Entre las mútliples opciones fílmicas en la ciudad que marcaron el inicio de la temporada veraniega encontramos la programación del Festival Internacional de Cine de la UNAM que del 13 al 20 de junio nos brindó una gran oferta de películas en secciones como Atlas, Ahora México, Competencias, Umbrales, Aciertos, además de otras actividades como conferencias, seminarios, mesas redondas y talleres. De este panorama cabe destacar también las retrospectivas dedicadas a Victor Érice, Jocelyn Saab y Heiny Srour, Paul Leduc y Mathieu Amalric.

Al igual que con las listas anuales (que pueden revelar saberes fílmicos compartidos o bien simulacros pensados para generar seguidores o likes en redes sociales y no cinefilias auténticas), la selección personal de películas favoritas que dan cuenta de nuestro paso por los festivales de cine siempre es abrumadora, aleatoria y pareciera improbable de realizar. Consciente de estas limitaciones, mencionaré de mi larga selección (desde la última gran película de Artzavad Peleshyan Naturaleza (2020), las retrospectivas, los estupendos Umbrales de cine experimental o descubrimientos imprescindibles en Ahora México como Río de Sapos de Juan Nuñch o Competencia Internacional como Todo lo que imaginamos como luz de Payal Kapadia, entre muchas más) un par que, a mi parecer, fueron gratas sorpresas y reencuentros anticipados en esta 14º edición del FICUNAM.

De las posibilidades únicas que este festival siempre ha ofrecido es la oportunidad de ver películas cuya duración rebasa la hora y media o dos horas promedio y que, en otros años según el filme en cuestión, se han llegado a dividir en funciones completas, con o sin intermedio, o en dos partes. Así hemos visto desfilar los largometrajes monumentales de Lav Díaz, Wang Bing, Fredrick Wiseman, Bruno Dumont, Lee-Chang Dong, Cristi Puiu, Bi-Gan y muchos más. Quisiera ahondar en dos películas clave dentro del horizonte del festival y del cine documental reciente: Juventud(Primavera) (2023) de Wang Bing y Noche obscura: adiós aquí, en cualquier lugar (Nuit obscure, Au revoir ici, n'importe ou, 2023) de Silvain George.

Tras su paso por el Festival de Cannes, Juventudse suma a la ya reconocida trayectoria documental de Wang Bing, enfocada en abordar las problemáticas laborales de China desde la implementación de diversas reformas económicas en los años setenta y el impacto que esto ha generado en varios estratos de la sociedad sobre todo en las primeras décadas de este siglo XXI. Desde su primer largometraje colosal Al oeste de los rieles (West of the Tracks, 2022) de más de 9 horas de duración, Bing ha mantenido un estilo asociado a una práctica fílmica tildada como “lenta” o “contemplativa” (slow cinemapara algunos críticos estadounidenses que todo lo ven bajo la óptica de un cine de acción, progresivo y autofuncional), un cine de largo aliento y generalmente sostenido en el plano-secuencia. Pero para este documentalista sus películas no son lentas, solamente se centran en presentar asuntos que no han sido tratados con anterioridad y, por lo tanto, eso requiere otro tiempo, un tiempo necesario, no estandarizado. Y aquí encontamos una de las claves para este tipo de ejercicio fílmico que también como se verá más adelante se encuentra en las películas de Silvain George, más que lento entendido exclusivamente como una cuestión de ritmo, el cine de Bing es extenso, una forma de la durée bergsoniana que transforma el tiempo de manera triple en lo profílmico ante la cámara, en el sujeto/filmador y en lo espectatorial.

Juan Pablo Villalobos, México, 2023, 29 min.
Coral y su hermana embarazada Luz viven en una antigua casa sin agua corriente. En su patio, mientras los albañiles construyen una cisterna, encuentran accidentalmente un entierro prehispánico y un arqueólogo interviene. Por la noche, mientras Luz entra en labores de parto, los hombres harán otro hallazgo inesperado. Foto: FICUNAM
Juan Pablo Villalobos, México, 2023, 29 min. Coral y su hermana embarazada Luz viven en una antigua casa sin agua corriente. En su patio, mientras los albañiles construyen una cisterna, encuentran accidentalmente un entierro prehispánico y un arqueólogo interviene. Por la noche, mientras Luz entra en labores de parto, los hombres harán otro hallazgo inesperado. Foto: FICUNAM

Como su título lo indica Juventud, abarca la vida de varios jóvenes procedentes de las provincias rurales del río Yangtze, de entre 16 y 22 años que trabajan como obreros textiles en la ciudad de Zhili uno de los centros principales de esta industria. Descubrimos así en la existencia cotidiana, en los reducidos talleres de trabajo, en la conversaciones y complicidades, en las habitaciones compartidas, los sueños e inquietudes de una generación aciaga que sustenta todo el engranaje de explotación laboral. A diferencia de Dinero amargo(Bitter Money, 2016) donde Bing había explorado el mundo de la clase trabajadora textil con un grupo de amigos, aquí decide filmar a estos jóvenes desconocidos a lo largo de 5 años de convivencia (2014-2019) y que él mismo ha anunciado como la primer parte de una serie que durará cerca de 9 horas como algunos de sus largometrajes previos. Para ello emplea una cámara testigo, en mano o fija, que siempre elige el emplazamiento perfecto al retratar la terrible realidad del trabajo serial de la maquila. Juventud documenta espacios no vistos o explorados antes y en esa voluntad extensa nos hace partícipes de una microhistoria de alienaciones, monotonías, contingencias e individualidades inadvertidas. Para Bing el cine se transforma entonces en un objeto de pensamiento histórico-político, pues entre lo mostrado y lo que subyace en esas imágenes y sonidos se crea un archivo alterno a aquella realidad de progreso y sociedad de avanzada del discurso oficial.

Esta preocupación se encuentra también en el cine de Silvain George cuyo debut cinematográfico se dio, en efecto, en la primera edición de FICUNAM con Que descansen en rebelión (Figuras de guerras I)[Qu’ils reposent en révolte (Des figures de guerres I, 2010] para filmar sin miramientos a varios grupos de migrantes de África y Medio Oriente en la ciudad de Calais. La obra de George siempre ha girado en torno de la potencia político-poética de las imágenes, interés que delata su formación como filósofo, poeta y cineasta. En varias de sus películas podemos encontrar un hilo conductor reflexivo ya sea sobre la cuestión migratoria o sobre los movimientos de protesta social (como en Paris est un fete - Un film en 18 vagues (2017) o Vers Madrid: the Burning Bright (2012) pero más allá de crear un cine explicativo, de dramatización o didactismo aleccionador, George acentúa ciertas cualidades estéticas de lo audiovisual que fungen como marcaje estilístico y estrategia disruptiva contra cierta tendencia documental al servicio de una narración estable.

Así sucede con Noche obscura: adiós aquí, en cualquier lugar—la segunda parte de una meditación iniciada con Nuit obscure - Feuillets Sauvages (Les brûlants, les obstinés, 2022)— en esta continuación se regresa a Melilla, ciudad portuaria española en Marruecos donde un grupo de jóvenes migrantes (los harragas), capitaneados por Malik, recorren las calles en la búsqueda de un momento idóneo para cruzar hacia Málaga y alcanzar el espejismo europeo. Como lo ha hecho desde el inicio de su filmografía el director elige una composición en blanco y negro —aunque en ocasiones ha jugado con la alternancia entre color y blanco-negro como en Lo imposible, hojas arrancadas (2009)— con secuencias reguladas por fade-outs que lejos de ser episódicos se asemejan a una colección de momentos donde se subraya aquella condición particular de habitar un lugar de paso, lo que Anna Seghers había identificado en su novela Tránsito (1942) sobre los refugiados en Marsella “un tiempo perpetuo donde todos los días son largos cuando no se hace más que esperar.”

Para George, al igual que con Bing, se trata de descubrir esos espacios mediante la mirada del otro. Una traslación permanente y precariedad del existir que se manifiesta mediante un rigor en apariencia, geometristas imágenes de la ciudad angulada, en contraste perfecto, que simulan una prisión y recuerdan la alternancia montajística de Jean Vigo en su cuasinfonía citadina de una Niza cuya brecha social entre clase alta y clase trabajadora pareciera insalvable. Son momentos, entonces, en los que se desquita el instante, figuras a la intemperie que si en otras películas se rebelan frente a esa marginación al actuar ellos mismos sobre su cuerpo— como en Que descansen en rebelión… donde los migrantes en esa voluntad de fuego inextinguible queman sus huellas dactilares o se cubren con una sábana anticipando su propio final anónimo— en Noche Obscura… toma la fuerza de cuerpos marcados con cicatrices y heridas punzantes que dencuncian las violentas políticas de estado, situación que George condensa en la prodigiosa recitación sociopoética de la secuencia final, en un plano compuesto en sombreimpresión múltiple del jóven Hamez que como las otras presencias tiene la voluntad de incendiarlo todo, abandonar los saberes de las generaciones pasadas y renacer de las cenizas.

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