La escuela de Freddie (Editorial Impedimenta, 2022; traducción de Mariano Peyrou) es una novela de la narradora inglesa Penelope Fitzgerald (1916-2000), en la que se recrean las penurias de Freddie Wentworth, la anciana directora de un edificio en ruinas que lucha por preservar la tradición shakesperiana frente al poderoso influjo de la televisión y el cine.

La novela fue recibida con críticas agridulces en los medios ingleses y norteamericanos debido a la aparente sencillez de su estructura y la colección de “anécdotas nostálgicas” que podrían verse como una gran broma en la década de los años sesenta, caracterizada por la rebelión de los jóvenes contra las costumbres y los poderes establecidos.

Sin embargo, La escuela de Freddie posee un magnetismo especial que reside en el uso expresivo y sutil del lenguaje, el cual permite a la autora describir, con frases precisas, la riqueza de matices, deseos y frustraciones de sus personajes. Su lenguaje es explosivo y despierta la empatía del lector acostumbrado a disfrutar de diálogos chispeantes, marcados por ironías y paradojas propias del teatro de Shakespeare y de Óscar Wilde.

La novela pertenece al subgénero lírico, debido al ritmo de su prosa y la elegancia de sus frases, las percepciones subjetivas y profundas de los personajes, y las descripciones detalladas que inmovilizan la acción y crean una atmósfera densa, evocando el ambiente húmedo y oscuro de los teatros del West End en la llorosa capital inglesa.

Este ambiente enriquece la trama de la novela. En el primer plano, se desarrolla la historia de Freddie Wentworth, la anciana que, contra todo pronóstico, impide la caída de su escuela, convencida de que es un semillero de actores capaces de mantener viva la memoria de Shakespeare. En el segundo plano,aparecen los docentes Pierce Carroll y Hannah Graves, cuyo sueldo es miserable, al igual que el desenlace de su aventura amorosa.

También destaca en este entramado de enredos la competencia y el celo profesional de los niños Jonathan Kemp y Mattie Stewart; el primero es un actor nato y el segundo es consciente de su inferioridad, de modo que sus dramas particulares parecen evocar las injusticias de los dioses al repartir de manera desigual los dones del genio.

Y sobre estas historias prevalecen, a lo largo de toda la obra, los extenuantes ensayos para poner en escena El rey Juan, uno de los dramas históricos de Shakespeare, cuya trama explora los conflictos para alcanzar y conservar el poder frente a las acechanzas de los enemigos. Así, en las pequeñas intrigas de los actores parece revelarse el espíritu del bardo de Avon, a través de esta y otras obras, como Romeo y Julieta, Macbeth y Hamlet, que aportan ejemplos inmortales a los embrollos que ocurren tras bambalinas.

En este contexto, Freddie Wentworth es una especie de Lady Macbeth que goza del teatro y de su innegable contribución, según ella, a la grandeza del país y, para mantener su imperio, ejerce la tiranía sin darse cuenta de que las ruinas de su castillo se le vienen encima.

La escuela de Freddie es un elogio al teatro. Sobre sus personajes ha caído la maldición de la sinceridad de una declaración de amor. Todos ellos han llegado a la conclusión de Hamlet: que el drama es el espejo de la vida.

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