Roberto Bolaño cumplió la mayoría de edad como muerto el pasado 15 de julio. Su compatriota, Ricardo House, una de las personas que más saben del narrador chileno sin haberlo conocido, destaca su faceta de bromista pesado con amigos; la tercera parte de su documental La batalla futura inicia así con el humor negro de una anécdota de Rodrigo Fresán: una noche, el autor de Los detectives salvajes llegó a su casa y le confesó que acababa de matar a un skinhead que quiso asaltarlo con dos cómplices.

House, a lo largo de los últimos 18 años, en colaboración con la periodista Mónica Maristain, grabó alrededor de 300 horas con decenas de entrevistas en Chile, México y España, con gente que conoció a Bolaño, y con las que construyó una trilogía documental que le costó enfrentar, igual que más de una veintena de personas e instituciones (entre ellas —dice— TV UNAM y Canal 22), una demanda de 500 mil euros por supuesto daño moral, interpuesta por la que él llama “viuda oficial” del novelista, Carolina López.

Como consecuencia colateral del litigio también tuvo que prescindir de secuencias, como una con Carla Rippey, amiga de Bolaño, en la que la artista estadounidense (Catalina O’Hara en Los detectives salvajes) le dejó grabar las cartas que le escribió el chileno, “quien debió de estar enamorado de ella”.

“Tengo la grabación de las cartas de Carla extendidas en una mesa en su casa y tengo a Carla leyendo segmentos de esas cartas; y tengo una entrevista con Carla donde me dice que se arrepiente de no haber seguido la relación epistolar con Bolaño, parece que él estaba en ese momento bastante enamorado de Carla, eran amigos, pero luego más que amigos desde la mirada de Roberto; ella se sentía creo que un tanto tímida, no sé como decirlo. Ella cortó la comunicación. Roberto le siguió escribiendo y ella ya no le respondió”, cuenta en entrevista desde Cataluña House, quien también visitó a Juan Pascoe —el primero que publicó a Bolaño— en su legendario Taller Martín Pescador en Tacámbaro y quien difundió su correspondencia con el escritor.

Otros testimonios no han sido recabados, admite House, porque algunas de las personas “aparecen muy maltrechas” en el libro ganador del premio Herralde de Novela 1998 —año de la muerte de Octavio Paz, víctima de los poetas infrarrealistas e incluido como personaje en la obra—, como Vera y Mara Larrosa (las hermanas Angélica y María Font, en el libro) o Lisa Johnson (Laura Jáuregui), novia de Bolaño.

“Ninguna de ellas ha querido dar entrevistas ni aparecer en los documentales”, lamenta House. A otros, como Bruno Montané (Felipe Müller), su mejor amigo, los anda todavía “cazando” en Barcelona.

A raíz del juicio, del que los demandados salieron hasta ahora bien librados, los dos primeros capítulos sobre el paso de Bolaño por México y Cataluña ya desaparecieron de la esfera pública, aunque el documentalista señala que el último, de poco más de una hora de duración, es en sí resumen de los tres.

“Pienso que Carolina ha querido recrear una imagen de Bolaño en cierta medida muy alejada de la realidad, como un hombre de familia, clásico, tradicional. Y, bueno, si uno lee a Bolaño, entiende evidentemente en los primeros dos párrafos que un escritor de esa naturaleza no puede ser un conservador ni un clásico”, expone House, con quien colaboró la editora nominada al Goya, Ana Pfaff.

“Ha sido un constante entorpecer el trabajo, como si Bolaño fuera un personaje privado”, lamenta el documentalista sobre las acciones legales que emprendió Carolina López en su contra principalmente —dice— porque él y Maristain hicieron visible y dieron voz a Carmen Pérez de Vega, también demandada y pareja del narrador los últimos cinco años de su vida en Blanes, hasta que éste murió el 15 de julio de 2003, a los 50 años, en un hospital de Barcelona donde se le atendía por complicaciones hepáticas.

“Carmen va llevando el relato (en la segunda parte de la trilogía) y eso fue pecado mortal”, señala.

House refiere que de ese documental intermedio, relativo a la vida de Bolaño en Cataluña y producido con Inti Cordera en México, decidió al final suprimir algunas partes en que Pérez de Vega relata de manera cruda y conmovedora las últimas horas conscientes del escritor antes de fallecer. “Decidí cortarlo tras sentir que era duro, pero la versión original se había ido ya de las manos y se coló”, admite.

Al trascender la demanda, “se cerró la llave de inmediato” para la tercera parte relativa a Chile y patrocinada por TV UNAM y Canal 22, según la versión del documentalista. “Me quedé sin recurso, colgado de la brocha, con compromisos y contratos firmados. Llega la demanda y todo se detiene, TV UNAM y Canal 22 no me dan ni un cinco ni una razón institucional; yo ya había rodado. Por eso tardó tanto en poder terminarse (hasta 2016). Me cambié de país y encontré al chileno Matías Cardone, que lo produjo. Este documental ha ido contra viento y marea, pero con mucha pasión, cariño y paciencia, que se refleja”, comenta House, quien en México colaboró con las dos principales televisoras privadas.

“Se asustan las instituciones cuando hay una demanda internacional”, señala House con resignación.

Se carcajea cuando se le comenta que su vida parece de personaje de Bolaño. Igual que él, no sólo nació en Chile, se exilió en México, pasó por Israel y terminó viviendo en un pueblo de Cataluña, Sant Cugat del Vallès, donde ahora está al frente de la mayor librería de segunda mano de España, El siglo, donde entre sus casi 100 mil volúmenes no hay obras del novelista, “y si llegan, yo me las apropio”.

“A través de mi investigación sobre Bolaño he podido repasar mi propia vida”, reconoce House.

Incluso, sin coincidir en tiempo pero sí en espacio, cuenta que ambos iban a las tertulias en México que organizaba Poli Delano, otro exiliado, pero en el caso de Bolaño “confesó que iba por las hijas de los tertulianos, en especial por la de Delano, Bárbara, que era muy hermosa y que falleció en un avionazo”.

“Bolaño es como mi ángel de la guarda”, cuenta House, quien estrenó el capítulo final de su trilogía, sobre la relación con Chile del autor de La literatura nazi en América, en la pasada Feria Nacional del Libro de León (Fenal), aunque él no fue invitado a la ciudad guanajuatense “por falta de presupuesto”.

Hay pocas personas que conocen a Bolaño como usted, pero no sé si Bolaño se carcajearía de que lo defina como su “ángel de la guarda” o le daría un puñetazo.

Las dos cosas, seguro. Bolaño era humano, con contradicciones, con errores, con fragilidades, claro, que él las convertía en fortalezas, era un tipo muy ágil; había una inestabilidad permanente en su vida desde niño, y él se fortaleció mucho por su filia lectora, pero no dejó de ser un humano muy sensible, muy valiente, y con tremenda convicción como pocos de que hay que seguir y seguir la huella de la vocación, tenía una vehemencia y convicción que se aceleró cuando supo que iba a morir pronto.

“De alguna manera creo que él, entre comillas, ‘se suicidó’. Que él no hiciera algo por su hígado, tengo amigos, cineastas, que son trasplantados de hígado, aquí el hospital Clinic de Barcelona es el de mayor avance de transplantes de hígado en el mundo. Y él, si se hubiera puesto serio, como se ponía serio con algunas cosas, podía haberse transplantado y tener una vida, claro, como él decía, frágil, sin beber, sin fumar, otra vida. Y no estuvo dispuesto a terminar en esa dimensión. Entonces, terminó de escribir 2666 y murió. Eso hay que reconocerlo: vivir hasta terminar una obra y morir se puede considerar un acto de valentía. Bolaño siempre vivió en el riesgo, al borde del abismo y eso es el infrarrealismo: coquetear con el abismo de manera permanente. Para mí es un personaje muy poderoso”.

Con apenas meses de diferencia en edad entre ellos (Bolaño-1953 y House-1952), ambos quedaron atrapados en guerras el mismo año trágico para los chilenos: 1973. Él, por la guerra de Yom Kippur se quedó varado en Israel; Bolaño, que había dejado México —al que llegó en 1968, año de la matanza de Tlatelolco— y regresado a su natal Chile para apoyar al gobierno de Salvador Allende, por el golpe de Estado que derivó en la dictadura, que lo puso preso, pero dos excondiscípulos policías lo salvaron.

¿Después de tantos años de investigarlo, no se siente personaje de Bolaño?

Ja, ja, ja. ¡Qué más quisiera yo! Me halaga, pero no pierdo la objetividad.

Se lo pregunto porque en La batalla futura, Fresán cuenta que Bolaño, fanático de Philip K. Dick, les decía que sentía que ya había muerto 10 años atrás, cuando se le detectó la enfermedad que lo mató en 2003, que coincidió con su década más intensa como escritor. A lo que Fresán le respondió: “¡Eso es muy indignante, ahora resulta que yo e Ignacio (Echavarría) sólo somos personajes de tus novelas, fantasías tuyas!” , y el autor de Amuleto le rebatió: “Pudo ser peor, podrías haber sido personaje de Isabel Allende! Hay destinos peores, así que no te quejes”. Hacía muchas bromas sobre su muerte.

Ja, ja, ja. Tenía muy buenas respuestas; Bolaño era un hombre que se alejaba de los lugares comunes, cosa que se agradece, que un escritor te sorprenda permanentemente como lector o a mí como documentalista, es parte de las maravillas que he hallado en estos años. No dejo de reírme.

Más ironía: tras su muerte, Girona nombró una calle “Roberto Bolaño Ávalos”, a cuya inauguración asistió Patti Smith, fanática del escritor chileno, como Susan Sontag, que le cantó ahí mismo (Y más ironía, ya se venden casas ahí: ).

“Bolaño siempre fue un hombre de izquierda, progresista, desde ser escritor y un intelectual; los grandes pensadores difícilmente se enrolan en un dogma, pero él definitivamente fue un hombre comprometido por el cambio, con la humanidad, con la gente. Tenía una mirada absolutamente humanista y progresista sin duda, de izquierda siempre, no se diga desde los infrarrealistas, que ya rayaban en anarquismo”, expresa sobre la conciencia política del escritor, apenas mostrada en el video.

Sobre el carácter bromista y el mundo de ironías que rodeó al poeta infrarrealista, House recuerda que él viajó a Querétaro a conocer al padre, un hombre rudo, transportista, exmarino cuyo físico le valió el título en su juventud de Mr. Playa —un Charles Atlas chileno—, y conoció también al hermano, a quien ahora identifica como León Enrique Bolaño Mendoza, alcalde de Cadereyta de Montes, a quien el Tribunal Electoral condenó en enero pasado a cuatro horas de cárcel por violencia política de género.

“Me dieron ganas de reír a carcajadas y de llorar a gritos por la condena ¡a cuatro horas de cárcel! Seguro a Bolaño, que era muy bromista, le habría hecho mucha gracia también”, dice.

Sobre su documental, House refiere que a lo largo de casi dos décadas, se dio cuenta que Bolaño es un personaje “inagotable, inacabable, con una dimensión muy amplia”, que para él fue suerte encontrarlo, “ha sido un compañero profesional de trabajo estos últimos 20 años”.

“Con Los detectives salvajes me recorrí toda la aventura que está atrapada en ese libro, con los nombres, los lugares, las direcciones, la verdad, fui como una hormiga siguiendo los pasos de Bolaño”.

Además, dice que La batalla futura (cuyo título surgió de una respuesta que dio el escritor a Maristain en la última entrevista que concedió, publicada en Playboy) es un “retrato que muestra a un personaje muy valiente y valioso, que es un referente para toda su generación y actualmente para los jóvenes”.

“Tal vez por esta parte emocional. A pesar de su gran capacidad intelectual y literaria, fue muy emocional. Era muy amigo de sus amigos, perdía totalmente la objetividad cuando hablaba de sus amigos poetas y escritores, era poco creíble lo que él decía porque la amistad lo atravesaba.

“Era un hombre bueno a pesar de que tenía su lado furibundo y un aspecto muy hosco y temible; en la última entrevista con Mónica, en esos días en que moría, se deja ver este Bolaño a la defensiva; se sentía bien en la defensa o en el ataque, nunca en un lugar intermedio. O estabas con él o contra él”.

Un ejemplo es la secuencia de Bolaño, en una entrevista del documental, elogiando con nostalgia y casi al borde del llanto, a su amigo Mario Santiago Papasquiaro, Ulises Lima en Los detectives salvajes.

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