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A los nueve años, Lídia Jorge, la escritora portuguesa ganadora del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2020, comenzó a reescribir los finales de las historias que leía porque no terminaban bien. Hoy es una escritora que se siente afortunada porque puede escribir y leer “en voz alta” su vida, como no han podido ni pueden hacerlo todavía muchas mujeres.
La autora que es considerada una de las voces más representativas de la literatura portuguesa posrevolucionaria dijo que en el siglo XX fue cuando por primera vez las mujeres pudieron hablar de sus vidas; y que las escritoras como los escritores escriben escondidos debajo de la mesa, “como perros” en silencio, “escuchamos las voces de los poderosos y de los que sirven la mesa”.
“Nosotros no hemos alcanzado el poder, no tenemos aun el gran gozo del poder, entonces somos las que mejor podemos hablar del poder, estamos escuchando de lejos, debajo de la mesa del poder. A las hermanas escritoras les digo que sean sinceras con la vida, que se enlacen con el dolor de su pueblo, de las mujeres de su pueblo, que hablen de ellas de una forma sencilla, de una forma apasionada de sus sentimientos y de sus sueños”, señaló durante su partición desde Lisboa en el ciclo “Mil jóvenes con…” dentro de las actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Lídia Jorge habló de sus primeros pasos como lectora, de sus intereses literarios, de sus búsquedas narrativas, de la literatura de Juan Rulfo, Fernando Pessoa, Milan Kundera, y de su mirada ante el mundo actual.
“Soy una escritora, soy una mujer, hablo como una mujer, pero cuando escribo no sólo quiero ser una mujer, quiero ser un hombre, un niño, una mujer muy mayor, un joven; quiero ser un animal… nosotros queremos ser las paredes de una casa, porque las paredes han visto muchas cosas, queremos ser las paredes para contar lo que han visto, los dramas y las tragedias, los sueños”, dijo la narradora.
Afirmó que los escritores y la literatura cambian el mundo, pero no es de una forma veloz, más bien lentamente, “la literatura es una carta que se envía lejos, uno nunca sabe cómo la literatura cambia, pero lo hace”.
Y aunque no se puede medir cómo es que la literatura cambia el mundo, aseguró que autores como Juan Rulfo lo han hecho, citó a Pedro Páramo, dijo es un libro maravilloso “que ha enseñado a la gente cómo la dictadura de un hombre ominoso en un lugar se convierte en símbolo de todos los hombres que son capaces de dominar una sociedad entera, que tiene tantos hijos que no los conoce; todo eso es realidad, existe, pero ha sido denunciado de una manera mágica”.