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El Siglo de las Luces, movimiento que modernizó a la sociedad europea y que influyó en el desarrollo mundial, brotó hace más de tres siglos y fue parteaguas para que las mujeres reivindicaran su inclusión en diferentes ámbitos. Aunque no son las mismas épocas, la visibilidad y espacios que se exigían durante dicho periodo ha servido como motor para impulsar una evolucion en términos laborales, como lo pone sobre la mesa la escritora Nuria Labari en El último hombre blanco (Random House, 2022).
La protagonista de la novela, una mujer de 44 años, radica en Barcelona, España. Su misión personal es disfrutar de los beneficios de ser un hombre en sus diferentes facetas: excelente subordinado, padre y esposo. Se convierte en un varón sin medir el costo, mismo que le resulta extremadamente caro pues modifica su tiempo, cuerpo y mente de forma tajante.
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Nuria ostenta un lenguaje claro e inteligente y lo transmite a través del personaje central, que tiene consciencia, deseos y acciones masculinas. Aunque es muy fuerte esa esencia, constantemente experimenta una guerra interna entre ser mujer u hombre.
Estereotipos
En el momento de alcanzar el éxito profesional en el mundo de los negocios, ganar un sueldo igual de elevado que el de sus compañeros y tener acceso a todo lo que se le ocurra, la mujer toma un respiro y analiza los cambios y sacrificios que decidió hacer.
El viaje es intenso. Recorre su vida sin cronograma estricto, expone situaciones crudas de su adolescencia y de su paso por la universidad antes de hacer referencia a su niñez y a sus padres.
En cada etapa y faceta se desvive por gozar su libertad, acompañada permanentemente de discretos obstáculos impuestos principalmente por sus culpas, prejuicios y ansiedades, además de los agravios que le han generado el clasismo, la misógina y el pseudopensamiento vanguardista.
Elige ya no guardar silencio y expone los estereotipos familiares y sociales que cargan mujeres y hombres, basados en estándares de productividad, rendimiento, apariencia, salud física y mental, además del “deber ser de los géneros”.
Diferencias marcadas
En 270 páginas, Nuria hace un llamado a combatir la desigualdad laboral que ensucia las vidas personales y está presente en todas las sociedades. El texto no pretende manifestar celos hacia los hombres ni considerarlos rivales; por el contratio, busca dar a conocer las diferencias marcadas en los entornos que parecen beneficiarlos más.
De manera sutil, pero dolorosa y triste, la periodista incluye temáticas impactantes por medio de figuras como una madre sin anhelo de superación, un hombre de negocios egocéntrico que sólo es proveedor de su casa, una jefa exitosa pero frustrada o mujeres que son reducidas a objetos de deseo sexual.
Un detalle que llama la atención del libro es que la escritora emplea términos fuertes para describir algunos personajes como Boca Falsa, Botones Dorados o La Fiera; sin embargo, no le resta relevancia a que su protagonista no sobaja a las mujeres y no es una temible compañera o amiga, sólo quiere ser autónoma y tener las facilidades que experimenta cualquier varón.
Aun cuando Nuria Labari muestra lo atractiva que puede ser la vida de los varones exitosos, también exhibe que en muchos casos, detrás de la estabilidad profesional, personal y familiar de ellos, existe un pesado costal de expectativas innecesarias.
Es injusto o incluso violento no valorar los cambios de mentalidad, de políticas y de acciones que permiten que las mujeres a nivel mundial se integren en diferentes ámbitos, especialmente en el laboral, es necesario reconocerlo y celebrarlo, sólo que al ser un tema que todavía inspira a la literatura, es evidente que se puede y se debe hacer más.