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En la actualidad se publican cerca de 745 mil títulos nuevos cada año en todo el mundo. Este fenómeno tiene su origen, por un lado, en la imprenta de Gutenberg, hacia 1450, pero, sobre todo, en los dos pilares que han sostenido a la industria editorial y la creación intelectual a lo largo de la historia reciente. Hablo del derecho de autor y de la libertad de publicación.
El derecho de autor que conocemos hoy se remonta al Estatuto de la Reina Ana, aprobado en 1710 en Inglaterra.
Este estatuto puede considerarse la primera regulación legal del derecho de autor. Con su implementación se asentaron los principios jurídicos que hoy sustentan los derechos de la Propiedad Intelectual.
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El marco legal del derecho de autor ha permitido:
1. El impulso y el fomento a la creación intelectual. Gracias al derecho de autor, miles de autores en todo el mundo confían en que será retribuido su esfuerzo de dedicar largas horas a escribir.
2. El florecimiento de una pujante industria editorial, que da empleo a miles de personas y en la que cientos de editores invierten su capital en la publicación de novedades, con la confianza de que podrán recuperar su inversión.
3. Este sistema legal ha proveído a la sociedad de una cantidad de información publicada como nunca antes en la historia de la humanidad. Todo ello gracias al derecho de autor.
Actualmente el instrumento que regula las leyes de derechos de autor en todo el mundo es un tratado internacional conocido como la Convención de Berna, adoptada en 1886. La Unión Internacional de Editores se fundó diez años después, en 1896, con el objetivo de promover la firma de la Convención de Berna y también para defender la libertad de publicación.
El derecho de autor se encuentra bajo ataque en la actualidad. Hay enormes intereses económicos detrás de la narrativa de que la información y el conocimiento deberían de ser libres y gratuitos, para consulta de todos, en cualquier momento. Hay empresas multimillonarias, cuyo modelo de negocio se alimenta de toda la información gratuita que puede obtener, para vender publicidad.
Sin embargo, el reconocido autor Yuval Noah Harari dice en su extraordinario libro 21 Lessons for the 21st Century que: “El verdadero negocio de los gigantes tecnológicos no es en absoluto vender publicidad. Más bien, al captar nuestra atención, logran acumular inmensas cantidades de datos sobre nosotros, que valen más que cualquier ingreso publicitario. No somos sus clientes. Somos su producto”. Aterradora pero esclarecedora revelación.
Si se ha podido publicar la inmensidad de información a la que tenemos acceso hoy ha sido gracias al derecho de autor, mismo que en la actualidad muchos quisieran dinamitar. La falsa dicotomía, que pretende hacer ver al derecho de autor como un obstáculo para el acceso a la información, no se sostiene.
Recientemente llegó un juicio de amparo hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Una organización exigía la inconstitucionalidad del Mecanismo de Aviso y Retirada, que es la manera como en todo el mundo se protegen los derechos de autor en línea.
Se argumentaba, falsamente, que el derecho de autor limitaba la libertad de expresión. Nada más lejos de la realidad. Después de una larga batalla legal, los abogados de la industria editorial y de muchas otras que hubiesen resultado gravemente afectadas, lograron mostrar a los Ministros de la Corte la importancia de este mecanismo. Eliminarlo hubiera supuesto ir a contracorriente de lo que sucede en todo el mundo, además de violaciones al T-MEC.
El Mecanismo de Aviso y Retirada fue finalmente declarado constitucional, como lo es en todos los demás países del mundo. De ese tamaño es la importancia del derecho de autor.
Por otro lado, ni el mejor sistema de derechos de autor en el mundo es suficiente si los editores no contamos con la libertad de publicación. De hecho, ahora hablamos de la “trinidad de libertades”: de expresión, de publicación y de lectura. De manera lamentable, las tres están bajo asedio en la actualidad.
Recientemente, a finales de mayo, se llevó a cabo en Lillehammer, Noruega, la tercera edición del foro más importante a nivel mundial que trata sobre estas tres libertades: el World Expression Forum.
Durante el foro se dio a conocer la lista de finalistas para el prestigiado Prix Voltaire, que entrega de manera anual la Unión Internacional de Editores (IPA, por sus siglas en inglés) a editores perseguidos y amenazados por el tipo de libros que publican.
Cuando tuve el honor de presidir la IPA, dije siempre que me hubiera gustado algún día poder declarar desierto el Prix Voltaire, porque no hubiésemos encontrado ningún editor en riesgo.
Tristemente, nunca tuve la oportunidad, porque cada año recibimos decenas de casos de todos los rincones del mundo. La lista de finalistas de este año incluye editores de Turquía, Serbia, Rusia, Bielorrusia y Palestina. Dos de ellos están en prisión, uno condenado a cadena perpetua, debido al tipo de libros que publicó, considerados ofensivos para el gobierno de su país.
La comunidad editorial internacional se manifiesta de manera determinada en contra de este tipo de atrocidades. El día en que perdamos estas tres libertades, habremos llegado a 1984, la distopia de George Orwell. Confío en que tengamos la sensatez para que eso no suceda.
La ceremonia de premiación del Prix Voltaire se llevará a cabo este año durante el 34 Congreso Internacional de Editores, que se realizará del 3 al 6 de diciembre, en el marco de la espléndida Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
La libertad de lectura está también amenazada. Recientemente la Asociación de Editores de Estados Unidos (AAP) logró que se reconociera como inconstitucional una ley en el estado de Texas que pretendía censurar miles se libros y prohibirlos en librerías y bibliotecas del estado.
Los regímenes autoritarios están en aumento en todo el mundo. La última defensa se encuentra en la trinidad de libertades: de expresión, de publicación y de lectura. Debemos de seguir luchando por mantenerlas, a toda costa. Si las perdemos, lo habremos perdido todo. Leamos a Orwell.