Dicen bien que “uno pone, Dios dispone, sopla el diablo y lo descompone”, y si alguien puede asumirse como damnificado cultural de los vendavales que estos días han asolado nuestro país, ese soy yo; aunque –debo decirlo–, las cosas acaben teniendo también su lado bueno. Su compensación. Les cuento:

La magra cartelera y cuestionable calidad de las puestas operísticas que ha cometido el INBAL durante esta administración han contribuido a que, como nunca antes, melómanos y operópatas pongamos la mira en lo que se hace en provincia. Hace una semana apenas, reseñé la propositiva versión del Elíxir de amor de Donizetti que, intempestivamente, disfruté en Mazatlán, gracias al paso de la tormenta tropical Alberto por Monterrey, ya que, aunque Usted no lo crea, la ciudad más próspera del país carece de un conjunto cultural a su altura, y las lluvias que inundaron su Teatro de la Ciudad han sacado a este recinto de la jugada por varios meses, con la consecuente postergación hasta el primer cuatrimestre del 2025 de la puesta que me habría llevado esos días a la Sultana del Norte para presenciar Manon, de Massenet, título que, con gran dedicación y esmero, había preparado el México Ópera Studio (MOS) para celebrar sus primeros cinco años de fructífera actividad.

Lo que son las cosas: en los mismos cinco años que vimos despostillarse a la Ópera de Bellas Artes, los regios se consolidaron como el epicentro de la actividad operística nacional, y eso que, por muy cuidados que han sido sus montajes, quienes conforman sus elencos, no son profesionales, aunque… basta ver dónde andan los egresados del MOS, para constatar que sus estudiantes son los mejor preparados del país.

Hay que reconocerlo, a dicho protagonismo colaboró un hecho ocurrido en el otro estado gobernado por Movimiento Ciudadano: al correr arbitrariamente a Marco Parisotto, Giovana Jaspersen –la primera Secretaria de Cultura de Jalisco nombrada por Alfaro– le dio al traste a la continuidad de uno de los programas musicales mejor diseñados que se hayan realizado en México en los últimos cincuenta años. Además de truncar un espléndido ciclo Mahler y propiciar la desbandada de los fabulosos atrilistas que él había reclutado, cortó de tajo la incipiente tradición de presentar óperas en el Degollado, con unos elencos internacionales que ya quisiéramos en el Blanquito y la envidiable participación en el foso de ese orquestón que, en manos del ítalo canadiense, llegó a ser la Filarmónica de Jalisco.

Más tardé en llegar de Mazatlán que en treparme a otro avión rumbo al Festival Paax-GNP que dirige Alondra de la Parra en Xcaret. Había visto en línea la primera Gala de ballet que programó Christopher Wheeldon y, ante los portentosos bailarines convocados este año, mis ganas para presenciar “Una tarde de ballet con solistas” el miércoles 3 era inmensa, tanto, como mi frustración por no haber estado ahí para presenciar el debut nacional de ese extraordinario mandolinista que es Avi Avital. Consciente de mi imposibilidad para chiflar y comer pinole, esperaba compensar mi pesar disfrutando las voces de Pretty Yende y Michael Fabiano, que honrarían el centenario de Puccini participando en la primera Gala de Ópera del festival y, pianófilo irredento que saben que soy, con los diversos programas en los que Thomas Enhco haría alarde de su versatilidad.

Me intrigaba mucho qué iba a tocar en su recital, pues fue el único programa vespertino en que no se definió qué repertorio escucharíamos. No sé si sería por el espléndido sabor de boca que nos dejó con su virtuosísima interpretación del Concierto en Fa de Gershwin durante el concierto de clausura del año pasado, o por saberlo perteneciente al respetadísimo linaje de los Casadesus, pero, con las improvisaciones que ofreció a la luz de las velas, no cubrió mis expectativas. No fui el único mamerto: vislumbrar cuántas personas se tropezaban en la penumbra mientras abandonaban la sala a medio concierto, me confirmó que “ese programa” habría estado ideal en el Darkside, pero no en la serie de la tarde.

La presentación de El mundo de Wheeldon como pate de la Gala de ballet, en el Festival Paax GNP, a cargo de Alonda de la Parra. Foto: Especial
La presentación de El mundo de Wheeldon como pate de la Gala de ballet, en el Festival Paax GNP, a cargo de Alonda de la Parra. Foto: Especial

Quienes hemos tenido el privilegio de presenciar las tres ediciones de Paax valoramos profundamente que sus conciertos nos sorprendan con lo que ya podríamos considerar que es el sello de la Maestra De la Parra: una equilibrada mezcla de obras novedosas conviviendo con los más populares caballitos de batalla del repertorio. Dada la madurez y vitalidad de los atrilistas que selecciona para recrearlas, estas piezas llegan a nosotros bajo una nueva luz, dejándonos con ganas de volver a escucharlas. Fue mi caso con una obra que, desde que nos la presentó, me dejó con el alma alborozada: la Sinfonía Imposible que Arturo Márquez le compuso a Alondra para estrenarse el 1° de julio de 2022, en el tercer programa del primer festival.

Durante la primera Paax Talk que ahí se realizó, tuve el honor de charlar públicamente con el Maestro Márquez, quien contó que, tras moldearla estructuralmente a partir de las Variaciones Concertantes de Ginastera, y teniendo en mente a los “músicos imposibles” que gracias a la pandemia Alondra pudo reunir, decidió titularla finalmente como Las peras del olmo. Felizmente, aprovecharon aquellos días para grabarla y, este 2 de julio, tuve el honor de acompañar a Alondra y a Roberto López –presidente de Sony Music México– en el panel que realizó la presentación mundial de la grabación de esta obra que, estoy seguro, será al siglo 21 lo que es La noche de los mayas, de Revueltas, al 20; en lo que se hace del lugar preponderante que tendrá en el repertorio sinfónico, espero podamos disfrutar la Sinfonía Imposible coreografiada como, en su momento, lo fue la obra de Ginastera que le sirvió de paradigma y, por cierto, complementa el disco. ¡Qué no podría hacer con ella el Maestro Wheeldon!

Muy a mi pesar, la inminencia del huracán Beryl propició que anticipara mi regreso al miércoles temprano. Horas más tarde, cancelaron los eventos restantes del Festival, justo al término del Homenaje a Piazzolla. Me quedé con las ganas de escuchar nuevamente a Enhco en plan “serio”. Estaba anunciado que, en el concierto de clausura, tocaría el Concierto en Sol de Ravel y la Rhapsody in blue de Gershwin. Unas por otras: a cambio, pude estar el domingo en la Neza, escuchando a la excelsa Lilya Zilberstein tocar la Rapsodia sobre un tema de Paganini, de Rachmaninov, durante el programa inaugural de la Sinfónica de Minería.

Hablando de orquestas locales, donde se avizora una tempestad es entre las sapientísimas autoridades del INBAL y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes: consultados respecto a la permanencia de Iván López Reynoso como su titular, “asignado para dirigir las dos actividades de la orquesta”, los músicos consideraron que, dado que “está imposibilitado para dirigir los títulos de ballet y que para el segundo semestre de este año la única ópera programada (La Bohème) no la dirigirá él”, éste es el momento para replantearse la pertinencia de trabajar mejor sólo con directores huéspedes y, ¿qué creen?

Independientemente de los afanes de su encargada de relaciones públicas por difundir que ya lo habían “exculpado” y aparentemente no es así, el wunderkind al que tanto inflaron, pretendiendo ponerlo al nivel del reconocido profesional que desplazaron por cuestionar sus endebles criterios artísticos, sacó un 78.43% de los votos a favor de que se vaya, y un 68.62% optó por trabajar con directores huéspedes por un tiempo.

Una vez más, las cosas caen por su propio peso.

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