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Dicen que “las cosas hay que tomarlas como de quien vienen”, y pocas veces me he sentido tan halagado como esta semana, que fui parte de la andanada de improperios que, en una de sus cada vez más frecuentes rabietas, lanzó el inquilino de Palacio Nacional a quienes pensamos diferente.
De entrada, nos llamó traidores a cuantos exigimos que la bandera nacional fuera izada en el Zócalo el domingo pasado, con motivo de la Marea Rosa. Todavía no se le pasaba el entripado, cuando, el martes, lo menos que nos dijo a quienes firmamos el Manifiesto de la Comunidad Cultural a favor de Xóchitl Gálvez, fue alcahuetes. Ante la insistencia de quienes quieren que les cuente qué ocurrió durante el encuentro con la candidata, ahí les va:
Apenas la víspera se nos reveló la sede, el Palacio de Minería, para evitar filtraciones y algún plantón como el del zócalo. Sabíamos que sería un diálogo a puertas cerradas entre Xóchitl y Roger Bartra; un par de días antes, Alma Maldonado, Anamari Gomis y yo fuimos invitados a participar. El tráfico impidió que Anamari llegara a tiempo, y tras mi intervención y con una soltura que ni Laura Bozzo, Ángeles Mastretta tomó el micrófono e instó a los presentes a intervenir. Entre otros, escuchamos a Héctor Aguilar Camín, Federico Reyes Heroles y Enrique Krauze, quien la reconoció como abanderada de la libertad, la verdad, la vida y la democracia en México. Valores que, hoy como nunca, peligran ante el embate del partido que pretende perpetuarse en el poder.
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Ya ante los medios, Bartra leyó el manifiesto y Xóchitl dio el mensaje que ha sido ampliamente difundido. No soy quién para revelar lo dicho por mis compañeros, pero sí para compartir lo que dije. Inicié citando a José Antonio Alcaraz, quien “solía decir que el Blanquito, ese edificio entrañable para muchos de nosotros, es la vitrina donde se exhibe lo mejor de nuestra creación artística y, también, el recinto que mejor retrata la situación del país. Cuando las cosas van bien, luce impecable. Cuando no… asómense a verlo ahorita”.
“Es penoso constatar que, así como has señalado el abandono al que este narcogobierno confinó prácticamente a todos los sectores de la sociedad y las instituciones que la sustentan, así, también, ha abandonado a nuestra música y, con ella, a todo el sector Cultural. Perdóneme que le tuteé, señora candidata, pero, así como tú, yo también llegué de provincia. Soy campechano y ejerzo como tal. Y también como tú, me enorgullece ser parte de una minoría que no la ha tenido fácil. Cuando llegué a esta ciudad, hace 35 años, ofrecía una oferta cultural de primer orden y no hubo sacrificio que no ameritara vivir aquí. Cuán venido a menos está lo que hoy queda de ello”.
Todos los sectores de la sociedad y las instituciones que la sustentan, así, también, ha abandonado a nuestra música
Lázaro Azar
“Hasta hace un lustro, los gobiernos de este país tenían muy claro que la Cultura era mucho más que un vistoso broche en la solapa. Es un puente que nos hermana y hace sentir orgullosos de lo que, a decir de Arturo Saucedo, es nuestra mayor riqueza —puntualizando, que no es el petróleo—: la Cultura”.
“En mi columna publicada ayer en el Confabulario, al comentar la Gala de Ópera Mexicana del Siglo XIX ofrecida por la Orquesta Sinfónica del Estado de México, cité las investigaciones de la Doctora Áurea Maya, que nos informan cómo los diferentes gobiernos de aquél México, naciente y convulso, tenían muy claro que la Cultura era la mejor manera de mostrarle al mundo que no éramos unos bárbaros y estábamos insertos en la modernidad. Si en Europa había Ópera, aquí también. Y lo más importante: sin importar las tendencias de los gobiernos en turno, nunca se dudó en destinar generosos recursos para ello”.
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“Hace unos días, el mundo conmemoró que, el 7 de mayo de 1824, se estrenó la Novena Sinfonía de Beethoven. Entre los solistas que cantaron aquella noche, estuvo una jovencita, Henriette Sontag, que acabó revelándose como una soprano extraordinaria. Fue tal su fama, que, a través de una de sus partidas secretas, el gobierno de Antonio López de Santa Anna la contrató para venir a México, y el 17 de mayo de 1854, fue, también, quien cantó por primera vez nuestro Himno Nacional. ¿En qué momento dejamos de tener lo mejor del mundo, para acabar padeciendo los berridos desafinados del inefable par que masacró nuestro Himno, durante el arranque de campaña de la narcocandidata de las mentiras?”
“Hace 200 años, la Cultura fue decisiva para articularnos como país, sin importar las diferencias que liberales o conservadores pudieran tener. Si algo me atrapó del documento que hoy recibes, es que inicia señalando que, quienes ‘firmamos este manifiesto, tenemos diferentes puntos de vista políticos e ideológicos’”.
“Celebro cuánto has enfatizado que, como ingeniera, vas a mantener lo que esté bien hecho y enderezar lo que tenga remedio. Por ello, anhelo que México vuelva a arropar a todos sus artistas, a todos sus músicos. Sin excluir a aquellos que, por no encajar en las filias sexenales y salirse de esa ‘uniformidad gris’ de la que se habla en el Manifiesto, de lo menos que les han tachado aquí, en su casa, es de fifís, sin reparar que, con su trabajo diario, su creatividad y disciplina, engrandecen y dan lustre a nuestra patria”.
“Ahí tenemos a Rebeca Olvera, cuya voz conmovió ayer al público argelino, a Alondra de la Parra, que nos contagia con su ritmo y vitalidad cada vez que empuña la batuta, o a compositores como Jorge Vidales, cuyos Cantos de Réquiem por las víctimas de la pandemia, causaron sensación en Washington, donde fueron estrenados… y aquí seguimos sin oírlos. Puedo entender que haya directores a los que no les interese programarlo; lo que resulta inadmisible, es que el recorte presupuestal a las orquestas limite lo que éstas pueden ofrecerle al público. Los conciertos son cada vez menos interesantes y se escudan en que ‘eso, es lo que le gusta a la gente’.
“Señores, acuérdense de lo que decía Carlos Chávez, quien además de compositor, fue también un visionario creador de instituciones: ‘al público no hay que darle lo que pide. Hay que enseñarlo a pedir.’ Estoy seguro que el Decálogo, elaborado por el equipo de Cultura que encabeza la gran Consuelo Sáizar y al que me honra pertenecer, te va a ser muy útil, porque la inaplazable Reconciliación Nacional, empieza y se consolida a través de la Cultura.
“Así como José Vasconcelos diseñó el programa que insertó a México en el siglo 20, a través de dicho Decálogo podrás devolverle a México ese futuro que nos ha sido arrebatado. Un futuro multicolor, como la diversidad sexual con la que te agradezco te comprometieras el viernes pasado, y como lo es, también, la Oposición, representada por todos nosotros, y que, esperanzada, hoy, aquí, te brinda su voto.”
No han faltado quienes me tachan de facho por esto. Yo, le llamo congruencia.