieza a haber cierto hartazgo ante ello. Sin embargo, en una balanza, su hambre de crear siempre ha sido mucho más fuerte que cualquier desilusión”, abunda.

Los bailarines son los artistas más nobles, retoma la palabra Cecilia Appleton. “Un actor no trabaja gratis y un bailarín puede decidir que sí. Un escenógrafo o un iluminador pueden tener ingresos más elevados que un bailarín; eso debería modularse”.

Ensayo de la compañía Contradanza por sus 40 años con Cecilia Appleton. Fotos: Berenice Fregoso/ El Universal.
Ensayo de la compañía Contradanza por sus 40 años con Cecilia Appleton. Fotos: Berenice Fregoso/ El Universal.

¿Por qué al bailarín no se le toma más en cuenta?, ¿por qué el bailarín no tiene ciertos privilegios?, se pregunta. Faltan más prestaciones para los artistas, explica, y un tabulador de pagos, para las mismas convocatorias.

“Nuestra sociedad y nuestras leyes no han evolucionado y no ven al arte, mucho menos a la danza como algo importante. Mientras no seamos prioridad en la agenda política y en las necesidades de una sociedad, no va a haber un crecimiento en apoyo a la cultura”. afirma.

A pesar del desmantelamiento del aparato cultural, Appleton no imagina el escenario sin las becas, y enfatiza que hay que reestructurar la otra parte: la de las políticas culturales y la vida más allá de los estímulos. “No sé trata de descobijar, sino de aumentar”, señala.

“Uno se acostumbra a recibir las becas. Se saben que somos un grupo privilegiado quienes vamos a recibirlas. Y también se sabe que no hay 50 artistas en México, sino muchos más que se quedan sin beneficios. Se necesita reestructurar esas otras áreas que fortalecen el quehacer y el trabajo para los artistas”.

Por último, Tortajada enfatiza el impulso de Appleton, su arrojo a la hora de exponer la intimidad, como una manera de acercarse al público y alcanzar el contacto con quien lo ve, y afirma que no se puede entender al campo dancístico, sobre todo el subcampo de la danza contemporánea de México, sin la presencia de Contradanza.

Ensayo de la compañía Contradanza por sus 40 años con Cecilia Appleton. Fotos: Berenice Fregoso/ El Universal.
Ensayo de la compañía Contradanza por sus 40 años con Cecilia Appleton. Fotos: Berenice Fregoso/ El Universal.

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