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La obra literaria de Verónica Murguía se ha movido entre la escritura de libros para niños y jóvenes, pero también en una narrativa que está dotada de una gran erudición y en una documentada investigación sobre personajes y acontecimientos de la época medieval, fascinación que atribuye a su formación de historiadora. Lo ha hecho en libros de cuentos y en novelas. Aunque ya había publicado Auliya, El fuego verde y Ladridos y conjuros, la novela Loba, de 2013, la llevó no sólo a obtener el Premio Gran Angular de Literatura Juvenil, en España, también esa novela a la que dedicó casi una década de investigación, la llevó a otros niveles, a ser traducida a varios idiomas y ser reconocida como una escritora exigente en el uso de la lengua. Loba es un parteaguas de su literatura, a la que se han sumado los libros de cuentos El ángel de Nicolás y Rituales, así como las novelas Talismanes para el camino y El cuarto jinete, una obra profundamente documentada que tiene como contexto la peste bubónica de 1348 que mató a más de un tercio de los habitantes de Europa. Pero además una larguísima lista de libros para niños.
Verónica Murguía (1960), quien también es traductora y ha ejercido el periodismo, recibió el pasado septiembre la Medalla Bellas Artes, junto con la poeta Pura López Colomé. En entrevista, conversa de su formación lectora, de su escritura, de sus inseguridades ante cada obra literaria nueva y del proyecto de escribir poesía que tenía con su esposo, el poeta David Huerta, proyecto que se truncó con su muerte, ocurrida hace dos años. También habla de la violencia que desgarra a México y de la marginación a la que el Estado mexicano ha llevado a los creadores y artistas mexicanos.
Han pasado dos años de la muerte de David Huerta, tu par, tu inspiración, tu cómplice, ¿en qué momento creativo te encuentras?
Es un buen momento, apenas me estoy recuperando de la viudez, o sea, no me estoy recuperando en el sentido de sentir que no me falta, me va a faltar siempre, no sé quién me dijo que tengo dolor de miembro fantasma y yo le decía: “El miembro fantasma soy yo y el cuerpo incompleto es él”, pero yo sentía que la parte más importante de mi experiencia cotidiana era hablar con él y lo sigo sintiendo, pero después de casi dos años, por fin, mi imaginación se está moviendo y estoy en un momento de cierta efervescencia.
Cuando él murió se detuvo un momento en el que estábamos los dos de mucha plenitud creativa. Cuando le dieron el Premio FIL a David (2019) le dio mucha tranquilidad, él no era arrogante, en absoluto, lo que le dio fue aplomo y ese aplomo se me contagió. Por supuesto, estábamos en un momento de muchas lecturas. Yo quería escribir poesía, pero me salía muy mal y él me dijo que íbamos a empezar con poesía rimada en 2023, total que no se hizo nada de eso, porque él murió, pero yo tenía ya un montón de lecturas para trabajar, para hacer nuevos cuentos, hacer novelas juveniles e infantiles; traía muchas cosas, todas esas cosas se detuvieron y ahorita las estoy retomando, sobre todo estoy leyendo otra vez, con intención.
¿Eres lectora voraz de autores e historias de tiempos pasados, pero presentes porque hablan de lo humano?
Siempre estoy leyendo a gente que se murió hace mil años o más, ahorita estoy leyendo a Dionisio Areopagita que era un teólogo que hizo una clasificación de los ángeles, suena muy ocioso, pero no lo es porque también habla de nuestra relación con la divinidad, cómo veían los medievales el cuerpo como un vehículo para entender por qué cada parte del cuerpo, según él, corresponde a una virtud angelical. Esas lecturas que son un poco extravagantes a mí me llenan muchísimo. Y estoy leyendo Harry Potter, otra vez, que es un libro que me ayuda cada vez que estoy metida en alguna tristeza; el libro me anima muchísimo porque a Harry le va muy mal, pero sale adelante, porque como en toda la literatura infantil son historias fuertes, sin muchos eufemismos y con sentido del humor.
La forma de escribir ha cambiado muchísimo, han sido miles de páginas que se han quedado en la basura
Verónica Murguía, escritora
¿La Medalla Bellas Artes llegó en un buen momento?
Me toma en un momento en el que siento que me hacía mucha falta, estaba insegura. Todos los escritores todo el tiempo nos estamos preguntando sobre nuestro lugar, y de repente a mí me daban unos ataques de inseguridad, de ¿qué estoy haciendo leyendo a Dionisio Areopagita?, pues como que no venía al caso, pero siempre vienen al caso, la experiencia humana siempre viene al caso. Las lecturas siempre me dan un empujoncito. Y estoy leyendo poesía, que eso siempre me enriquece.
¿Se ha modificado tu acercamiento con la lectura?
Mi forma de leer no ha cambiado tanto, hice estudios incompletos de Historia en la UNAM, entonces la forma de leer no ha cambiado, pero la forma de escribir ha cambiado muchísimo, han sido miles de páginas que se han quedado en la basura. Me recuerda una cosa de Gorostiza que es un poco mi lema: lo que no sirva, se va, y también lo decía David, el primer verso suscita el poema, pero cuando el poema está terminado sino sirve, se va, y duele el alma, pero se van y cada vez que se van uno aprende, porque menos es más también en la literatura.
¿En esos comienzos de lectora tu abuela fue muy importante?
Mi abuela fue fundamental en mi relación con los libros, la definición de mis intereses tiene que ver con ella. Ella era animosa incluso por razones religiosas, porque decía que la desesperanza es pecado venial. Eso me parecía entre misterioso y absurdo, como tantas cosas de la teología, pero ahora entiendo a qué se refiere. Probablemente se refiere a no desfallecer y tener una mirada más amplia. Mi abuela se dio cuenta de que yo tenía la sensibilidad necesaria para que me fascinara la historia, la experiencia humana. Hay gente que es un prodigio para la música, que escucha y que toca, yo no puedo hacer nada de eso, escribir me cuesta mucho trabajo, me parece muy laborioso, soy muy perfeccionista. No tengo muchos talentos sinceramente, lo que tengo es esa capacidad de imaginar el pasado, probablemente es lo único que tengo, y una disposición a decir esto está mal escrito y se va.
En el sexenio de López Obrador se nos acusó de conservadores, meritocráticos
Verónica Murguía, Medalla Bellas Artes 2024
¿No vas a la Edad Media por irte de la realidad, vas allá en búsqueda de armas para leer esta triste realidad que vivimos?
Siempre ha sido igual, nada ha cambiado. Me pregunto, si estamos en el siglo XXI por qué estamos repitiendo las estrategias de terror de la Edad Media de colgar un cuerpo despedazado, para decir: “Aquí no se acerquen porque aquí mando yo”. Ya es hora de cambiar. Hay cosas que sí me da alegría haber atestiguado: el matrimonio igualitario, los derechos de los animales, cierto feminismo que ya está quedando en la Ley y la defensa del planeta, pero la defensa del planeta a mí me alegra y me entristece porque el planeta nunca había estado así. Hay optimistas que dicen: “Ya se había calentado el planeta”. Sí, se había calentado, pero no lo habíamos calentado nosotros.
Después de la pandemia, de una manera sumamente ingenua pensé: pues sí ya estamos en el siglo XXI, igual nos saltamos todas las guerras renacentistas y de religión, estaba verdaderamente muy desorientada. La realidad es que entramos en un momento donde se debe sedimentar esta experiencia, sobre todo que en México fue una catástrofe sanitaria. Pero nada, todo volvió: Trump, Ucrania, luego Israel, Sudán, hay mil guerras, sin hablar que nosotros los mexicanos estamos padeciendo una guerra, pero una guerra que no tiene ideología que sólo tiene una lucha por el dinero, entonces la guerra del narco, que se vaya gente de Chiapas a Guatemala, es que yo lloraba como loca porque es gente que está vulnerable, es a la gente a la que el gobierno le debe todas las promesas que no ha cumplido, entonces, claro, yo voy a la Edad Media pero no para huir, porque no se puede huir del mundo.
¿Hay una posibilidad de esa experiencia humana que lees en la historia, qué podría traer a este país para sobrevivir?
Tengo esperanza en los jóvenes, me encantó que dijeran: “A nosotros no nos manipula nadie y nos vemos ahorita en el Zócalo” ante la reforma judicial, o en Estados Unidos cuando nadie decía mucho de la guerra de Israel contra Palestina, los muchachos salieron en todas las universidades, yo estaba muerta de amor por ellos, por la resistencia civil.
Tu discurso al recibir la Medalla Bellas Artes caló hondo, tu llamado a enaltecer el arte, la cultura y la educación.
La cultura es una forma de resistencia. Quería hablar sobre la necesidad de que haya escritores en este mundo, de que haya arte. La gente tiende a pensar que el arte es un lujo, ¿qué lujos tenían los que vivían en las cavernas y pintaron esas cosas maravillosas? Ante las cuales uno de veras siente en el corazón que son estremecedoras en su belleza. A veces, el artista, el bailarín, el hombre que hace teatro o la mujer que hace teatro, el músico, la música, la compositora, el escritor, la poeta, todos ellos parecen que son los músicos del Titanic, pero creo que hay que dar fe y que una sociedad sin arte es una turba que está en manos de cualquiera.
Quería decir también que el arte desde hace sexenios fue arrumbado en un rincón, pero que en el de Andrés Manuel López Obrador fue terrible, no sólo se nos acusó de conservadores, elitistas, meritocráticos, también lo que hizo fue decir: “Aquí está la cultura popular, o sea, la cultura buena, la cultura que nos importa, la cultura auténtica”, como si la que hacen todos los demás no lo sea, como si Muertes sin fin fuera hecho en China. Nos dijo: “Aquí está la cultura auténtica contra la cultura fifí”, pero ni siquiera es la cultura tradicional mexicana lo que él enarbolaba. La idea, por ejemplo, de que sólo hubiera música de la que enaltece al narco como la representación de la cultura mexicana a mí me dejaba desolada.
¿Qué consideras que falta por hacer en cultura y educación?
Hay que educar, democratizar verdaderamente, esa es la participación de todos, no nada más lo que él llama “el pueblo bueno”, ese adjetivo nunca lo entendí y luego ese odio visceral contra el extranjero como si el narco estuviera compuesto por españoles, gringos, no señor, son mexicanos matando mexicanos.