“El Charro Viejo regresa a la hacienda después de cumplir 15 años de prisión por homicidio. Es un hombre de unos 50 años, alto, fuerte, tranquilo, con una madurez que revela en cada uno de sus gestos. Viste el mismo traje de charro con que fue conducido a la cárcel: un traje gastado que le viene estrecho, como si hubiera sido de un hombre más delgado y esbelto”. La descripción es el arranque de El charro, la “síntesis de una historia para el cine, original de Gabriel García Márquez”.
El mecanuscrito de El Charro era el guión original con el cual el escritor y periodista colombiano recién llegado a México a fines de junio de 1961, hace 61 años, pretendía arrancar su carrera cinematográfica en nuestro país, que vivía sus años dorados del cine. Esos sueños del Gabo cineasta que aspiraba saltar de México directo a Hollywood se convirtieron en una interesante participación en películas como En este pueblo no hay ladrones, de Alberto Isaac, y Tiempo de morir, de Arturo Ripstein, pero no en su consagración cinematográfica. Una faceta de la que da cuenta la exposición Gabriel García Márquez: La creación de un escritor global, que desde hace algunos días se exhibe en una de las salas del Museo de Arte Moderno.
El Charro terminó convertido en el guión de la película Tiempo de morir, de Arturo Ripstein, cuyo mecanuscrito también está incluido en la exposición que fue curada por Álvaro Santana-Acuña, y que se exhibió por vez primera en 2020 en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas; y que ahora se presenta en el Museo de Arte Moderno de México, hasta el 2 de octubre.
Y es que México fue central para la vida y la obra de Gabriel García Márquez.
“Aquí reconstruimos prácticamente la creación de Tiempo de morir, desde que era una sinopsis que se llamaba El Charro, mucha gente no sabe, pero se llamaba El Charro y la tenemos aquí, donde luego tenemos la carta donde Gabriel García Márquez habla de cómo él está trabajando en el guión; luego vemos el guión de Tiempo de morir y nos interesaba que aquí donde te muestra esta escena fuera la misma escena que ves en pantalla y al mismo tiempo lo ves aquí escrito en el guión que García Márquez escribió”, relata Santana-Acuña durante una charla y recorrido por la exposición en el Museo.
“En esta carta que le envío a Plinio Apuleyo Mendoza, García Márquez le dice que le tenía el ojo echado a Hollywood, porque realmente él creía que iba a poderse marchar a Hollywood. Aunque el proyecto fracasó”, señala Santana-Acuña, en tanto detrás de la vitrina se puede leer esa carta en la que Gabo cuenta:
“Dentro de estas realidades, sigo sin hacer nada más que escribir, escribiendo cosas que me gustan, y con el ojo puesto en Hollywood: piensa que pagan 30.000 dólares por cada asunto, aunque no lo hagan. Ya hay algunos contactos. Esta tranquilidad de espíritu me ha producido un cambio que te sorprenderá: a las seis de la mañana estoy completamente despierto, trabajando muy bien y sin los trastornos nerviosos de antes”.
Hay objetos de varias películas que también se hicieron con García Márquez en su primera etapa mexicana, con el grupo de “La Mafia” y el grupo excepcional de artistas al que se incorporó donde estaban Elena Garro, María Luisa Elío, Rita Macedo, Carlos Fuentes, José Donoso, Emilio García Riera, gente de cine, gente de las artes plásticas y la presencia de importantes personalidades de la cultura internacional como John Gavin, el actor que era protagonista de las películas Pedro Páramo y Espartaco.
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México, el país donde Gabriel García Márquez desarrolló algunas de sus facetas más importantes, es uno de los ejes temáticos principales que al historiador del arte y sociólogo Álvaro Santana-Acuña le interesó resaltar con más fuerza en la exposición.
“En esta sección de México tenemos cosas súper interesantes, aquí sí tenemos cosas nuevas. García Márquez viene a México no tratando de ganarse la vida en la literatura, sino en el cine, el problema es que para él entrar al cine fue bastante complicado, no tiene documentos, y él acaba trabajando en La familia y Sucesos para todos. Sucesos para todos’ es una revista sensacionalista y La familia es una revista para amas de casa; pues García Márquez trabaja casi dos años como editor y logra subir las ventas de las revistas y se gana la confianza del dueño que resulta ser también un importante productor de cine, que es Gustavo Alatriste”, afirma Santana-Acuña.
“Reconstruimos algo que tampoco se ha hecho nunca: todas las primeras ediciones de El coronel no tiene quién le escriba, desde el manuscrito con la primera palabra y el final trágico de la novela. Está la primera vez que se publicó en formato texto, que fue en una revista, donde no le pagaron regalías e hicieron una edición sin su permiso, la primera edición en formato libro ya, en Medellín, con las mismas características anteriores, y ya en México, a mediados de los años 60, cuando algo está comenzando a cambiar y Era editorial le publica el libro y también el mismo año una editorial francesa, por primera vez, lo edita”, cuenta el curador.
Y muestra, tanto el contrato como el libro en francés, que representa la primera vez que García Márquez publica en lengua extranjera. “Este es el primer contrato en lengua extranjera y el primer libro en lengua extranjera que hizo García Márquez, ya con Carmen Balcells”, dice el también autor de Gabriel García Márquez. Vida, magia y obra de un escritor global (Fundación para las Letras Mexicanas/El Equilibrista, 2021), quien abunda en su interés por mostrar cómo está plasmado en otra vitrina el boom de la literatura latinoamericana.
“Tenemos el altar, el objeto sagrado. Es la primera vez que vemos en América Latina todos los manuscritos conservados de Cien años de soledad, que son tres. Aquí están el manuscrito del cual es propietario el Ransom, el original, puedes leer la primera página y escuchar a García Márquez leyéndote el primer capítulo; una muestra del proceso de edición casi final del texto y también una carta en la que García Márquez les está informando a sus amigos de Barranquilla, Colombia, que les está enviando una copia completa del manuscrito; y luego también una reproducción de otro manuscrito conservado en el Museo Soumaya, la copia que García Márquez le regaló a Emmanuel Carballo, que fue una de las personas con las que él se vio semanalmente para ver cómo iba avanzando la novela”, dice el curador.
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