La mirada de Amat Escalante evoca las huellas de lo profundamente humano entre los torbellinos de violencia y corrupción que nublan nuestros días. Tras siete años de ausencia, el cineasta retorna con Perdidos en la noche, una estampa de la búsqueda de personas desaparecidas en México: la desolación ante la falta de justicia.

Emiliano (Juan Daniel García Treviño, recordado por su papel en Ya no estoy aquí) busca a los responsables de la desaparición de su madre, una activista en contra de la minería de un pequeño poblado de Guanajuato. Las pistas lo conducen hasta los Aldama, una excéntrica familia, compuesta por un provocativo artista visual, una actriz retirada y una joven influencer cobijada por legiones de seguidores de sus redes sociales.

La cinta, presentada y aplaudida en la última edición del Festival de Cannes, explora las tensiones de clase, el poder, la impunidad y el manto protector sobre las estructuras religiosas. Con su particular estilo, crudo; sin escatimar en provocaciones dibuja los contrastes de nuestra sociedad a través de la tragedia, el humor y la redención.

Galardonado en Venecia como Mejor Director por La región salvaje y también en Cannes por Heli, Amat (Barcelona, 1979) se siente cómodo desafiando al espectador con el terror de la realidad, nada más chocante que el presente que vivimos.

Has mencionado que tus historias surgen de lugares cercanos a ti, como Guanajuato. ¿Perdidos en la noche funciona como un microretrato de lo que sucede en el país?

Sí, esa es la apuesta. Meterme en una cierta intimidad que luego refleja otros contextos: entrar al micro para ver el macro. Creo que es algo que funciona. Dentro de cualquier casa, cualquier persona, hay una historia pero que refleja mucho más que a ese sólo sujeto. Es natural que las películas inspiradas en México, aunque no se intente demasiado, reflejen algo del momento. Perdidos en la noche se escribió durante la pandemia y había ciertas cosas que resaltaron, como la violencia y la interacción que uno tiene con las redes sociales. Las modas, las tendencias, cada vez son más globales; el mundo está cambiando muy rápido de cómo lo vivimos, cómo lo percibimos. ¿Qué tanto de eso es real? Cuestiono un poco la fantasía que puede crearse en las redes sociales, la fantasía de una imagen que se transmite, todavía tratamos de entender si es una persona o es la imagen de una persona.

Tus películas abordan distintas problemáticas sociales, como el extractivismo de empresas, el narcotráfico o la violencia. ¿Cómo representar esto sin tomar una postura política?


Mi preocupación no es tomar una postura, más bien trato de abordarla lo más ambigua y neutra posible justo para dejarla respirar y dejar que sea más real; la realidad cruda no tiene política, son hechos. La naturaleza humana y lo que es capaz un humano no tiene nada político ni nada nacionalista, como esa idea errónea de que por ser mexicanos tenemos ciertas tendencias a la violencia. Me gusta dejar la ambigüedad que, en estos tiempos, es más difícil, peligrosa y mal vista porque puede incomodar y las personas se resisten cada vez más a la incomodidad; hay mucho rechazo a ser incómodo y a incomodar a alguien. A veces es un poco frustrante ver cómo en el cine hay este cambio que, por tratar de no ofender o cuidar sensibilidades, se cambian historias o modifican ideas.

Emiliano, el protagonista, es un personaje que tiene claroscuros a pesar de la desgracia que enfrenta. ¿Cómo fue la construcción de este personaje que representa las múltiples consecuencias de la desaparición forzada?


Conocí a Daniela Rea, periodista y documentalista, quién es de Irapuato, estuvimos platicando, leyó el guión, visitó el rodaje, ella es muy cercana a muchas de las tragedias nacionales y quise rebotar mis preguntas y sentirme, hasta cierto punto, asesorado de lo que se estaba abordando. A través de su trabajo, ella muestra la fuerza y la luz que hay en los grupos de mujeres buscadoras y en otros grupos de víctimas, que no sólo viven depresión a pesar de que están conscientes de su pasado; también existe esa contradicción de la alegría y de la luz. Procuro que en mis películas también haya esos destellos de luz porque también así es la vida, estos elementos hacen que el terror y la desgracia se vean más contrastada y más fuerte. Mi meta siempre es tratar de ser lo más verdadero y lo más real, y en la vida existe ese contraste de humor y tristeza.

Amat Escalante disfruta del “shock de la vida”
Amat Escalante disfruta del “shock de la vida”

En 2013, cuando se estrenó Heli, hubo cierta polémica sobre la película, se decía que era un retrato demasiado violento del país. Hoy en día, esa imagen está vigente. ¿Cómo evitar normalizar la violencia cuando está en series, TV, etc?


El cine y los diversos medios también son consecuencia de nuestro contexto. Es válido si alguien decide hacer una serie sobre narcotraficantes y los glamoriza, y a la gente le interesa y consume. No creo que los videojuegos, la música o las películas influyen a que las personas hagan atrocidades; no podemos vivir con esa limitación, entraríamos en el campo de la censura y eso es de lo peor que nos podría pasar. Es algo complejo, pero debemos despreocuparnos porque no está ligado. Los problemas de violencia en México no tienen que ver con la música ni el cine. En Heli tenía la idea de mostrar las cosas de tal forma que el espectador quisiera taparse los ojos, no verlas; así quise filmarlo, era lo más natural que mientras vieran la película cerraran los ojos, pero el hecho de que esté ahí, frente a nosotros, y que sea desagradable significa algo importante porque esa es nuestra realidad. Para mí sería peor filmar violencia de una forma entretenida, sensual, cool; no lo veo mal porque me gusta todo tipo de cine, Tarantino, Ridley Scott, y es una forma válida de mostrar violencia; pero en Heli era importante y, tal vez en una cuestión cercana a lo político, mostrarla de una forma asquerosa y desagradable, igual que en mi película Los Bastardos.

En “Perdidos en la noche” hay una organización religiosa llamada Los Aluxes, donde su líder está acusado de pederastia, que quizá remite a la Luz del mundo. ¿Cuál es tu interés en este tipo de organizaciones?


Desde hace mucho me ha interesado estos temas, a veces no lo he podido incluir en mis películas. Es algo muy importante que muestra y demuestra cómo a través de estas creencias se ha podido manipular a mucha parte de la sociedad mexicana; eso lo quise reflejar a través de esta secta-religión inventada, no quise etiquetarla, pero evoca a ciertas que conocemos, incluso a la más popular que es la católica. Todas son más o menos iguales, sólo que el poder determina que tan mal o bien les va. Si tienen un poder medio y los agarran haciendo lo que muchos hacen, como abusar a menores de edad, pues les va ir peor; parece que el poder es lo que dicta las consecuencias y es algo que también muestro en la película.

La familia Aldama también expone el vínculo entre el poder y la impunidad, como dices parece que en este país son dos cosas que van de la mano…


Es una cadena. El poder, la impunidad, la clase social, el racismo, van de la mano. El poder lo ha tenido innegablemente la gente más blanca desde hace 500 años, así es; va cambiando, hay destellos, pero en general así sigue. Nos hemos acostumbrado a que cualquier anuncio en el país son bebés blancos, gente blanca, llamando a personas que ni siquiera se reflejan en estos anuncios. No hay un balance de poder en el país.

Además, el crítico y académico Ignacio Sánchez Prado indagará sobre la pregunta de si existen prejuicios hacia el cine comercial mexicano. En la imagen, fotograma de la película "Heli", de Amat Escalante. (FOTO: especial)
Además, el crítico y académico Ignacio Sánchez Prado indagará sobre la pregunta de si existen prejuicios hacia el cine comercial mexicano. En la imagen, fotograma de la película "Heli", de Amat Escalante. (FOTO: especial)

Cuando fallan las instituciones, el Estado, las personas buscan hacer justicia por su propia mano. Lo vemos en tu película, pero también con las madres que buscan a sus desaparecidos.


Abajo de esta pequeña farsa de que las cosas funcionan, la realidad dicta que no funcionan. Lo vimos recientemente en Texcaltitlán, en Estado de México, el pueblo que tuvo que hacerle frente a la situación y, tristemente, sufrió las consecuencias. La justicia en manos de la propia ciudadanía es muy desesperante y lamentable porque incluso hay quien lo llega a ver como algo positivo. Es frustrante porque se dicen mentiras de que las cosas van bien, y eso es peligroso. No estamos en un momento novedoso, sin embargo, había esperanzas de un cambio y es triste ver que no lo hubo.

Ante un panorama tan desolador, ¿cómo encontrar redención?


El lado oscuro siempre va a estar ahí, pero esos destellos de amor y luz son por los que seguimos adelante. Lo vivimos todos los días, cada día que salimos a trabajar, que disfrutamos de lo que tenemos; lo demás son problemas: desgarradores, tristes, claro que debemos atender, pero que no deben quitarnos la motivación de seguir adelante. Hacer música, arte o ir a trabajar con pasión, sea lo que sea que hagas, es llenador si se hace con cierto optimismo.

¿Te gusta ser un cineasta incómodo?


No sé si me guste, es mi naturaleza. Viene de mi familia que son socialmente conscientes y así crecí, tratando de cuestionar las cosas que no funcionan. Si es incómodo señalar cuando las cosas van mal, entonces tal vez sea positivo incomodar.

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