“Luchamos porque todas las personas que se sientan atraídas por otras de su mismo sexo sepan que sus sentimientos son naturales, normales, dignos y justos”.

Con estas palabras inicia la Declaración de las lesbianas de México, leída por Nancy Cárdenas en la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer en junio de 1975, en la Ciudad de México.

En ese momento, Nancy Cárdenas era ya una figura pública que destacaba por sus controversiales declaraciones, centradas principalmente en la defensa de los derechos de los homosexuales.

—Nancy, ¿qué opinas del lesbianismo y el homosexualismo?

—¡Me parecen sucesos maravillosos! Porque considero que sin esas luchas el siglo XX no se diferenciaría del siglo XIX.

Durante la segunda mitad del siglo XX las luchas de las minorías sexuales fueron impulsadas por el arduo trabajo de mujeres y hombres que abrieron, en condiciones muy adversa, el camino para que las nuevas generaciones gozarán de mayor libertad.

Originaria de Parras, Coahuila, Nancy Cárdenas llegó a la Ciudad de México para estudiar medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México, en los años cincuenta del siglo pasado. La recién llegada se integró a la generación de estudiantes que inauguraba el nuevo campus, Ciudad Universitaria, con sus amplias áreas verdes y sus modernos edificios.

Muy pronto, abandonó la carrera de medicina; su vocación estaba en la escritura y la actuación. Ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras y ahí encontró un mundo que le permitió liberar sus cualidades de liderazgo, creatividad y disidencia. Fue una joven audaz, capaz de vivir su sexualidad libremente en un momento en que no había cabida para la diversidad sexual. Sabiéndose parte de una minoría, se identificó desde muy joven con las luchas por los derechos de los oprimidos y marginados; se volvió militante de izquierda, se afilió al Partido Comunista de México y participó durante sus años de estudiante universitaria en todas las marchas que pudo, de maestros, obreros, ferrocarrileros, médicos, en apoyo a la Revolución Cubana, etc.

Fue muy activa en el movimiento de 1968 y vivió la brutal represión del ejército sobre los manifestantes el dos de octubre; la aplastante realidad cortó de tajo las utopías de los dorados años sesenta, se hizo una pausa, un silencio, que los Juegos Olímpicos, de los cuales México fue sede, se encargaron de invisibilizar. La tragedia se volvió celebración deportiva y cultural. Parte importante de la generación de universitarios a la que Nancy pertenecía salió del país ante el temor de ser acosados por el gobierno o fueron contratados para trabajar en la llamada Olimpiada Cultural.

Durante la siguiente década, el gobierno desarrolló una serie de mecanismos de represión que serán conocidos como “Guerra Sucia”, paralelamente a esta violencia de Estado los movimientos feministas y de liberación homosexual tomaron fuerza.

Nancy se convirtió en protagonista de este último y encontró en el feminismo una perspectiva política que sustentó su permanente lucha por los derechos de la comunidad lésbico-gay. Al inicio de la década de los años setenta, Cárdenas sube a los escenarios teatrales, pero no para retomar su carrera de actriz, sino la de directora de escena, práctica dominada históricamente por los hombres, donde muy rara vez se deslizaba el nombre de alguna mujer, como Lola Bravo quien coincidirá en el tiempo con ella llevando a escena algunas obras o el recuerdo de la directora nacida en Estados Unidos y de origen mexicano Luz Alba, quien tuvo una importante presencia en México en los años cuarenta, o los nombres de las míticas divas de la escena como Esperanza Iris o Virginia Fábregas que lograron diversificar su práctica actoral, asumiendo la dirección no sólo de escena sino de grandes compañías sustentadas sobre sus figuras.

Nancy se impuso como directora de escena e hizo del teatro una trinchera. Se autodenominaba “guerrillera disfrazada de artista”, “francotiradora de la política”. Usando este lenguaje de lucha armada comenzó una batalla política en los escenarios; su objetivo era confrontar al público, abrir la mirada de este hacia las disidencias sexuales y en general hacia una visión crítica de las formas en que se ejerce la sexualidad bajo los cerrados preceptos impuestos a nuestra convivencia social.

En el año de 1975, se realiza en la Ciudad de México un importante evento para el feminismo en México. La ONU instituye el Año Internacional de la Mujer, y la ciudad de México se convierte en sede de su primer encuentro mundial. Se llevó a cabo en dos escenarios: uno, el de la sede oficial, en el Centro de Convenciones situado en Tlatelolco y otro, abierto al público, la llamada Tribuna Libre se realizó en la Unidad de Congresos del Centro Médico.

La actividad realizada en la Tribuna Libre fue cubierta ampliamente por la prensa y, salvo contadas excepciones, las notas periodísticas rebosaban en amarillismo y mala fe, buscando descalificar a las mujeres. Pese a ello, quedó plasmado el relato de lo accidentado de la organización, los intentos de sabotaje, la fuerza de las mujeres y la visibilización, por primera vez en México, de las lesbianas.

La presencia de Nancy en la Tribuna levantó olas, incomodó a la audiencia, a la prensa y a la izquierda. Hay dos textos suyos donde da cuenta de su experiencia y de las resonancias que tuvo el feminismo en sus posteriores reflexiones. Fue una columnista muy activa que colaboró en varias revistas como Eros, Fem, Caballero y Él, entre otras. Citaré aquí dos textos que dan cuenta de la relación que estableció con el feminismo como un aparato crítico para sustentar la lucha del movimiento de liberación homosexual.

En “Mujeres juntas ni difuntas”, colaboración para la revista Eros, Nancy deja plasmados los logros y arbitrariedades por los que atravesó el encuentro y se anuncia satisfecha de lo alcanzado: “Cierto que pretendieron insultarnos con la palabra lesbiana, que se negaron a abordar con criterio científico el problema de la prostitución a fin de seguir explotándonos legal e ilegalmente, que nos adjudicaron la tontería como privativa de nuestro sexo, (…) Todo eso es cierto, pero aquí estamos todavía vivas, escribiendo, estudiando, hablando, aceptando riesgos, dando fe de nuestra irreductible voluntad de cambio”.

Los riesgos que mujeres y hombres disidentes vivieron durante esos años se materializaban en las burdas estrategias de intimidación y represión. En la Tribuna Libre destacó la participación de la feminista norteamericana Betty Friedan, autora del libro "La mística femenina" y cofundadora de la organización feminista NOW (National Organization for Woman). Friedan hizo una crítica frontal a la organización. Según la narración de la joven periodista Elena Poniatowska, consideraba un insulto a las mujeres que un hombre, el procurador general de la república, Pedro Ojeda Paullada presidiera el encuentro, propuso por tanto hacer una declaración conjunta sobre el hecho. La propuesta fue recibida con entusiasmo y superó las espectativas, dando pie a la organización de una manifestación que se llevó a cabo afuera de la sede principal de la Conferencia. Este hecho le valió a Friedan ser vigilada por la policía y citada por el mismo Ojeda Paullada. En su texto, Nancy describe este suceso: “El señor Procurador de Castigos Nacionales llama a Betty Friedan a su oficina y, como todo un niñito ingenuo, don Pedro le pregunta (después de una inofensiva caminata que la líder gringa de NOW había organizado) si alguna o algunas mujeres mexicanas se habían acercado a ella en la ciudad de Nueva York o aquí, (nótece cómo se cierra el cerco policiaco) para solicitarle que la tal caminata se efectuara”.

Por último, Nancy arremete contra la ortodoxia de la izquierda que no concibe a los hombres y mujeres socialistas como homosexuales: “Las izquierdas mexicanas nunca se olieron que la lucha de las minorías eróticas también es la lucha de las minorías raciales, también es la lucha de los disidentes políticos, de los desposeídos, es la lucha contra el ‘control moral’ de la sociedad, por la liberación de todos los seres humanos”.

En el texto titulado “De la conciencia feminista como incómodo tesoro”, escrito tiempo después de este encuentro, Nancy reflexiona sobre algunas de sus puestas en escena emblemáticas, como "El efecto de los rayos gamma sobre las caléndulas" de Paul Zindel y "Los chicos de la banda" de Mart Crowley. “La conciencia feminista nunca llega como un regalo. Es más bien una iluminación paulatina que se va apoderando de una persona sin que ésta pueda hacer nada por impedirlo a menos que esté furiosamente entrenada para el sometimiento. Es también, o puede ser, una avalancha interior de furia por ese sometimiento padecido tan inconscientemente por una misma o por las demás”.

Desde la perspectiva de Cárdenas, la conciencia feminista es un estado de percepción constante, una mirada crítica sobre el patriarcado que permite a las minorías unirse para reflexionar y resistir a los sistemas de dominación y sometimiento. Afirma que cuando llevó a escena el texto de Zindel, tenía vagas referencias del movimiento feminista: “El hecho de que la obra requiera sólo de presencias femeninas no quiere decir que sea feminista. Más bien se alimenta en ella un vago rencor por un admirado mundo femenino al cual se quiere someter (…)”.

Su reflexión se centra en la dirección escénica como acto político. Señala la libertad del director para decidir seguir al dramaturgo y agredir a la figura femenina o simplemente tratar de representarla con sus rasgos positivos y negativos.

Sobre "Los chicos de la banda" escribe: “En los países cultos la lucha feminista y la de los homosexuales por su liberación se dan conjuntamente e incluso en muchas ocasiones optan por un frente aliado. A los homosexuales masculinos se les desprecia en gran parte por una falsa noción, la de que los hombres quieren ser mujeres. Y si dentro del esquema machista de pensamiento la mujer es inferior y despreciable, aquel que naciendo hombre opta por identificarse con el mundo femenino es doblemente despreciable”. Propiciar, entonces, una aproximación al mundo de los homosexuales era también una apertura saludable y un llamado a la reflexión, a la responsabilidad compartida por todos de someter a quienes ejercen libremente la elección personal en materia sexual.

El teatro de Nancy rebasó su dimensión estética, sin perderla, y se posicionó como una herramienta de sensibilización para la sociedad. Así fue que Los chicos de la banda abrieron una puerta que nunca más debe cerrarse.

La guerrillera urbana feminista, la directora de escena lesbiana que se impuso al machismo teatral, dejó un sello indeleble y sus luchas son hoy banderas desplegadas de las comunidades eróticas disidentes.

José Luis Ramírez, “Nancy Cárdenas llama avance cultural al homosexualismo”, El Figaro, 17 de julio de 1979.

Luz Elena Pico, “Nancy Cárdenas. Soy una Guerrillera disfrazad de artista”, El Mexicano, 1981.

Lita Paniagua, “Francotiradora de la política”, Siempre, 1975.

Mecanuscrito. Archivo Nancy Cárdenas, Biblioteca de las Artes, Fondos especiales, Centro Nacional de las Artes.

Elena Poniatowska. “La Mosca en la sopa de Ojeda Paullada: las lesbianas son usadas para desacreditar el Movimiento Feminista en el mundo”, Siempre, 1975.

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