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Una definición frecuente de la palabra pigmento versa sobre la capacidad que estos materiales tienen para modificar «el color de la luz reflejada o transmitida», el pigmento no es el color, sino los materiales, de diversas procedencias, que permiten la manifestación de los colores en diferentes superficies.
En Pigmentos para la melancolía (Colección Poesía-UACM, 2024), de la poeta mexicana Iliana Rodríguez, la memoria proporciona los pigmentos que mezclados con palabras y emociones crean diversas tonalidades que se concretan en poemas, cuya diversidad temática resultará estimulante para el lector que busca escapar de la uniformidad temática recurrente en muchos de los libros de poesía mexicana actual. Sin embargo, hay quien podría alegar que el hilo temático que une a los poemas de este volumen son los pigmentos, sin embargo, como podremos observar a continuación, cada uno de los poemas que conforman este libro podrían tener una existencia individual con respecto de los otros, pues funcionan como textos independientes, más allá de su similitud formal y tonal.
En “Alas para volar en Amarillo plomo-estaño”, poema inaugural de este volumen, las alas aparecen como posibilidad del vuelo propio de la poesía, pero también como artefacto producido por ingenio, alegoría que recupera los artificios de Dédalo y cuya aparición periódica deja patente que estas alas son producto del arte combinatorio del artista, pintor o poeta, para atrapar al vuelo la alucinación simple, el sueño e incluso el trauma.
…tengo las visiones
y estas alas
que no se acaban nunca
de incendiar).
Las polisémicas alas que parecen a lo largo del volumen también podrían hacer referencia a las del “Angeluz Novus” del Paul Klee, al que Walter Benjamin se le revela como el ángel de la historia que en su desenfrenado viaje hacia el futuro va dejando tras de sí «una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies».
La enunciación lírica desplegada en Pigmentos para la melancolía resulta uno de los elementos más interesantes del volumen, pues en cada uno de ellos el yo poético es variable, como cada pigmento. Son muchas las máscaras (el personæ) que la instancia de enunciación se viste, separándose, de manera recurrente, de aquellos registros que pudiéramos identificar como autorreferenciales o autobiográficos, para incorporar el discurso de la historia y con ello enfatizar el carácter social de muchos de los mejores poemas del libro.
De esta vertiente temática destaca “Humo en violeta cobalto”, en el que la autora realiza un impecable relato que homenajea a las 129 mujeres fallecidas el 25 de marzo en la fábrica textil Triangle Waist Co. Escrito en primera persona, el yo poético encarna a una de estas trabajadoras explotadas y criminalmente encerradas en la fábrica por orden de su patrón.
Creímos ver un humo violeta
que ascendía
por los cielos.
Me acerqué a la ventana.
Descubrí la multitud.
Saqué el torso.
Les dije adiós con mi pañuelo.
Estaba en el octavo piso,
y deseé
que en el trayecto me salieran
alas.
Como podemos observar, el yo lírico parece despertar en escenas o sueños, que incluso podrían parecerle extrañas o desconocidas, algo así como en Viajeros en el tiempo (Quantum Leap), aquella serie de los 90, donde la subjetividad del personaje principal ocupaba el cuerpo de diferentes personas en diferentes tiempos históricos.
Me desperté en el piso
de la cocina.
No era mi cocina:
tal vez
despertaba en sueños.
Esta autoconciencia del yo poético de estar en una realidad ajena resulta enigmática, ya que pasa de una voz meditativa a la experiencia vívida de la violencia:
He buscado sus catorce pedazos
en el tiempo.
He sido la esposa que busca a su esposo,
la hermana que busca a su hermano.
Los poemas de Iliana Rodríguez no desdeñan la maravilla de las cosas cotidianas e incluso los referentes de la cultura popular. De ahí ese efecto de cercanía y complicidad que producen con el lector poemas como “Ámbar en ocre amarillo” o “Infierno de Doja Cat en rojo de cromo”.
Si un pigmento es el material que sirve para cambiar el color que la luz que refleja, la poesía de Iliana Rodríguez convierte a las palabras del poema en un diálogo de reflejos y tonalidades que se imprimen en nuestra lectura.
El oficio poético de Iliana Rodríguez se caracteriza por su habilidad para expresar la concreción del objeto poético, sus poemas evocan imágenes vívidas que generan espacios de intimidad, en donde la poesía es revelación y diálogo permanente con el lector.
Es este oficio lo que hace de Pigmentos para la melancolía un libro espléndido en el panorama actual de la poesía mexicana.