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Dice Margo Glantz que los versos de sor Juana Inés de la Cruz nunca estuvieron en entredicho, como sí “su incursión en el campo minado y patriarcal de la teología”, pues se pensaba que “una cabeza bien equilibrada no puede contenerse en un cuerpo femenino, por lo que Juana Inés sólo podría asumir la única y verdadera sexualidad, la masculina”. Así lo expone la escritora, ensayista y crítica literaria en el prólogo del libro El jardín de la razón. Cartas fundamentales, publicado por la editorial mexicana Inefable (2024).
Sor Juana Inés de la Cruz, autora de obras religiosas, poemas, autos sacramentales y villancicos, y poderosa representante de la literatura novohispana, pensó, argumentó y escribió desde su “sexo tan desacreditado en materia de letras” y con “un genio” que a muchos ojos pareció desproporcionada soberbia, como lo señaló ella misma en su Carta Atenagórica (noviembre de 1690). Hoy nos encontramos con cuatro de aquellas misivas en las que se revela el espíritu bravío de la religiosa, mujer erudita y contestataria que transgredió las jerarquías e incomodó a las autoridades eclesiásticas de su tiempo. Conversamos con Mercedes A. Hinojosa, directora de Comunicación de la editorial Inefable, sobre este libro que demuestra la vigencia de una mujer trascendental para la historia de las letras universales.
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¿Dónde nació la idea de este libro?, ¿por qué se escogieron esas cartas en particular?
La idea nace de leer textos clásicos desde de la contemporaneidad, sus necesidades y retos. Elegimos estas cartas porque leer los textos argumentativos de sor Juana Inés de la Cruz nos resultaba fundamental para comprender que su trascendencia literaria excede su trabajo como poeta; bien se pueden leer estas cartas en una clase de filosofía a nivel superior. Queríamos condensar los textos argumentativos y más desafiantes de sor Juana en un libro.
Las cartas que se incluyen en el libro son bastante extensas. ¿Qué representó el género epistolar para sor Juana como forma de expresión de su pensamiento?
Primero, en lo epistolar tiene que ver el establecimiento de diálogo, de escribirle algo a alguien, de decirle algo a otra persona. Segundo, el género epistolar fue una forma de evadir cortésmente el conflicto, en esencia político, que le significaba haber elegido el camino del conocimiento durante la Inquisición. Fue el género en el que expuso de manera íntima e intelectual sus respuestas a los señalamientos que le hacían las autoridades de la Iglesia; aquel desde el que podía expresar su voz, pero guardando las formas del respeto a la autoridad, tal y como si hoy escribiéramos un correo electrónico a una autoridad. ¿Qué registro usaríamos? Uno formal, sin duda.
¿Qué representaba e implicaba que sor Juana cultivara tanta poesía profana?
Lo secular se opone a lo religioso; lo profano a lo sagrado. El conocimiento secular no era una tarea que debiese cultivar una mujer dedicada a la religión; es decir, una mujer destinada a lo sagrado. La poesía profana era en realidad poesía mundana, relativa al mundo, mundo en el que coexisten las emociones y el conocimiento científico. Yo no diría que cultivó “tanta poesía profana”, ella escribió lo que debía escribir, una mujer vanguardista del periodo novohispano; una persona que observaba el mundo y lo reflexionaba.
El amor por Dios y Cristo de sor Juana “convivió” junto con la erudición, la capacidad crítica, la rebeldía y una actitud contestataria. Cuéntenos sobre esos dos aspectos que, en apariencia, suelen verse enfrentados.
Aunque sor Juana era una apasionada por la filosofía, la teología, poesía, el teatro, las lenguas y el conocimiento en general, que dedicaba buena parte del día a cultivar estos saberes, también era una mujer que atendía sus responsabilidades eclesiásticas de manera cabal; por ejemplo, no descuidó sus obligaciones como contadora del convento San Jerónimo. Las autoridades de la Iglesia no estaban en contra de ella porque fuera negligente ante sus responsabilidades, sino por el hecho de que no debía hacer cosas que estaban destinadas para los hombres. Quizá la mejor forma de entender esto es pensar en el trabajo de las mujeres hoy: por un lado, las que trabajan fuera de casa se han convertido en proveedoras del hogar; por otro lado, cuando llegan a casa deben destinar el resto de su tiempo (“libre”) a las labores domésticas que tradicionalmente recaen sobre ellas. Una mujer que trabaja fuera de casa no descuida sus responsabilidades como madre o cuidadora de su familia.
¿Por qué sor Juana incomodaba tanto a la burocracia eclesiástica?
El poder existe sólo cuando alguien decide hacer la voluntad del otro y no la propia. En cualquier contexto, una persona que no está dispuesta a someterse ante la autoridad genera y generará incomodidades. Ella incomodaba porque amaba aprender y no estaba dispuesta a dejar de hacerlo; incomodaba porque sabía y argumentaba, porque era mujer, porque podía ser libre, hasta cierto punto, a través de la escritura. La libertad y la Inquisición no son conceptos que se lleven bien.
En el prólogo, Margo Glantz habla de la pureza de los versos de sor Juana en contraposición a su indecencia por meterse en asuntos teológicos y argumentar. ¿Cómo podemos “leer” eso a la luz de hoy?
Esta respuesta podría ser una continuación de la anterior. Comprender y producir conocimiento sobre teología u otras disciplinas ya era bastante indecente viniendo de una mujer durante la Inquisición. La pureza de sus versos tiene que ver con lo bien que escribía sor Juana, con su dominio del lenguaje; sin embargo, cuando Glantz hace referencia a la indecencia es porque así fue calificado por la Iglesia el comportamiento de Francisco Xavier Palavicino, que fue expulsado de la Compañía de Jesús en 1703, por elogiar el trabajo intelectual de Sor Juana Inés de la Cruz.
¿Cómo podemos comprender hoy la posición de sor Juana sobre los asuntos de género? (“No apruebo la vulgaridad de los que reprueban en las mujeres el uso de las letras”, “…¿Qué podemos saber las mujeres, sino filosofías de cocina?”, o “…los hombres, que con sólo serlo piensan que son sabios…”).
Hoy, con la perspectiva histórica que nos han proporcionado tres siglos, podríamos considerar a sor Juana como feminista. Sin embargo, es una proyección pues ese concepto era muy lejano para ella, tal y como lo entendemos en el siglo XXI. Por supuesto que era una mujer vanguardista, por esbozar en su época que el acceso al conocimiento debe ser universal, hoy considerado como un derecho humano. No obstante, esto era producto de su propio bagaje intelectual, nutrida por las ideas del Humanismo; una mujer moderna en el amplio sentido de lo que ha significado la modernidad.
¿Cómo resuena y con qué dialogan cuatro siglos más tarde la obra y la figura de sor Juana?
Principalmente, porque sus palabras no tienen fecha de expiración. Tanto su poesía como su prosa señalan temas atemporales, existenciales y por eso no pierden vigencia; al contrario, son asuntos urgentes. Sus palabras siguen hablando sobre la el amor, las tradiciones, la religión o los derechos humanos, aunque este sea un concepto del siglo XX, al igual que el de feminismo.
¿Cuál es el lugar de las editoriales independientes hoy en la divulgación de obras clásicas, de la literatura, pero, sobre todo, de formas de pensamiento que datan de tantos siglos atrás?
Nosotros somos contadores de historias, pensamos que es necesario mantener abierto el diálogo con el pasado. No podría responder por todas las editoriales “independientes”; preferimos decir que somos autogestivos, en lugar de independientes. La editorial está conformada por un grupo interdisciplinario de profesionales, justo porque estamos fuera del circuito de las editoriales transnacionales. Podemos hacer las cosas diferentes, dignificar a las y los autores, su escritura. ¿Qué significa esto? Leerlos, hacerlos presentes.
¿Cómo ha sido la experiencia de ser editorial independiente hoy en México?, ¿cuáles son los mayores desafíos?
En esta etapa somos una editorial muy joven. Definitivamente diría que el posicionamiento, hacer que la gente nos conozca y que sea claro que nuestras publicaciones son de excelente calidad, no solo el libro como objetivo en sí, sino el contenido de lo mismo. Encontrar buenas historias también es un reto; hay mucho talento y entusiasmo respecto a la escritura. Debemos elegir las historias que deseamos que alguien más nos cuente, las que nos despiertan la curiosidad, esas que son informativas y que de cierto modo, cuando cerremos el libro, nos hayan transformado.