¡Y va de nuez!... este anárquico e incompleto compendio con “Lo mejor y lo peor del año” en el ámbito musical. Anárquico, porque consigna únicamente mi punto de vista, e incompleto porque, de igual manera, solamente doy cuenta de aquello a lo que asistí. Si me dejara llevar por las sugerencias, videos y comentarios que he recibido, la ópera Beatrix Cenci de Ginastera presentada en el Blanquito se llevaría las palmas como lo peor del año, pero, como soy fiel creyente de que no hace falta probar la cicuta para saber que es veneno, ni por curiosidad me atreví a dar fe de semejante “propuesta” y, por ende, lamento decir que no figura en esta lista.

Este año, las carteleras del segmento musical que me ocupa ofrecieron poco y no muy bueno. En consecuencia, fue más fácil decidir qué fue lo mejor. Lo difícil, ha sido determinar qué fue lo peor, aunque, como dijo una muy querida y sabia amiga, “lo peor ya pasó, lo padecimos todos, y no se limitó a la Música”, aludiendo los caprichos del inquilino del Palacio que, además de la selva maya, devastó aquél México que no sería ideal, pero brindaba mejor salud, seguridad, educación, unidad, estabilidad… y apoyo al “Sector Cultura”. Ese sector en el que no faltaron ingenuos que, tras brindar su voto, fue ingrata y previsiblemente traicionado. Porque sí: podía saberse. En fin, en lo que Eugenia, Regina, Horacio y demás sahumadores disfrutan lo votado, ¡empecemos este recuento!

Jamás imaginé que a Puccini le pudiera ir tan mal en México con las celebraciones de su centenario luctuoso: llegué a creer que la Turandot tan furris y anodina que padecimos se quedaría con el dudoso honor de ser la peor puesta operística del año, cuando ¡sopas! Nos sorprenden con pormenorizada hace una semana en este espacio, que, de pasadita, me hizo reconocer cuánto se esmeró Ruby Tagle para desplazar a Juliana Faesler como la peor directora de escena que haya hecho de las suyas en nuestro máximo escenario. Honrando los hechos, no puedo ignorar otro hilarante estropicio cobijado por el INBAL: el delirante e hilarante “rescate” de El Rajáh, de José F. Vázquez cometido por la pretenciosamente denominada Compañía Nacional de Ópera Mexicana Canto del Alma y el Colectivo Artístico AcercARTE en el Teatro Orientación. Vaya pues, mi reconocimiento ex – aequo para ambas “producciones” como Las peores puestas operísticas del 2024.

Afortunadamente, en provincia entraron al quite y lo mismo disfruté esfuerzos realizados con “cero pesos, cero centavos”, como la gira con La Scala di Seta, de Rossini, que realizó la Orquesta Sinfónica del Estado de México que dirige Rodrigo Macías por los teatros centenarios de la entidad, que los innovadores montajes producidos por Patricia Pérez y Rodrigo Caravantes en el Teatro Ángela Peralta de Mazatlán para Escena77.

Eso sí, donde más se lucieron fue en Sinaloa y en Nuevo León, sede del México Opera Studio (MOS) ya que, para ser una puesta estudiantil, la Manon de Massenet realizada con becarios del MOS logró esos altos estándares que tanto se añoran en Bellas Artes desde que Lucina Jiménez y Alonso Escalante tuvieron a mal despedir a Srba Dinić; este mérito debemos reconocérselo a Alejandro Miyaki y Rennier Piñero, directores musical y escénico de este programa, que puede alardear del gran número de egresados que ha colocado en varias casas de ópera europeas.

Tan es así, que para protagonizar ese memorable montaje del Romeo et Juliette de Gounod que con gran profesionalismo produjo la Sociedad Artística Sinaloense (SAS) bajo la batuta de Enrique Patrón de Rueda y la regie de Daniela Parra, se importó a Salvador Villanueva, egresado del MOS y actual miembro del Dutch National Opera Studio para alternar con Karen Gardeazabal, esa extraordinaria soprano mexiquense que triunfa en Europa y, espero, pronto veamos dar una Gala en Bellas Artes.

Vayan para el MOS y el SAS, dos entidades de la sociedad civil que se impusieron a la adversidad propiciada por una tormenta tropical y la inseguridad de un narcoestado, respectivamente, mi reconocimiento por haber producido Las mejores óperas que se vieron este año en México.

Lee también:

Este 20 de septiembre, se nos reveló en el Blanquito a los melómanos capitalinos la existencia de una agrupación sinfónica de muy alto nivel que, por la distancia, no teníamos en el radar: la Orquesta Filarmónica del Estado de Chihuahua, que dirige Iván del Prado y nos visitó como parte de la gira con que celebró los treinta años de haber sido fundada. Fue un lujo que trajeran como solista al gran Jorge Luis Prats, quien un par de meses después ofrecería en la Neza el que, a mi parecer, fue El mejor recital de piano escuchado este año por aquí.

Y hablando de la Sala Neza, si hubo un evento que contribuyó a generar nuevos entusiastas de la música clásica, ese fue el esperadísimo retorno de Rolando Villazón. La euforia del público que colmó dicho recinto y los once bises con que les correspondió, justo el día que debíamos estar celebrando los 90 años de Bellas Artes lo corroboran. Aunque, en lo personal, considero que El mejor concierto de 2024 tuvo lugar en esa misma sede, cinco días después: la presentación de Arturo Chacón con la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata (OJUEM) que tan cuidadosamente edificó Gustavo Rivero Weber y, hoy por hoy, es la orquesta que mejor suena en esta ciudad. Todavía paladeábamos el buen sabor que causó escuchar a un Chacón en estado de gracia, cuando su intempestivo debut en la Metropolitan Opera House refrendaría el orgullo de saberlo nuestro compatriota.

Lamentablemente, dos de los incidentes más lamentables de este año, también están asociados a la Sala Neza y van más allá de la programación que ahuyentó al público de la OFUNAM que, dicho sea de paso, suena aún más venida a menos cuando tiene en el podio a su titular: la incapacidad de sus burócratas para tramitar la visa de trabajo que nos permitiría escuchar a Sir Stephen Hough, y la majadería con que su personal le dijo a Jorge Luis Prats que “ya se había pasado”, impidiéndole dar más encores y, a sus seguidores, la posibilidad de saludarlo.

Ya para terminar, comparto dos momentos climáticos: El momento que más padecí fue corroborar que la fama de mala intérprete –arrítmica y desafinada como pocas- de ese mito llamado Elena Durán se queda corta. Resultó peor. En contraparte, El momento que más gocé tuvo lugar el 7 de mayo, durante el concierto organizado por el Festival de Mayo para conmemorar el bicentenario del estreno mundial de la Novena Sinfoníade Beethoven en el Teatro Degollado con la Filarmónica de Jalisco y su titular, José Luis Castillo quien, por cierto, ha sido ratificado por el nuevo gobierno estatal.

Y para Usted, ¿qué fue lo mejor y lo peor del año?

Comentarios