Memoria del desierto (Círculo de Poesía Libros, 2023) de Mijail Lamas es un libro único en la poesía mexicana contemporánea. Contra el absurdo obligatorio del libro unitario, este poemario presenta un complejo de temas, tonos, ritmos y secuencias unidos en su mayoría por la semántica del dolor. No hay aquí la usual paja de poemas abigarrados y redundantes que se inscriben sin esmero a un mismo libro para alcanzar las sesenta cuartillas que exigen las bases de un concurso. No está tampoco la escritura de un sujeto rígido, con un solo discurso y un solo discurrir. El libro que construye Mijail Lamas es verosímil porque es dinámico; la voz que construye sus ochenta y un páginas es testimonio de una subjetividad moderna que se habita en los Smiths, el dolor, Philip K. Dick, el capitalismo, Nikola Tesla, la frontera, Meschonnic, la política, Juan Gelman, el desierto...

Memoria del desierto se divide en cinco secciones: “Memoria del desierto I”, “Panic”, “Maniobras no anunciadas”, “Memoria del desierto II (Mitologías)”, “Cuaderno de frontera”. Cada una de estas secciones ofrece una estética particular: el poema con tinte narrativo, el poema contemplativo, el tono conversacional, el lirismo-experimento. El poemario se inaugura con estos versos:


Empiezas a escribirle en el desierto

la carta que te guardas para no contarle


que intentabas hundirte en el costado

abierto de esa luz.


Y se abre el poema. La música, la imagen, el sujeto fuera de sí, el dolor poderosísimo que obliga al yo a salir de su cuerpo y a escribirse desde fuera, desde un tú donde la existencia sea soportable. Estos primeros poemas largos, oníricos y poderosos suponen un arrebato emocional y una tensión lírica precisa con versos como “Tu soledad se doraba como la arena de todas las palabras que jamás le dijiste” o “su nostalgia de insectos done reinaba la mosca tenaz de la impaciencia” o el fortuito diálogo con Lizalde “trastorno psicótico compartido era el amor según recuerdo”.

Pero tras el diluvio de palabras y tras el largo aliento llegan la contemplación, la imagen y la metalingüística:


esto es lo que le hace el cuerpo al

lenguaje

parece

que se rompe

cruje

pero sólo se dobla


el cuerpo

si se quiebra


El sujeto se vuelve cuerpo que se vuelve lenguaje, se mira volverse poema, se quiebra. Los poemas de esta sección son breves, concisos, sustentados en la reflexividad. Aquí el sujeto es un yo de ritmo roto que se permite mirarse de frente, explorarse en la brevedad. La utilización del blanco de la página admite una renovación, un sujeto alerta. Frente a la modernidad saturada de información y discurso, los poema reunidos en esta sección ofrecen un momento de meditación necesaria contra la saturación de sentido.

Esta variedad de tonos posibilita la construcción de un poemario donde cada verso tiene peso, donde la lectura no se ve ciclada por la repetición tediosa de los mismos tópicos, donde, además, se ejercita el deseo por la lectura. La sorpresa, ese factor imprescindible para la contemplación artística, se mantiene vigente durante toda la obra gracias a la exploración poética. Volvemos, más adelante, a encontrarnos con el poema narrativo pero reformulado, con el desierto que a momentos parece más personaje que espacio, volvemos, también, al dolor. Pero el dolor ha mutado. Es político, social, personal, aparece en la frontera, en ese lenguaje de la border, el dolor es un muro que las palabras derrumban y también es nostalgia y resistencia.

Memoria del desierto no propone solo un modo de acercarse a la poesía sino una forma sensata de entender la realidad: rota, diáfana, lírica y profundamente dolorosa. Pero ahí, donde suceden el concreto y el dolor, crece el ruderal y la palabra se convierte en esperanza.

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