Nuestro nuevo gobierno tiene una oportunidad única de vestirse de gloria, si logra poner los acentos en los lugares correctos. Los editores mexicanos le deseamos el mayor de los éxitos a la Dra. Claudia Sheinbaum al inicio de su administración. Si la va bien a la Presidenta, le irá bien a México.
Desde que tengo uso de la razón, ha habido en México diversos planes y programas de fomento del libro y la lectura, sexenio tras sexenio. Parte del problema es que cada nueva administración pretende inventar el agua caliente, por lo que se desechan todos los esfuerzos anteriores, en aras de una ilusión. Y así nos ha ido.
Desde proyectos bien pensados, como las bibliotecas escolares y de aula, que lamentablemente murieron de inanición, hasta disparates como pretender que la única forma de que hubiera más librerías en México era que el gobierno las estableciera, en lugar de generar las condiciones para que estas florezcan.
A pesar de todos estos esfuerzos desconectados, por gobiernos sucesivos, los indicadores de lectura se mantienen en niveles muy bajos y continúan decreciendo.
De acuerdo con cifras del Inegi, sólo 2% de la población mexicana tiene como hábito permanente la lectura. El promedio de libros leídos por persona en México es de 3.8 al año. Únicamente el 21.9% afirma que tiene una comprensión lectora aceptable. México se sitúa en la posición 51 de los 81 países evaluados de acuerdo con su índice de la lectura.
El problema es que no hemos tenido nunca una política pública integral que considere a la educación, el libro y la lectura como motores del desarrollo de México. En nuestro país se ha visto tradicionalmente al libro y la lectura como un ser inferior, relevante solo para unos cuantos intelectuales, necesitado de una limosna de vez en cuando; pero nunca se ha comprendido como la poderosa herramienta que apuntala el desarrollo de los países.
La educación tampoco ha sido prioridad. Han sido más fuertes los intereses del poderoso sindicato de maestros, que lo que aprendan nuestros niñas y niños. En la actualidad, con los nuevos libros de texto, incluso peor. La lectoescritura, las matemáticas y las ciencias cedieron su lugar a la ideología. En voz de diversos especialistas en educación, nuestros niños y jóvenes no aprenderán a leer ni a escribir, ni a sumar. Un verdadero desastre de aprendizajes perdidos, que tomará muchos años recuperar.
Por ello vale la pena asomarse a ver qué han hecho otros países que han logrado un desarrollo acelerado.
México tenía en 1970 un PIB per cápita del doble del de Corea del Sur y casi igual que el de España. Para 2022, esta cifra era ya en Corea el triple de la de México y en España más del doble. Corea y España son parte de las 10 potencias mundiales en la industria editorial. En México estamos todavía lejos.
¿Qué hicieron España y Corea diferente de México como para lograr tales resultados? No hay que buscar mucho. Invirtieron de manera decidida en educación y lectura. Después de haber puesto a la educación y la lectura como ejes prioritarios para su desarrollo, los resultados son impresionantes.
En la prueba PISA 2022, en el apartado de lectura, Corea aparece 8% arriba del promedio, España en el promedio y México, 13% por debajo. En México nuestros niños y jóvenes no entienden lo que leen.
¿Pero, por qué debería de preocuparnos, si la lectura es considerada por algunos como un “pasatiempo burgués”?
Recientemente se publicó el Manifiesto de Liubliana, que es el resultado de una profunda investigación de académicos de varios países europeos, y nos dice lo siguiente:
“El acto de lectura de nivel superior es un ejercicio de atención y paciencia cognitiva, que amplía las capacidades de vocabulario y conceptuales, mientras que desafía activamente las ideas preconcebidas de los lectores. Son especialmente los textos extensos, como los libros, que mejoran nuestras habilidades de lectura de nivel superior. Ellos nos entrenan para poner a prueba diferentes interpretaciones, detectar contradicciones, sesgos y errores lógicos, así como establecer las conexiones sofisticadas y frágiles entre los textos y los contextos culturales que necesitamos para el intercambio de juicios y emociones humanas”.
“El futuro de la lectura afecta el futuro de nuestras sociedades. Una sociedad democrática, basada en el consenso informado de las múltiples partes interesadas, sólo puede tener éxito con lectores resilientes, bien versados en la lectura de nivel superior”.
Por otro lado, Maryanne Wolf es autora de un fantástico libro titulado Lector, vuelve a casa: Cómo afecta a nuestro cerebro la lectura en pantallas, editado por Deusto, un sello de Grupo Planeta.
En su libro, la Dra. Wolf nos dice lo siguiente: “El largo proceso de desarrollo de aprender a leer de manera profunda cambió la estructura misma de las conexiones de ese circuito que conectaba el cerebro, lo que transformó la naturaleza del pensamiento humano”.
“Lo que leemos, cómo leemos y por qué leemos, cambia nuestra forma de pensar. En un lapso de sólo seis milenios, la lectura se convirtió en el catalizador transformador del desarrollo intelectual de los individuos y de las culturas alfabetizadas. La calidad de nuestro pensamiento es nuestro camino más conocido para desarrollar vías completamente nuevas en la evolución cerebral de nuestra especie”.
¿Si es tan obvia toda la evidencia científica sobre la importancia de la lectura, por qué no le prestamos más atención? ¿Cuándo lograremos una política pública integral, que detone al libro y la lectura como propulsores del desarrollo?
Mientras las librerías sigan siendo castigadas con un régimen fiscal injusto en materia de IVA, mientras siga siendo más barato para una librería en Guatemala importar libros de España que de México, algo estamos haciendo mal.
Mientras no dejemos de ver a la lectura como un “pasatiempo burgués”, mientras no invirtamos en serio en educación y lectura, permaneceremos estancados en el subdesarrollo.
Se puede. Otros países lo han demostrado. Nuestro nuevo gobierno tiene todos los elementos para pasar a la historia como aquél que impulsó el desarrollo del país y nos llevó a una prosperidad compartida.
La industria editorial está dispuesta a contribuir de manera decidida, haciendo lo que sabemos hacer mejor: diseñando y publicando los mejores contenidos creativos, la literatura que nos lleve a soñar, a entretenernos, a ser mejores personas, así como desarrollando los mejores recursos educativos para nuestros niños y jóvenes.