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La influencia de los filósofos no siempre ha sido directa o visible, pero a lo largo de la historia, su pensamiento ha moldeado formas de gobierno, derechos civiles y la moralidad de los estados. Este impacto puede rastrearse desde la antigüedad hasta el presente, en un mundo cada vez más interconectado y globalizado.
En la Antigua Grecia, cuna de la filosofía occidental, Platón y Aristóteles jugaron un papel crucial en la configuración de las ideas políticas. Platón, por ejemplo, expone su concepto del “rey filósofo”, en el que destaca la importancia de la sabiduría en el liderazgo, al proponer que solo quienes han alcanzado un entendimiento superior de las ideas abstractas (el bien, la verdad, la justicia) pueden tomar decisiones que beneficien a la totalidad de la sociedad. Aunque esta visión idealista rara vez —y repito: rara vez— se ha concretado en la realidad política, marcó una impronta fundamental en el pensamiento político posterior.
Aristóteles, discípulo de Platón, fue más pragmático en su concepción de la política. A diferencia de Platón, no abogaba por un gobierno exclusivo de filósofos, sino por un sistema mixto en el que diferentes clases sociales trabajaran juntas en la “administración pública”. Sin embargo, su énfasis en la importancia de la virtud y la educación en los líderes políticos, así como su análisis detallado de las formas de gobierno (monarquía, aristocracia y democracia), subrayaron el papel que la filosofía podía desempeñar en la vida política.
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Si bien las ideas de Platón y Aristóteles sentaron las bases de la filosofía política occidental, en China, por ejemplo, Confucio desarrolló un sistema ético y político basado en la moralidad personal y el respeto a las jerarquías sociales. Aunque no es estrictamente un filósofo en el sentido griego, su influencia en la política fue innegable: durante siglos, los gobernantes chinos adoptaron sus enseñanzas como guía para el buen gobierno, y sus ideas sobre la ética y la responsabilidad política siguen resonando hoy en día en la cultura asiática.
Con el paso de los siglos, la relación entre la filosofía y la política ha sido a menudo compleja y ambivalente. Durante la Edad Media, los filósofos estuvieron generalmente subordinados al poder de la Iglesia, y el pensamiento político estuvo dominado por ideas teocráticas. Sin embargo, pensadores como Tomás de Aquino intentaron reconciliar la filosofía aristotélica con la doctrina cristiana, subrayando la importancia de la ley natural como fundamento del orden político y, sobre todo, la ética. Aunque en este periodo los filósofos no ocupaban un rol político central, su capacidad para influir en la moralidad y la concepción de la justicia se mantuvo fuerte, influyendo en los reyes y emperadores que gobernaban bajo la sombra de la Iglesia (recordemos aquí a los sofistas, hábiles supervivientes).
Con la llegada de la modernidad, la filosofía volvió a tomar un rol preponderante en la política, especialmente durante la Ilustración. Este fue un periodo en el que el pensamiento racional y el cuestionamiento de las instituciones establecidas, como la monarquía absoluta y la Iglesia, abrieron el camino para nuevas formas de gobierno. Filósofos como John Locke, Jean-Jacques Rousseau y Montesquieu fueron fundamentales en la conceptualización de los derechos individuales, el contrato social y la separación de poderes. Estas ideas influyeron directamente en las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII.
Locke postulaba que el gobierno debía ser una entidad al servicio del pueblo, y que los derechos fundamentales como la vida, la libertad y la propiedad debían estar garantizados por el Estado. Asimismo, Rousseau con su idea del “contrato social”, introdujo la noción de que la autoridad política legítima debe emanar del consenso de los gobernados, una idea que, al día de hoy, es central en las democracias contemporáneas.
En los siglos XIX y XX, los filósofos continuaron influyendo en la política, pero de manera más polarizada. En este periodo surgen ideologías opuestas que a la fecha definen gran parte del espectro político mundial. Karl Marx, propuso un análisis crítico del capitalismo y una filosofía de la historia que culminaba en la lucha de clases y el establecimiento de una sociedad comunista. Sus ideas inspiraron movimientos revolucionarios en todo el mundo, desde la Revolución Rusa hasta la Revolución China, y continúan siendo objeto de debate tanto en la academia como en la política práctica. ¿Qué hay de marxismo en el ámbito político moderno de México, por ejemplo?
Hoy, el rol de los filósofos en la política ha cambiado. Si bien rara vez ocupan posiciones de poder directo, su influencia persiste a través del debate público, la educación y la crítica social. Pensadores como Noam Chomsky o Jürgen Habermas han sido influyentes al denunciar las estructuras de poder, la manipulación mediática y las injusticias sociales. Sus ideas, aunque no siempre adoptadas por los políticos, alimentan los movimientos sociales que buscan transformar las estructuras de poder globales, desde el feminismo hasta el ambientalismo.
Por otra parte, la filosofía política contemporánea ha tenido que adaptarse a un mundo en constante cambio, donde los problemas de desigualdad, cambio climático y globalización requieren nuevas formas de pensar. Filósofas como Martha Nussbaum, con su enfoque en las capacidades humanas y el bienestar global, o Judith Butler, con su teoría de la performatividad y el género, han ampliado el horizonte de la filosofía política para incluir cuestiones que en siglos anteriores eran invisibles o ignoradas. Por su parte, Markus Gabriel cuestiona la existencia misma del mundo y por ende de la política como idea del orden.
Si bien rara vez han ocupado el poder directamente, los filósofos han sido, y seguirán siendo, críticos, guías y visionarios que nos obligan a cuestionar las estructuras que nos gobiernan y a imaginar nuevas posibilidades para el futuro. La política sin filosofía sería una maquinaria ciega y sin propósito…