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«Digo lo que sabemos: los cuerpos divergentes ocupan un lugar muy perverso en el laberinto de la burocracia del desaliento».
Mónica Nepote
1.
Si vives en México, es muy probable que conozcas el laberinto, porque en él desembocan todos los caminos de la vida económicamente activa en este país. Si pretendes estudiar, obtener un título, conseguir empleo, pedir un crédito o viajar, tarde o temprano te encuentras ante un trámite.
Si además te desarrollas como profesional independiente, quizá te has preguntado por qué en ninguno de los años de educación básica (impartida por el Estado) se ocuparon en desarrollar habilidades para lidiar con la burocracia (el aparato institucional del Estado): redactar oficios, cotizaciones, informes, cartas de no conflicto de interés, llenar formularios, firmar al margen o digitalmente, calcular impuestos, darse de alta en plataformas particulares, utilizar la casi imposible plataforma del Sistema de Administración Tributaria, expedir y corregir recibos de honorarios con urgencia.
Si sumado a lo anterior te dedicas a alguna actividad relacionada con el arte y la cultura, sabrás que las contrataciones por honorarios abundan y que los pagos en este sector suelen tardar semanas, meses y a veces años en llegar.
Si buscas una explicación fuera del clásico «así son las cosas, qué vamos a hacer», es probable que la encuentres en los productos culturales. Las labores creativas suelen contratarse como parte de la cadena de producción de libros, álbumes musicales, espectáculos en vivo, etc. La justificación para el desfase entre la ejecución y el pago tiene que ver con el tiempo que el empleador requiere para cubrir los costos y obtener ganancias. Esto implica una falla inicial en el modelo de negocio: se emprende sin considerar de inicio la retribución a las personas involucradas en la elaboración del producto.
¿Qué pasa cuando el empleador es el aparato gubernamental? ¿Cómo se justifica que el servicio se complete y el pago tarde meses en llegar? «Estamos bajando el recurso», es la explicación recurrente. ¿Por qué el recurso llega siempre después, pero el trabajo se solicita con urgencia?
En los empleos precarizados disponibles para trabajadores del sector editorial y creativos en general, el contrato, si lo hay, suele establecer un lapso de tiempo entre la entrega del trabajo y el pago. Los problemas empiezan cuando la fecha establecida no se cumple.
¿Cuánto cuesta esperar? ¿Tendrían que pagarnos extra por el tiempo que esperamos un pago? ¿Sería justo pedir intereses moratorios a nuestros empleadores? ¿Una comisión por el hartazgo?
2.
Al despertar, lo primero que hago es revisar mi cuenta bancaria, con la ilusión de que llegue alguno de los pagos pendientes. Desde hace cinco años, siempre estoy esperando un pago. Hace un par de semanas, frustrada porque se acercaba la fecha de corte de la tarjeta de crédito, hice la cuenta del dinero que me debían: sumaba cincuenta y ocho mil pesos. Como en los cuentos con moraleja, un pago importante llegó justo el día que vencía la tarjeta y asunto solucionado. El malestar, la inquietud y el insomnio no forman parte de este elogio a la paciencia, quedaría mal mencionarlos una vez recibido el dinero.
3.
Hablar de dinero es incómodo pero necesario.
4.
En el sector editorial, tanto privado como estatal, se asignan a creativos dedicados a la literatura, es decir, escritores, los siguientes procesos: corrección ortotipográfica, informe de lectura, ghostwriting, presentaciones, charlas, talleres.
Por supuesto, los escritores en ocasiones son también autores. Solo en este caso se brinda un pago por adelantado antes de la venta del producto.
5.
La burocracia es un sistema de organización que representa al Estado. Por lo tanto, si la burocracia no funciona y no procura el bienestar de los ciudadanos, es el Estado el que no funciona.
6.
En 2008, la Secretaría de la Función Pública en coordinación con Transparencia Mexicana convocaron al «Concurso para Identificar el Trámite más Inútil», en el que participaron más de 20 mil ciudadanos; el ganador fue el Instituto Mexicano del Seguro Social. El resultado no fue una sorpresa para quienes conocemos el sistema de salud pública. Lo inaudito fue el número de participantes, que sin lugar a dudas habría crecido exponencialmente de haber existido una segunda emisión.
7.
El sector privado, siempre crítico de las políticas estatales, tiende a imitar su modo de funcionamiento al poner trabas y plazos extensos a sus trabajadores independientes. Es una historia recurrente que alguien te deba algo, por ejemplo las regalías una vez cubierto el adelanto. Es tan recurrente que sería impropio mencionar nombres de empresas editoriales o hacer un recuento de pagos que nunca llegaron.
8.
Pensar la burocracia como algo inamovible, los procesos como una estructura fija y perfecta, implica pensar el Estado y los entramados sociales como inevitables; implica dejar de lado la subjetividad, la voluntad y la capacidad de actuar colectivamente. Es posible modificar estos procesos si le damos su lugar y su importancia al proceso antes que al producto.
Cabe recordar que aquello que llamamos «aparato burocrático» no se trata de máquinas, sino de personas que atienden a sus congéneres. La burocracia puede pensarse como un proceso en transformación, como la sociedad a la que sirve.
Cuando hablamos de procedimientos estatales y literatura, siempre aparece Kafka. De hecho, en 2012 existió en Australia un proyecto llamado Brigada Kafka, que se encargaba de abordar las fallas de la burocracia desde la investigación y la acción. Sus premisas, entre otras, eran las siguientes: poner al ciudadano en primer plano, conjugar acción y reflexión, considerar que las reglas siempre pueden implementarse de una forma mejor.
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9.
En un tono más optimista, cabe agradecer a quienes colaboran para encontrar la salida del laberinto. Iniciativas comunitarias, funcionarios públicos que colaboran a hacer más sencillos procesos que parecen imposibles, administrativos que se esmeran en hacer los trámites más sencillos, con todo y que la tendencia del organigrama vaya en sentido opuesto.
10.
A modo de ejemplo, algunos programas gubernamentales e iniciativas privadas que contribuyeron a mejorar las condiciones de los artistas en México:
El programa de pago en especie, creado en 1957 siguiendo la iniciativa de David Alfaro Siqueiros.
La editorial Joaquín Mortíz, fundada por Joaquín Diez-Canedo en 1962, que pasó a formar parte de Grupo Editorial Planeta en 1985.
El programa Punto de Partida de la UNAM, fundado por Margo Glantz en 1967.
El Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, fundado en 1989, que ahora funciona como Sistema Nacional de Creadores de Arte con un presupuesto menor.
La Fundación Jumex, creada en 2001.
El programa Tierra Adentro, que hasta hace un par de años publicaba una revista impresa y que en 2015 llegó a publicar 25 libros en un año.
Los Centros de Educación Artística, fundados en 1984, actualmente en crisis por falta de presupuesto.
El Consejo Nacional de las Artes, creado en 1988 tras una propuesta firmada por Juan Jose Arreola, Fernando Beítez, Julieta Campos, Emilio Carballido, Alí Chumacero, José de la Colina, Salvador Elizondo, Gastón García Cantú, Juan García Ponce, Jaime García Terrés, Jorge Ibargüengoitia, Vicente Leñero, María Luisa Mendoza, Carlos Monsiváis, Marco Antonio Montes de Oca, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Elena Poniatowska, Carlos Pellicer, José Revueltas, Juan Rulfo, Gustavo Sainz, Ignacio Solares, Tomás Segovia, Rodolfo Usigli, Luis Villoro, Gabriel Zaid; disuelto en 2015.
El Centro Nacional de las Artes, fundado en 1994, con teatros, foros, y escuelas especializadas en Cine, Teatro, Música, Pintura y Artes Plásticas.
11.
¿Es posible pensar fuera de la caja de la burocracia? ¿fuera de la caja del Estado? Hay que tener cuidado con recuentos como el anterior: no se trata de vivir en la nostalgia del pasado (plagado también de fallas y omisiones), ni de izar bandera alguna a nombre del presente (evitemos izar todo tipo de bandera).
12.
«Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social», dijo Federico García Lorca.
13.
Urge pensarnos como gremio intelectual, como creadores y como lectores, y exigir a quienes tienen los recursos económicos y estructurales lo que a la sociedad corresponde. Al pensarnos como comunidad, toca observar qué hemos conquistado anteriormente, qué logros se han disuelto por decreto de quienes tienen el poder, qué podemos hacer para darle un lugar digno al arte y la cultura y por lo tanto a los gestores, creadores e intérpretes; solo así podremos rebatir el desaliento que se ha vuelto cotidiano para los trabajadores del sector cultural y artístico.