Guadalajara. —El fallo del Premio FIL de en Lenguas Romances, en su edición 34, para el escritor mozambiqueño en lengua portuguesa, Mia Couto, es —dice Alma Delia Miranda, coordinadora de Letras Portuguesas en la UNAM— el reconocimiento a toda la literatura nacional de Mozambique y a la lengua portuguesa que se habla en varios países de África: “Mia Couto no es una especie de peña, una excepción en un desierto. Mia Couto está a la vanguardia de toda una serie de autores”, dice la académica y recuerda a Paulina Chiziane, primera escritora africana que ganó el Premio Camões, el más prestigioso en lengua portuguesa.

“Es muy simbólico que se premie una literatura como la mozambiqueña; que se premie a un autor de lengua portuguesa porque la lengua portuguesa se habla también en África”, continúa. El jurado del Premio FIL, integrado por Carlos Reis, de Portugal; Graciela Montaldo, de Argentina; Jerónimo Pizarro, de Colombia; Juan Luis Cebrián, de España; Lucía Melgar, de México; Oana Fotache Dubălaru, de Rumanía, y Vittoria Borsò, de Alemania, deliberó a favor de Couto por unanimidad y destacó que el escritor llama, en sus obras, “a la sensibilidad hacia el continente africano y sus relaciones históricas, culturales y geopolíticas”, dice Carlos Reis, quien, en representación del jurado, integró el presídium que anunció la deliberación en rueda de prensa.

Para el jurado, la obra de Couto invita a los lectores a “reconocer y acercarnos a la historia y la naturaleza del planeta”, y su exploración creativa es “notable e integra y entreteje la crónica, el cuento, la novela, cuya innovación lingüística hace repensar la relación entre los integrantes de las comunidades, países en lengua portuguesa”.

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En el Presídium (de izquierda a derecha): Carlos Reis, Héctor Raúl Solís Gadea, Ricardo Villanueva Lomelí, Marisol Schulz, Dulce María Zúñiga y Enrique Ibarra. Foto: Bernardo de Niz / FIL
En el Presídium (de izquierda a derecha): Carlos Reis, Héctor Raúl Solís Gadea, Ricardo Villanueva Lomelí, Marisol Schulz, Dulce María Zúñiga y Enrique Ibarra. Foto: Bernardo de Niz / FIL

La directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Marisol Schulz, indica que en la inauguración, el 30 de noviembre y con España como invitado internacional de honor, se le entregará el premio (dotado con 150 mil dólares) a Couto. El programa general se anunciará el 8 de octubre.

“Contra el acto de borrar la historia es que lucho. Mozambique no puede olvidar los traumas que lo han conducido a la independencia a través de la historia”, fueron palabras del escritor que fue enlazado en videollamada.

“En la cultura de Mozambique contar historias es un lenguaje, se puede decir, hegemónico. En primer lugar, Mozambique es un país que todavía está en guerra”, abunda el autor, quien también se convirtió en el quinto en lengua portuguesa al que se le entrega el Premio FIL: antes fue para Nélida Piñón, Rubem Fonseca, António Lobo Antunes y Lídia Jorge.

El autor de Tierra sonámbula, El último vuelo del flamenco, La confusión de la leona y Venenos de Dios, remedios del Diablo califica el premio como “un homenaje a la literatura mozambiqueña” y recuerda que, como periodista, fue testigo de una guerra civil que dejó un millón de muertos: “El periodismo fue una escuela de conocimiento humano, de aprendizaje del oficio de escritor; entonces, yo escribía poesía. Era el periodismo el que me daba la posibilidad de estar cerca de la gente y reforzar esa relación de proximidad”, afirma el escritor, cuya obra ha sido traducida a más de 27 idiomas y le ha valido premios como el Nacional de Ficção en 1995, el Vergílio Ferreira en 1999, el Camões, en 2013, y el Neustadt International Prize for Literature en 2014.

La paz, la afirmación identitaria —justo cuando África busca representar su universalidad e identidad—, la búsqueda del otro, la felicidad, el encuentro, el acto de serlo todo, el amor, la empatía y el encuentro con lo diverso son los temas que, señala, le importan.

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En esta línea, la escritora y académica Vittoria Borsò, quien integró el jurado, afirma que el criterio decisivo para elegir a Couto fue lo que su literatura le dice al mundo: “Es tan importante lo que se vio esta mañana en sus respuestas. Su obra nos abre al mundo de manera distinta, en un momento en el que está tratando temas que nos ocupan en todo el planeta: la guerra, el poder, el periodismo y las maneras de reaccionar frente al poder. Esto se ve en su literatura”, recalca y abre una pregunta precisa, ¿cómo Couto transforma el portugués? Dice: una lengua colonial que ahora abarca problemas del mundo porque se transformó: “En su escritura él pasa por ciertas vivencias: la naturaleza, la experiencia y el sentimiento de Mozambique, que él integra, elabora y escucha o hace escuchar. Esto significa que siempre tenemos que repensar lo que creemos ser; repensar lo que creemos que es nuestra identidad. Una de las frases tan importante de Couto, que tal vez no se notó mucho es: ‘no me ocupa la identidad’ porque estamos en Mozambique, y Mozambique no es una isla que una vez fue ocupada por los portugueses. Mozambique es el mundo y éste fue el criterio decisivo para elegirlo porque él es el escritor que, en este momento, nos dice más”.

Un revés lúcido lo da otro miembro del jurado, el traductor Jerónimo Pizarro: “José Saramago, el Premio Nobel de la lengua portuguesa, nunca habla de África. Es algo polémico, es la gran ausencia de Saramago. Si queremos una forma menos hegemónica, una menos central, una que es menos oída y, además, como él mismo lo dijo, depende de la escucha, de la oralidad y de otros puntos de referencia, tenemos a Couto”.

Borsò recuerda que el escritor nombró varias veces la diversidad, la presencia de los otros y lo que estos pueden decirle a la humanidad: “Eso se siente cuando alguien es ciudadano del mundo. Ser ciudadano del mundo es la base para salvar nuestro planeta. La idea de ser ciudadano del mundo está desapareciendo más y más, basta con ver las guerras del presente. Ser ciudadano del mundo es, tal vez, la única vía de escape que tenemos”.

Couto, quien nació en julio de 1955 en Beira, Mozambique —su nombre es, en realidad António Emílio Leite Couto— y es biólogo y periodista, cuenta, además, que su padre, quien también era escritor, lo acercó a la literatura. A través de la biblioteca paterna descubrió a la gran tríada mexicana: Octavio Paz, Juan Rulfo y Carlos Fuentes, y a Gabriel García Márquez. Algo que Alma Delia Miranda confirma: “En la ceremonia, Couto habló de los vínculos con el realismo mágico. Es importante que los lectores sepan que los autores africanos de la generación de Couto leyeron bastante al boom latinoamericano —no sólo a García Márquez—. Ojalá que no se le vea como un autor exótico, de la misma manera que nuestros autores mexicanos no son exóticos. Verlos así es despojarlos de la profundidad y belleza de sus obras y sus aproximaciones al lenguaje”.

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Couto destacó como fuertes influencias en su obra a tres autores de primer nivel: Juan Rulfo, el brasileño João Guimarães Rosa y la argentina Sara Gallardo.

“En un país donde hay muchos más registros lingüísticos, en términos de etnias y pueblos originarios, se tiene una riqueza que no está en otros lugares. Escribir y hablar desde África es hacerlo a partir de muchos lenguajes. Eso es un gran desafío para las traducciones y para ver que ciertos ejercicios de memoria dependen de haber escuchado voces de diferentes idiomas”, explica Pizarro y Miranda concluye: “Su obra se merece el premio, se lo merece su literatura y se lo merece la literatura en su lengua. Estoy contenta de que haya esta justicia. Esperamos que la FIL no se olvide de traer estos autores de lengua portuguesa que producen en África porque es una literatura que nos dice mucho”.



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