Como vecina díscola de las memorias y la autobiografía, la autoficción encuentra en las vivencias personales un territorio de experimentación capaz de mostrar mucho más que la propia vida. Al menos, eso parece ser lo que se propone la escritora italiana Veronica Raimo (Roma, 1978) en Nada es verdad, una novela que sigue las peripecias de una mujer y su peculiar familia, en un barrio de Roma. La novela tuvo un éxito arrollador en su país natal, donde le valió el Premio Strega Giovani.

La narradora de la historia es Veronica, una mujer que sufre la intromisión permanente de su madre, acaba de perder a su padre, y desde ese presente, recuerda su vida desde la infancia. La trama tiene elementos de la comedia familiar: un padre maníaco que levanta paredes y hace de la casa un laberinto; la madre, indiscreta y emocional; el hermano superdotado, y ella, una chica lúcida, capaz de detectar todas las excentricidades, incluidas las propias.

Raimo busca un tono cómico para narrar los momentos más dramáticos de una familia. Por momentos arranca alguna risa, sólo que algo pone todo en riesgo: es la insistencia de la narradora en sentir lástima de sí misma, un permanente victimizarse en situaciones que no llegan a constituirse, por sí mismas, como problemas (al estilo de “mamá me llama mucho por teléfono”). En el trasfondo, puede leerse una vida privilegiada, con los defectos convencionales de las relaciones más cercanas. Tanto es así, que más allá de esas quejas, la protagonista nunca atraviesa carencias significativas; recibe una crianza obsesiva, pero amorosa, se educa, viaja, tiene aventuras, amistades, amores, bajones, explora distintas cosas, para finalmente transformarse en escritora.

Más allá de eso, la novela fluye en anécdotas coloridas, tiene humor y un recorrido que seguramente resulta reconocible para todo aquel que tenga ascendencia italiana o haya visto alguna de las saga televisivas de familias intensas. Una de las cosas más interesantes es que Veronica es de clase de protagonistas que no tiene miedo al ridículo. Entre las que se cuentan torpezas, errores, exceso de confianza o falta total de ella. Como ocurre, por ejemplo, en los episodios en los que se encuentra con exhibicionistas, que logran mostrar el modo en que esa situación abusiva fue asumida con cierta inevitabilidad por las mujeres de varias generaciones.

Existe una tradición de autoras que ponen parte de su propia biografía en el ojo de sus ficciones para retratar una generación, como ocurre con la también italiana Natalia Ginzburg o la norteamericana Lucia Berlin. Son escritoras que transforman el yo en un nosotros. Raimo, en cambio, parece contentarse con esa vacilación en clave personal con una frescura que, en el fondo, resulta bastante artificiosa.

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