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En la primera parte de esta cosecha propuse cuatri edades para que la redistribución de las etapas de la vida y su significación en la sociedad nos permita analizar mejor la situación de las mujeres en el universo literario, y expliqué los motivos para ello.
• La edad luminosa: de 0 a 25 años
• La edad plata: de 25 a 50
• La edad oro: de 50 a 75
• La edad diamante: de 75 en adelante.
En esta segunda parte, tocaremos dos casos específicos de autoras que escriben sobre la edad diamante de sus personajes femeninos, en orden cronológico de publicación, y cómo ha evolucionado su mirada desde la segunda mitad del siglo XX. En una tercera parte, entraremos al siglo XXI, donde se descubre y se expresa otra actitud reveladora y desafiante.
En 1964 Simone de Beauvoir publica Una muerte muy dulce, libro prácticamente autobiográfico, en el que narra la agonía y muerte de su madre, víctima de un cáncer que se le ocultó para protegerla. Los temas de la vejez y la muerte, tan recurrentes en la obra de la autora, se hacen carne también en este libro que despelleja el alma, dice Florencia del Campo¹, en un análisis de la obra. “Desde el comienzo y hasta el final avanzamos junto a la evolución de la catástrofe: primero, un drama óseo; luego, la noticia (dada sólo a las hijas) de que hay un tumor en el intestino; después los dolores, a los que les siguen los delirios, las pesadillas, las alucinaciones, los miedos, el terror, y una mano de hija tratando de calmarlos, y otra hija con su mano menos certera; las complicaciones propias de una internación: las escaras hasta un cuerpo despellejado; las inyecciones, las agujas que no encuentran venas y desparraman líquido que pintarán de morado unos brazos nulos; los gritos; el llanto; la súplica por más morfina; la agonía, y la muerte. Pero muy dulce, claro: después del sufrimiento, solo queda ser muy dulce”. Y agrega: “Sólo en el segundo apartado, la novela ‘sale del hospital’ para contarnos algo de esa madre, Françoise de Beauvoir: sobre su infancia y juventud; sobre su marido ya muerto, el padre de Simone y de Poupette; sobre fracasos y frustraciones; sobre placeres y deseos; sobre la relación con sus hijas. No importa en qué época estemos, el cuerpo de la madre es un tabú, es una presencia tan definitiva que tenemos que anularla, y eso es una gran paradoja (estuvimos allí dentro, salimos de su vagina o de su panza, bebimos de sus pezones… pero no querremos verlo desnudo en la adultez). Y es, al tiempo, la posibilidad de un reflejo (que horroriza) para las hijas. La desnudez de la madre es algo sagrado. Y lo curioso, o, mejor dicho, lo tristísimo, es que el velo que lo cubre se desgarra con la enfermedad o con la muerte. La escena de hospital es de las más típicas para romper el cristal (opaco) que envolvía a la madre. Enfrentarse con el cuerpo (enfermo) de la madre es como ver el horror, el fin y la muerte de todas, un trauma”.
Simone describe así el momento:
La kinesiterapeuta se acercó a la cama, retiró la sábana y tomó la pierna izquierda de mamá, que, con el camisón abierto, exhibía con indiferencia su vientre arrugado, replegado en minúsculas arrugas, y su pubis calvo. “Ya no tengo ningún pudor”, dijo con tono de sorpresa. “Tienes razón”, le dije. Pero me volví de espaldas y me quedé absorta en la contemplación del jardín. Ver el sexo de mi madre me había producido un shock. Ningún cuerpo existía menos para mí, ni existía más. De niña lo había querido; de adolescente, me había inspirado una inquieta repulsión; es clásico y me parecía normal que hubiera conservado ese doble carácter repugnante y sagrado: un tabú. Sin embargo, me sorprendió la violencia de mi desagrado.
Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022, en su obra, Una mujer, se esfuerza por reencontrar los diferentes rostros y la vida de su madre, muerta el 7 de abril de 1986, al término de una enfermedad que había destruido su memoria y su integridad intelectual y física. La madre, antes activa, abierta al mundo, fue obrera, luego comerciante y siempre en busca de elevar su estatus y aprender. En esta obra sin ficción, Ernaux expone la evolución y la ambivalencia de los sentimientos de una hija por su madre: amor, odio, ternura, culpabilidad, y, por último, un apego visceral a la anciana disminuida.
“Ya no volveré a oír su voz… Perdí el último nexo con el mundo del que salí”. Ernaux define su obra como una autosociobiografía, que llega a la precisión del lenguaje para expresar todos aquellos hilos invisibles que se tejen alrededor de estas relaciones, porque “lo que me pasa a mí, les pasa a todos”.
Confieso que cuando leí por primera vez Una muerte muy dulce yo era demasiado joven y me horroricé con gran admiración por la valentía de su autora. Muchos años después me tocó vivir algo muy similar con mi propia madre, y le agradecí que me hubiera abierto este camino. Para cuando llegó a mis manos Una mujer, ya le había dado la vuelta a mi madurez y a la muerte de mi madre. Ojalá yo llegara a hacer un libro así. Con este libro Annie ganó el Premio Gregor von Rezzori 2019.
- 1. Una muerte muy dulce, de Simone de Beauvoir–Cognición (sarrauteducacion.com)