Tienen reservados sus murales, inscripciones y algunas salas de museo; sus nombres los llevan escuelas, guarderías o están en las paredes interiores de algún palacio municipal, pero poco se sabe de su trascendencia a tal punto que quedaron relegadas al olvido: son las primeras mujeres que conquistaron cargos populares, antes y después de ganar el derecho al voto y que, implícitamente, harán posible que ahora México pueda ser gobernado por una presidenta, según analistas y encuestas que ubican como favoritas a las dos candidatas en las elecciones presidenciales. Hoy se marcará un hito en la historia moderna de México.

Aunque las candidatas Claudia Sheinbaum, de la coalición Juntos Sigamos Haciendo Historia, y Xóchitl Gálvez, de la alianza Fuerza y Corazón por México, no son las primeras en competir por la Presidencia de la República —antes lo han hecho Rosario Ibarra de Piedra, Cecilia Soto, Mariela Lombardo, Patricia Mercado, Josefina Vázquez Mota y Margarita Zavala—, figuran como las favoritas para relevar a un hombre en la investidura, en este caso: a Andrés Manuel López Obrador.

Que ambas se encuentren en esta posición ha sido posible gracias a una avanzada de mujeres que han ganado espacios públicos, pavimentando el camino político rumbo a la presidencia; pero antes tuvieron que escalar cargos, peldaño por peldaño. Estas son sus historias.

Rosa Torres, la pionera yucateca

Hace 101 años, el 1 de enero de 1923, Rosa Torres González (Yucatán 1890-Ciudad de México, 1978) tomó posesión como regidora del ayuntamiento de Mérida; había sido lanzada por el presidente del Partido Socialista del Sureste (PSS), Felipe Carrillo Puerto, quien fue gobernador de Yucatán de 1922 a 1924, hermano a su vez de Elvia Carrillo Puerto, una de las primeras diputadas locales elegidas en las votaciones de 1922, junto a Beatriz Peniche Barrera y Raquel Dzib Cicero. Todas estas mujeres formaron parte de la Liga Feminista Rita Cetina Gutiérrez, fundada en honor de la poeta mexicana que formó a una generación de maestras, escritoras, feministas y políticas con una visión vanguardista. Rita Cetina Gutiérrez impartió clases en el Instituto Literario de Niñas, a donde asistieron Rosa, Beatriz, Elvia y Raquel.

La identidad política de Rosa Torres González estuvo oculta durante un tiempo hasta que Piedad Peniche Rivero, historiadora y directora del Archivo General del Estado de Yucatán, la rescató a través de una investigación documental que detalla las circunstancias que permitieron que cuatro mujeres fueran electas el mismo año, aún faltando tres décadas para que este sector ganara el derecho al voto, así como la persecución política de mujeres dentro del PSS una vez asesinado Felipe Carrillo Puerto. Peniche Rivero ha publicado dos libros: el primero, Mujeres y Constitución, aborda la incursión política de Rosa, Beatriz, Elvia y Raquel, así como las condiciones sociopolíticas de la época; mientras el segundo, Rita Cetina, La siempreviva, y el Instituto Literario de Niñas, se centra en la influencia de la poeta en el sureste del país; ambos publicados por U-Tópicas, editorial con visión feminista desde los ángulos político, social y jurídico.

La primera regidora de Mérida, Rosa Torres González (atrás a la derecha), junto a Felipe Carrillo Puerto. Foto: Especial
La primera regidora de Mérida, Rosa Torres González (atrás a la derecha), junto a Felipe Carrillo Puerto. Foto: Especial

Parte de los archivos usados en la investigación, y que ayudan a comprender el trabajo y legado de Rosa Torres, son escritos de su autoría y algunos extractos periodísticos. Destacan un folleto dedicado a la “memoria de Felipe Carrillo Puerto y demás mártires del 3 de enero de 1924”, así como el texto titulado “Mi actuación en el H. Ayuntamiento de Mérida”, el cual comenzó a desarrollar en 1924 pero que fue publicado hasta los años 50; la Revista de la Universidad de Yucatán, en su número 230 de 2004, reproduce textualmente las palabras de Rosa Torres. La intención del folleto, además de reivindicar la causa del exgobernador de Yucatán, era “hacer desaparecer ciertos prejuicios de quienes sostienen que la mujer no debe tener injerencia en los asuntos administrativos, ni ocupar puestos de elección popular”.

En “Mi actuación en el H. Ayuntamiento de Mérida”, detalla que, como parte de la comisión de educación, se enfrentó a muchas dificultades económicas, pero procuró satisfacer las demandas de los maestros por estar “bien compenetrada de la idea de que la escuela es el pedestal en donde se levantan las Reformas Sociales”. “Los problemas específicos de mi sexo”, escribió Rosa, “fueron objeto de especial atención de mi parte, solucionando los que estaban a mi alcance y procurando mejorar su situación”. Así, las sexoservidoras fueron objeto de atención de la regidora, al grado de que se esmeró en que dejaran “esa senda espinosa en que el cruel destino las coloca”.

Antes de asirse del cargo de regidora, gracias a una beca gubernamental, Rosa se graduó y ejerció como directora de la escuela de niñas del barrio de Santa Ana y posteriormente del jardín de niños anexo a la Escuela Normal de Profesoras entre 1910 y 1917. Junto a Elvia, Raquel y Beatriz desarrolló el Primer Congreso Feminista de Yucatán en 1916, donde se discutieron temas como la educación sexual, la igualdad de oportunidades laborales y los derechos legales de las mujeres, lo que le dio reflectores dentro del PSS.

Los problemas específicos de mi sexo fueron objeto de especial atención de mi parte, solucionando los que estaban a mi alcance y procurando mejorar su situación


Rosa Torres González, primera regidora de Mérida

La postulación de Torres González se debió a un lapsus en la Constitución mexicana, ya que, a pesar de que el voto de la mujer no estaba considerado, como se ha mencionado, el artículo 34 no distinguía el sexo cuando expresaba que “los mexicanos” podían ser votados. Esta condición y lectura impulsó a Carrillo Puerto a lanzar la candidatura de Rosa; ya un año antes de las elecciones, en 1921, el político yucateco había planteado una iniciativa para darle el voto a la mujer, pero fue rechazada. De manera que Carrillo Puerto también se involucró en la apertura de espacios políticos por parte de las mujeres en el sureste del país, pero una vez muerto en 1924, tras el levantamiento de Adolfo de la Huerta contra Álvaro Obregón, a quien apoyaba férreamente el yucateco, la presidencia municipal pidió la renuncia de Rosa Torres del concejo municipal en una sesión de cabildo en la que ella faltó.

Rosa Torres duró solo un año en el poder, pero sentó un precedente para la elección de mujeres en cargos populares.

Elvia Carrillo, la Monja Roja

A Elvia Carrillo Puerto (Motul de Carrillo Puerto, 1881-Ciudad de México, 1965) se le conoce como la Monja Roja por su activismo dentro de las “Ligas de Resistencia Feministas”, que llamaban a las mujeres de Yucatán a organizarse y apoyarse unas a otras en temas urgentes como el derecho al voto, la higiene, la alfabetización, el control de la natalidad; este último era un paso indispensable en la búsqueda de libertad de las mujeres, pues se trata “del derecho de las personas a vivir su sexualidad de una manera libre y lúdica, más acá o más allá de los fines reproductivos”, afirmaba Elvia en una sociedad que para la época era profundamente conservadora. Elvia ganó la diputación local en Mérida en los comicios de 1922 en un contexto ya expuesto.

De familia educada, a Elvia le tocó estudiar en el Colegio Roque J., creado por Benita Palma viuda de Roque Jacinto Campos, donde se impartía una educación laica y asistían hijos de obreros que hablaban maya entre sí. De modo que de niña se percató de las desigualdades entre las clases del Porfiriato, lo que la convirtió en una luchadora social.

En 1912, fundó la primera organización femenina de campesinas con la finalidad que a las mujeres jefas de familia se les garantizarán los mismos derechos que a los hombres en la distribución de tierras. Un año después, se convirtió en una de las más importantes organizaciones de la región debido a la gran cantidad de contingentes que la conformaban.

Elvia Carrillo Puerto (tercera de derecha a izquierda), durante una movilización feminista en la década de 1920. Foto: Especial
Elvia Carrillo Puerto (tercera de derecha a izquierda), durante una movilización feminista en la década de 1920. Foto: Especial

El golpe de Victoriano Huerta contra Francisco I. Madero propició en Yucatán ideas por las que Elvia había estado luchando desde hacía tiempo; llegó a gobernar el estado de Yucatán un general carrancista: Salvador Alvarado, quien se interesó en llevar a cabo un ambicioso proyecto educativo, con el apoyo de la primera Liga Feminista Campesina.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos nombró a Elvia Carrillo como precursora de los derechos de la mujer, siendo ella una sufragista que luchó imparablemente para que la mujer fuera votada. “Que la mujer salga [...] de la esclavitud de la ignorancia y con paso lento, pero firme, entre en el sacrosanto templo de la verdad y de la ciencia”, es una de las frases de la maestra Rita que Elvia acuñó bien entre sus ideales. De esta diputada perspicaz nos habla más a fondo Piedad Peniche en Legajos. Boletín del Archivo General de la Nación, en su publicación num. 9, en septiembre de 2011.

A medida que me fui instruyendo llegué a saber que (...) aquellas ideas inspiradas por el dolor constituyen (...) un cuerpo de doctrinas llamado feminismo


Elvia Carrillo Puerto, diputada local de Mérida

Así, podemos constatar el pensamiento de Elvia en una entrevista al periódico socialista El Popular, que Peniche recupera: “(...) En 1902 un brote del dolor de mi vida, las miserias de mi hogar (...), hizo germinar en mi alma ideas vagas y confusas; extendí la mirada y vi (...) cuadros donde la mujer sufría no sólo amarguras (...) [y] miserias de explotaciones por parte del hombre sino también humillaciones y desvergüenzas (...) A medida que me fui instruyendo llegué a saber que (...) aquellas ideas inspiradas por el dolor constituyen (...) un cuerpo de doctrinas llamado feminismo (...)”.

Virginia Soto, presidenta municipal de Guanajuato

Hasta 1936 una mujer pudo ser regidora, pero la presidencia municipal la conquistó hasta 1958 Virginia Soto Rodríguez, alcaldesa de Guanajuato, que estuvo en el poder hasta 1960. Su elección ocurrió cinco años después de que la mujer fuera considerada ente político y con facultades para incidir en la vida pública de México. Ganado el voto, el terreno debía fincarse con miras a la construcción de mayores derechos y atribuciones legales.

Virginia Soto Rodríguez (Dolores Hidalgo, 1928-1985) se involucró activamente en el PRI, el partido dominante en México durante gran parte del siglo XX. Su trabajo y dedicación dentro del partido le permitieron ganar la confianza de sus colegas y de la base partidista. Durante su campaña, se enfocó en promover una plataforma que abordaba las necesidades locales, incluyendo mejoras en infraestructura, servicios públicos y desarrollo social. Su enfoque en temas comunitarios y su capacidad para conectarse con los votantes fueron clave para su éxito electoral.

Virginia estudió secretariado y música en su ciudad natal, entre sus aficiones y pasatiempos tenía la música clásica, la ópera, el teatro, la lectura, tocaba el piano y órgano, practicaba pintura y era asidua asistente a las corridas de toros, a los encuentros deportivos, recorrió gran parte del mundo en viajes culturales; incluso la iniciativa The Historical Marker Database reconoce su mérito y su vocación. Su primer empleo fue como secretaria en un negocio del centro de Dolores Hidalgo; en 1951 se convirtió en secretaria administrativa de la Presidencia Municipal de Dolores Hidalgo y cuatro años más tarde fue designada Oficial Mayor. En 1954 fundó y dirigió el Centro de Bienestar Social donde impartió clases de taquimecanografía a jóvenes de escasos recursos de forma gratuita “debido a su vocación de servicio, espíritu humanista y gran preocupación e interés por ayudar a los necesitados”, como la describe el cronista César Fernando Aguayo.

La edil Virginia Soto, al lado de Adolfo López Mateos (al centro). Foto: Especial
La edil Virginia Soto, al lado de Adolfo López Mateos (al centro). Foto: Especial

Durante su mandato, se inauguraron más de 20 obras en colaboración con el gobierno federal encabezado por Adolfo López Mateos, quien en 1960 había acudido a Dolores Hidalgo a la celebración de los 150 años del Grito de Independencia, acto organizado por ella y en el que aprovechó para acordar, entre otras, la construcción de la Presa Peñuelitas, una red de agua potable, las carreteras Dolores Hidalgo-San Felipe y Dolores Hidalgo-Guanajuato, así como el pavimentado de calles de la ciudad, la instalación de oficinas de correos y telégrafos, la escuela técnica industrial, el Mercado Independencia.

Soto Rodríguez también fue diputada federal por Guanajuato al participar en la XLV Legislatura, de 1961-1964, representando al Primer Distrito —aunque en 1954 Martha Aurora Jiménez Palacios ya había sido electa como diputada federal por Baja California—. Posteriormente, Virginia fue elegida senadora suplente y fue Oficial Administrativa de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos. Donó la casa de su propiedad que se ubica en la avenida Guanajuato número 10 para la instalación de la guardería infantil que hoy lleva su nombre. En marzo de este año el gobierno local la conmemoró con un mural cerca del palacio municipal, y el Museo Bicentenario dispuso una sala permanente con fotografías inéditas, documentos firmados por la alcaldesa y el escritorio que usó durante su mandato.

Aurora Jiménez, una diputada federal con compromiso social

Como estudiante, Aurora Jiménez (Tecuala, Nayarit, 1926-1958) siempre obtuvo las más altas calificaciones; participó en la formación de la CTM en Culiacán, en 1937; estudió en la Facultad de Economía de la Universidad de Guadalajara y presentó como tesis profesional un estudio sobre la “Seguridad Social en México”, planteando que éste debe ser manejado con honestidad porque llegaría el momento en que amasaría más dinero que el gobierno federal, convirtiéndose en un estado dentro de otro estado. Fue la primera diputada federal.

En 1996, La LVI Legislatura de la Cámara de Diputados, a través de la Comisión de Cultura, le rindió un homenaje a su espíritu de “búsqueda de conocimiento, de coraje y determinación, de entrega, de esperanza, de esfuerzo y de lucha para reivindicar a las nuevas generaciones, especialmente de mujeres”. Aurora destacó en el cargo por su compromiso con la transparencia y la lucha contra la corrupción, enfocándose en mejorar las condiciones de vida de la población con políticas inclusivas y eficientes.

Aurora Jiménez (der.) fue la primera diputada federal, por Baja California. Foto: Hemeroteca El Universal
Aurora Jiménez (der.) fue la primera diputada federal, por Baja California. Foto: Hemeroteca El Universal

Jiménez Palacios fue conocida por ser una estratega política antes de llegar al Congreso de la Unión; por ejemplo, en 1952 estuvo en la campaña política de los diputados constituyentes y en más de un mitin habló en nombre del candidato del Sindicato de Trabajadores Cinematográficos. Al año siguiente participó en la Coalición Nacional Revolucionaria, junto a otras figuras como Emilia Barajas, Eva de Ayón y Cristina Mojica de Flores, en un mitin femenil en la antigua Plaza de Toros de Mexicali, donde lograron reunir a 10 mil mujeres para apoyar la campaña de Adolfo Ruiz Cortines. En 1954, Martha Aurora fue apoyada por el Comité Nacional del PRI, por el gobernador del estado y por la Secretaría de Gobernación para asumir de inmediato. Como parte de su campaña electoral, desarrollada en 1954, atendió la creación de comedores públicos para los braceros y formó un proyecto de ley llamado Proyección a la Infancia.

No es castigando severamente la delincuencia como se resuelve, sino poniendo mayor atención a los niños, a las mujeres desamparadas


Martha Aurora Jiménez, diputada federal

Se enfrentó a numerosos desafíos en el cargo, entre ellos la resistencia de grupos de poder que se oponían a sus iniciativas de transparencia y combate a la corrupción. En un discurso recuperado por las consejeras de Baja California, Leonor Maldonado Meza y María Adolfina Escobar López, en el 50 aniversario del voto de la mujer, se lee a Aurora: “...Quienes piensan que la mujer mexicana puede ser instrumento fácil de tendencias fanáticas se equivocan, pues la mujer obrera, la mujer campesina, con un sentido de solidaridad, que solamente se logra en el dolor y en la pobreza, tendrá que estar ineludiblemente con el pueblo”.

En una de sus intervenciones en el Pleno que discutía la aprobación del aumento a la pena de traición a la patria, manifestó que “no es castigando severamente la delincuencia como se resuelve, sino poniendo mayor atención a los niños, a las mujeres desamparadas y a los hombres sin trabajo y sin tierra (...); las leyes no son malas sino los hombres encargados de aplicarlas”.

María Lavalle Urbina: una juez al frente del Senado

La primera senadora electa en México fue María Lavalle Urbina (San Francisco de Campeche, 1908-Ciudad de México, 1996). En 1964, ocupó un escaño en el Senado de la República, representando al estado de Campeche, esta destacada abogada, política y feminista, conocida por su compromiso con la justicia social y la equidad de género, también presidió el tribunal superior de Campeche en 1947, así como el Senado en 1965.

Desde joven mostró un gran interés por el derecho. Estudió en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la UNAM, donde se graduó como abogada en 1931. En 1936, Lavalle Urbina fue nombrada juez de primera instancia en Campeche, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar este puesto. Ferviente defensora de los derechos de las mujeres, se mantuvo activa en diversas organizaciones feministas, fue miembro de la Unión Internacional de Abogados y de la Asociación Nacional de Abogados, y promovió la educación y el desarrollo profesional de las mujeres en el ámbito jurídico.

Una de las preocupaciones de María Lavalle Urbina estaba en la incidencia delictiva en los menores de edad en Campeche. Escribió el libro Delincuencia infantil (1949) donde consigna los índices y la concurrencia comparada con estados como Tlaxcala o a nivel nacional, una investigación en la que asienta que “los contrastes hilarantes entre opulencias soberbias y derrochadoras y las formas más aterradoras de miseria, que pueden observarse en las capitales y que incuban permanentemente fermentos de odio y de crimen” no están presentes en Campeche, por lo que contrasta y observa que la calidad humana de las clases “desheredadas” las hace propensa a ser reclutadas por la delincuencia. Lavalle Urbina, además, liga la pacificidad de su estado con el predominio de comunidades indígenas y su carácter social, con condiciones históricas de opresión que éstas han atravesado, como la conquista y la Colonia, y luego los latifundios y cacicazgos, lo que supone, “en individuos apáticos y temerosos, suavemente dócil”, en comparación con el citadino: despierto y sublevado.

La primera senadora y presidenta del Senado, María Lavalle Urbina, juez que también presidió un máximo tribunal en Campeche. Foto: Hemeroteca El Universal
La primera senadora y presidenta del Senado, María Lavalle Urbina, juez que también presidió un máximo tribunal en Campeche. Foto: Hemeroteca El Universal

Por su visión y su pericia, la senadora y jueza recibió numerosos reconocimientos a lo largo de su vida por su contribución a la justicia y la política. En 1965, obtuvo la Medalla Belisario Domínguez, otorgada por el Senado, en reconocimiento a su destacado servicio a la nación. En 1973 fue galardonada con el Premio de las Naciones Unidas por sus servicios eminentes presentados a la causa de los derechos humanos en Nueva York. Y en 1981 el gobierno de Campeche le entregó la medalla Justo Sierra por su trayectoria.

Los contrastes hilarantes entre opulencias soberbias y derrochadoras y las formas más aterradoras de miseria (...) incuban permanentemente fermentos de odio


María Lavalle Urbina, primera presidenta del Senado

La gobernadora Griselda Álvarez, entre el poder y la poesía

Otra de las senadoras que pasaría a la historia por ser pionera en conseguir un cargo de elección popular fue Griselda Álvarez (Guadalajara, 19013-Ciudad de México, 2009), quien en 1979 fue la primera gobernadora de un estado, Colima. Además de política, fue una poeta que publicó más de 18 libros, entre los que destacan Cementerio de pájaros (1946), una colección de poemas que exploran temas de naturaleza, amor y muerte; Estación sin nombre (1961), una de sus obras más importantes, donde explora la identidad, el tiempo y la existencia; Letanía erótica para la paz (1976), que refleja su compromiso con temas sociales y su interés en la búsqueda de la paz, combinando elementos eróticos y espirituales, así como Palabras de la tarde (1980), una recopilación de sus pensamientos y reflexiones poéticas, mostrando su madurez literaria y personal. También colaboró como columnista en diarios como Excélsior, Novedades y en la revista Siempre!

Se matriculó en la Escuela Normal de Maestros y se licenció en Letras Españolas por la UNAM. En 1977 inició su carrera política al ser electa senadora por el estado de Jalisco para el periodo de 1977 a 1979. En ese último año —según refiere la historiadora del Instituto Mora, Patricia Galeana—, le comunicó al entonces presidente José López Portillo su intención de contender por la gubernatura de Colima y él le aconsejó: “Consúltelo con el pueblo”. Ante ello, Griselda respondió con determinación: “La consulta está hecha y el pueblo está de acuerdo”.

Griselda Álvarez gobernó el estado de Colima de 1979 a 1985. Foto: Hemeroteca El Universal
Griselda Álvarez gobernó el estado de Colima de 1979 a 1985. Foto: Hemeroteca El Universal

La congresista ganó la gubernatura, convirtiéndose en la primera mujer en la historia de México que alcanzó tal responsabilidad y distinción. Este cargo lo ejerció bajo el lema “Educar para progresar”. Su gestión estuvo marcada por una serie de proyectos que buscaban mejorar la infraestructura y los servicios públicos del estado. Implementó programas educativos y sociales, con un enfoque particular en la inclusión y los derechos de las mujeres, sin que ella se asumiera feminista.

En Griselda Álvarez, la gobernadora: entre poesía y poder (2015), Beatriz Saavedra Gastélum analiza cómo su poesía influyó en su visión política y en la forma en que articulaba sus ideas y proyectos. La autora argumenta que la formación literaria de Álvarez enriqueció su retórica política, dotándola de una perspectiva única y una voz distintiva que resonaba con autenticidad y fuerza. La visión y el pensamiento de Griselda Álvarez, tal como los presenta Saavedra Gastélum, revelan a una mujer comprometida con la justicia social y la igualdad. Su poesía no sólo fue un medio de expresión artística, sino también una herramienta para reflexionar y comunicar sus ideales políticos.

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