La Academia Sueca otorgó el Premio Nobel de Literatura (2024) a la autora coreana Han Kang “por su intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, lo cual se puede apreciar en La clase de griego (Random House, 2024, traducción de Sunme Yoon), novela que dispone en perspectiva las historias paralelas de dos personajes que están en proceso de pérdida de la visión y el habla, debido a las patologías que cada uno arrastra desde su infancia.

El profesor de griego es un hombre coreano de mediana edad que había pasado buena parte de su vida en Alemania, con sus padres y su hermana menor. Es de complexión frágil, deficiente visual y de carácter tímido, pero encuentra su refugio en el estudio de la lengua griega antigua, en un tiempo y espacio idealizados para dialogar con la suave y elegante escritura de La República, obra de Platón.

En el país germano se enamoró sin éxito de una joven sordomuda de oficio carpintera. Luego estableció amistad con un joven estudiante de filosofía que muere prematuramente y a este duelo se suma el deceso de su padre, quien le heredó, por cierto, la enfermedad de la ceguera. Esta situación lo anima a regresar a su país natal, en donde asume el magisterio de la lengua ática.

A su clase de griego acude una estudiante, una profesora de literatura que ha perdido repentinamente el habla y que, según su terapeuta, se debe a la muerte de su madre y a la pérdida de la custodia de su hijo de ocho años. La mujer acude a la clase porque, a los 16 años de vida, había tenido un trauma similar y lo había resuelto estudiando francés, y supone que el análisis de un idioma más complejo le devolverá el habla.

La novela es compleja y reclama la atención de los lectores que ya se han saciado con otras buenas obras literarias. La estructura es fragmentaria, con la historia principal del profesor, seguida de sus interrelaciones con otros personajes, a las cuales se añade la diégesis de la estudiante. A ello se suman las voces narrativas que oscilan entre la tercera, primera y segunda personas, los cambios temporales y las superposiciones de los planos espaciales, más la intertextualidad que supone un vínculo animado con la obra de Platón, las alusiones a la ceguera proverbial de Borges, y la dualidad entre las culturas asiática y occidental, dispuestas en perspectiva.

La clase de griego es una novela que tiene que leerse por el placer que nos provocan las palabras, por sus metáforas deslumbrantes y el dolor recreado en el conflicto que padecen los dos personajes principales, lo cual configura una atmósfera de tonos grises que son próximos a la pérdida de las imágenes, tal y como Borges decía que se accede a la oscuridad total.

La clase de griego, en consecuencia, es una novela lírica, por el uso marcado de las imágenes sensoriales, la inclusión de fragmentos poéticos y la recreación del mundo interior de sus personajes, quienes se despersonalizan, carecen de nombres y adquieren la categoría de símbolos universales.

En esta novela, Han Kang explora el sentimiento profundo de la pérdida de los sentidos (visión y habla) y, ante la carencia de los vínculos con el mundo de lo real, solo queda el lenguaje para subsanar las mutilaciones corporales y ofrecer un sentido a nuestra existencia.

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