Mantener encendida la antorcha de la libertad, la de la democracia, la de la cultura y la vida digna es esencial para cultivar el arte de ser humanos y la capacidad de encantar el mundo, dice Rob Riemen.
Cuando publicó Nobleza de espíritu. Una idea olvidada, le pregunté si sería posible recuperar el espíritu extraviado. A 13 años de aquella entrevista y en el marco de la aparición de su nuevo libro, El arte de ser humanos, le pregunto a Riemen: ¿en dónde recuperamos el deseo de ser humanos y el sentido de la vida que según afirmas estamos perdiendo?
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El filósofo (Países Bajos, 1962), director del Instituto Nexus en Ámsterdam, uno de los centros de reflexión filosófica y cultural más importantes del mundo, autor apasionado y lleno de asombro por la buena respuesta que sus libros tienen en México, responde:
“En primer lugar ¿qué clase de vida puede tener alguien que ha perdido el deseo de ser humano? Es muy difícil imaginar que eso suceda. En el momento en que pierdas ese deseo, estarías aniquilando tu propia alma. La gran pregunta es qué hacer con ese deseo, en dónde encontrar las expresiones, las posibilidades de cultivar ese deseo. Como decía nuestro amigo Cicerón, hay que cultivar el alma humana hacia la sabiduría. El problema es que hemos reemplazado el alma por la selfie y la selfie es la última forma de narcisismo y de nihilismo, porque no hay nada detrás de ella. Estamos buscando sentido fuera de nosotros en lugar de adentro. La búsqueda de la sabiduría es lo que se ha perdido y es urgente recuperarla. Por eso escribí este libro”.
Para Riemen, no hay que distraerse, ni separar nuestra vida privada del tipo de sociedad que vivimos y la clase de políticos con la que estamos lidiando. Todo está interrelacionado. Las dos preguntas fundamentales de Sócrates, que dieron origen a su trabajo: ¿cuál es el modo correcto de vivir? y ¿qué significa ser una buena sociedad?, están interconectadas. Si la sociedad está atravesando por los problemas que vemos, dice, tiene que ver con el reinicio de una mentalidad fascista. “Y ni siquiera hablo de la guerra y la violencia. El deseo de ser humano está dentro de todas las personas, a menos que estés en drogas. La cuestión, insisto, es cómo cultivarlo. André Malraux lo advirtió hace mucho tiempo cuando dijo ante el parlamento francés: ‘¿Cómo es posible que la civilización más poderosa que la humanidad ha alcanzado no ha sido capaz de darle a las infancias una educación del espíritu?’ Tenemos las bombas, la ciencia, una poderosa tecnología, un telescopio James Webb… y no hemos sido capaces de educar a la gente”.
¿En dónde pueden buscar las nuevas generaciones el cultivo de su alma y la búsqueda de la sabiduría? Advierte Riemen que ni las universidades, ni las élites en el poder, ni los medios o las redes sociales lo proveerán. Agrega: “Y por todo eso, es que Trump podría ser reelecto en 2024”.
Para él “no debería sorprendernos el brote de movimientos fascistas en mi parte del mundo, en Europa, Erdogan, Putin… Y acá…” Se confiesa impresionado por lo que ha visto en el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Dice sin tapujos: “Es un falso mesías, totalmente conectado al espíritu fascista, tratando de aniquilar a las instituciones, al INE, con el sermón de las mañanas, señalando cada día un nuevo enemigo, con libros de primaria totalmente ideologizados para adoctrinar a las infancias. Se trata de la estupidez y la ignorancia organizadas desde los más altos niveles del poder político.
“Conocemos todo eso desde la era estalinista. Basta leer la experiencia de Bulgákov, de Anna Ajmátova, Mandelshtam, Pasternak… Pero en México, con su riqueza cultural y a estas alturas de la historia ¿cómo puede haber un culto así por el poder?, ¿cómo pueden tener a un Presidente así? Es más preocupante que Trump. Alimentando el resentimiento. Su partido, como un rebaño sin criterio. Y por favor cítame, aunque me agregue a su lista de enemigos. Me parece más importante que nunca hacer esto público, porque la corrupción moral es mucho peor que la financiera, y hay que decirlo”.
Para Riemen, la lucha contra la estupidez no es menos urgente que la que se emprendió contra la pandemia del coronavirus. La desmemoria y las ideologías son formas de corrupción del intelecto porque prohíben el pensamiento autónomo, el espíritu crítico, la duda y la autocrítica. Ninguna democracia, advierte, es inmune al poder demagógico del espíritu antidemocrático. Muchos de sus representantes llegaron al poder por la vía democrática. Y se pregunta: “¿En dónde está la resistencia?”.
A la manera de Stefan Zweig en El mundo de ayer, Riemen nos cuenta en El arte de ser humanos. Cuatro estudios (editado por Taurus con traducción de Jur Schuurman) una historia de las ideas y los debates culturales más importantes del siglo XX en Europa y lo que llevamos del siglo XXI. En alguna página afirma que ser humano es también el arte de recordar a quienes te han educado, desde tus padres hasta tus maestros. Entre sus páginas nos encontramos con los suyos, desde Ovidio, Blaise Pascal, Goethe, Schiller, Freud, Fromm, Primo Levi, Pasternak, Kafka, Rilke y Musil hasta Hannah Arendt, Emile Zolá, Thomas Mann, Camus y George Steiner, entre otros. Pero también cuenta la historia del papel de los intelectuales, editores y artistas que apoyaron el fascismo y el advenimiento de Hitler y los nazis desde su lugar en el escenario de la cultura.
Nietzche es uno de sus maestros. Suele recordarlo en relación a lo que el autor de Más allá del bien y del mal le escribió a sus alumnos acerca del fracaso de las universidades en la formación civilizatoria y la educación dirigida a privilegiar la economía y los negocios, el “éxito” como meta y las finanzas como el mejor camino para hacer dinero. “Eso no funcionó y estamos enfrentando las tremendas consecuencias”.
Su generación, dice, es hija de la guerra y creció leyendo a grandes novelistas y filósofos de ese tiempo como Albert Camus y Primo Levi. “Nos decían sobre el fascismo: ‘Recuerden, recuerden, recuerden, porque puede volver a suceder, no cometan el error’ ¿y sabes qué? Olvidamos todo, de ahí el ascenso al poder de Putin, Trump, Erdogan… siempre regresan”.
El arte de ser humanos contiene en cuatro estudios una reflexión crítica sobre nuestros días. El primero es su respuesta a un grupo de estudiantes de Filosofía de la UNAM que han leído sus libros y le enviaron preguntas a su correo. Cuando tiene lugar la entrevista está por encontrarse en persona con ellos y su maestro Víctor García Salas. Le interesa la generación de jóvenes, le preocupa la depresión como epidemia y la nueva era de la ansiedad que se expresa en escapismo: sumergirse lo más posible en la masa, en las distracciones como si fueran una necesidad física, en los estímulos constantes y en la diversión. Es el miedo al silencio.
—Y al mismo tiempo hay un silencio en los jóvenes. ¿A qué lo atribuyes?
—No puedes culparlos, ellos no pidieron esta sociedad, no pidieron crecer en un mundo rodeado de ignorancia, estupidez, redes sociales; no pidieron ser generación Z o Y. Nosotros hicimos todo esto. Imagínate que eres joven y vives en un entorno mundial así, lleno de odio y de miedo; al mismo tiempo, enfrentas lo que todos en la adolescencia, tus propias inseguridades, frustraciones, miedos, deseos y dilemas, el ¿quién soy? y ¿cómo le hago para pertenecer al grupo?; es la vida humana. La clave está en la educación. Educación es crecimiento. Tenemos una doble naturaleza, por un lado, somos idénticos a los simios, con necesidades de alimentación, de agua, de sueño, tenemos instintos, es nuestra naturaleza animal. Lo que nos hace distintos es que estamos dotados de una naturaleza espiritual. Y conocemos el amor, la amistad, la justicia, la libertad, y sabemos o solíamos hacerlo, que la dignidad de la vida y con ella la noción de civilización, es parte de esa naturaleza en la que buscamos respuestas a grandes preguntas: qué es lo que hace de mi vida algo significativo, que elecciones debo tomar, cómo ser capaz de distinguir lo bueno y lo malo, lo real y lo falso, la verdad y la mentira.
“En los años 30, Albert Einstein le escribe a Freud y le pregunta el porqué de las guerras. El psicoanalista le dice que la psique humana está basada en tres instintos básicos: sexo, agresión y muerte. Que por eso hay guerras. Y la única manera de evadirlas es la cultura; la única respuesta a Tanatos es Eros, el trabajo del amor, la poesía. Si haces a un lado la cultura, los seres humanos quedamos reducidos a una bola de idiotas que no saben nada, que viven en respuesta a sus deseos más primarios y buscan satisfacerlos con juegos, televisión, drogas, deportes… Lo saben los fascistas, lo huelen y dicen: ‘No pienses, sólo obedece, déjamelo a mí, todo estará bien. Si hay problemas es porque hay enemigos y te diré quiénes son’. Se activa el resentimiento, las mentiras, el odio, la mezcla perfecta del fascista”.
A pesar de todo, Rob Riemen niega ser un pesimista. La historia de su madre, narrada de manera entrañable en el libro, inicia cuando él indaga cómo fue que ella sobrevivió a un campo de concentración japonés junto con sus hermanas. La fuerza del coraje, la compasión, la fe, la esperanza, el amor a las cosas más simples de la vida, “igual que Van Gogh” a quien admiraba tanto. Eso lo aprendió de Corrie, su madre. Ser optimista, dice, “es una obligación moral”, por eso la gente sigue escribiendo novelas, poesía…
—¿Por qué decidió Riemen contarle a los estudiantes mexicanos esa historia tan personal?
—Ella murió en el año 2000 y nunca nos habló del episodio. Todo el mundo en los Países Bajos tiene un antepasado en uno de esos campos de concentración japoneses. Le pedí a una de sus hermanas que me contara, la tía Lenny, de 96 años. Cuando empiezas a reflexionar en la persona que eres y recuerdas a tus padres, ese es un buen comienzo. A mí me dieron el amor a los libros. Recuerda a Aliosha en Los hermanos Karamazov: “Si nuestro corazón guarda un recuerdo bueno, atesóralo, porque éste puede salvarnos en algún momento”. Así que, si iba a escribir un libro sobre el arte de ser humano, tenía que narrar esta historia, de lo contrario sería deshonesto. Es crucial, la persona que soy se lo debo a mis padres, como todo el mundo”.
Con el nuevo libro su intención va dirigida especialmente a las jóvenes generaciones, quiere que esta obra sea un instrumento que los invite a recuperar los valores y virtudes esenciales para enfrentar situaciones como la actual, la catástrofe climática, las migraciones y las guerras, la deshumanización y el fascismo, la mentira. Que sea una inspiración, un aliento, que conozcan autores como Thomas Mann, Zolá, Bulgákov… y se animen a rescatar el arte de ser humanos. Es una invitación a leer y a que armen una biblioteca propia, esa es la mejor educación que pueden alcanzar.
Mientras tanto, toda esa gente de la que ha hablado puede hacer mucho daño, pero precisamente por eso, advierte: “Es importante mantener la antorcha de la libertad viva, la antorcha de la calidad de vida, la antorcha de la democracia encendida. Hay que entender que democracia no es sólo ‘la voz de la gente’. La esencia de la democracia es que todos asumamos una responsabilidad, no podemos permitirnos el culto a la ignorancia y a los falsos mesías”.
Riemen analiza en su libro “la era poscultural” del siglo XXI, en la que, advierte, reinan el kistch, la cátedra woke, las redes sociales y el vacío espiritual. Rescata el poder de la palabra. Escribe: “Cuando las palabras se vuelven insignificantes debido a la charlatanería anodina, los eslóganes estridentes y los lugares comunes, se vuelven falaces debido a la propaganda y demagogia; cuando esto ocurre, la verdad ya no reside en el lenguaje: ha sido desalojada por la mentira”. Añade en la entrevista que “cuando las palabras pierden su significado, la vida también pierde sentido”. Por eso insiste en el mundo de la cultura: “El hecho de que la poesía, las palabras, tengan capacidad, en un mundo totalmente deshumanizado, de darle a una persona la consciencia para volver a ser humano, nos dice algo importante de su poder”.
En su propia escritura, Riemen utiliza recursos poéticos y literarios —como su encuentro imaginario con Thomas Mann o la reveladora carta de Elena, la esposa de Bulgákov, a los lectores— que hacen de su libro una invitación apasionada a recuperar la valentía y la compasión, el encantamiento del mundo.
¿Idealismo? En una de las páginas de El arte de ser humanos, el filósofo cita a Rilke: ¿Quién habla de victorias? El resistir lo es todo.