Garcilaso está en boca de todos, pero pocos hablan de su ascendencia incaica y eso preocupa, porque es un tipo de tergiversación o de sesgo de lo que cuenta sobre él”, nos dice el escritor peruano Ricardo Ráez Reátegui acerca del personaje principal de su nuevo libro, El primer peruano, novela corta que se sumerge en la juventud del hijo de un conquistador español nombrado corregidor y una ñusta cusqueña sobrina de Huáscar y Atahualpa, nacido con el nombre de Gómez Suárez de Figueroa y conocido hoy por el mundo como Inca Garcilaso de la Vega.

Tras 10 años de investigación y la publicación previa de un volumen de cuentos de temática diversa (Torino, 2021), Ráez, también periodista, homenajea al Cusco y realza la figura de quien es considerado “El primer peruano” de la historia, dado que fue la primera voz mestiza capaz de narrar como testigo presencial un periodo decisivo de la historia del Perú, mientras habitaba dos mundos en pleno choque: el español, con su religión, su idioma, su cultura, sus costumbres y su posición dominante; y el andino, con las tradiciones, el quechua, sus fiestas, el respeto a la naturaleza, la devoción a los apus, habitado por hombres que trocaron su reinar en vasallaje. Su testimonio corrigió, en muchos casos, lo contado por historiadores españoles al servicio de los conquistadores y ofreció por primera vez un punto de vista distinto al oficial. Los Comentarios Reales de los Incas (1609) rescatan, en pleno virreinato, testimonios de un imperio mítico, historias en su mayor parte olvidadas hoy.

Escribió el amauta José Carlos Mariátegui que “La literatura de los españoles de la Colonia no es peruana, es española”. Y también que “en Garcilaso se dan la mano dos edades, dos culturas. Pero Garcilaso es más inca que conquistador, más quechua que español. Es, también, un caso de excepción. Y en ello residen precisamente su individualidad y su grandeza”.

En estos tiempos parece poco usual revisitar a figuras de un pasado tan remoto. ¿Por qué sentiste que era importante ocuparse hoy de Garcilaso de la Vega?

A pesar de que ya había leído a Garcilaso, vivir en el Cusco fue definitivo para conocer el Perú de verdad, en toda su variedad. Había visitado y estudiado la selva o el ande, pero al llegar a Cusco me di cuenta que es una ciudad en la que en cada esquina encuentras una historia, cada paso que das es como acercarte a su pasado prehispánico, un pasado que tenemos, además, muy borroso. Cuando hablas con especialistas sobre la historia prehispánica, te dicen que solo se sabe un 10 o 15% de lo que pasó. Y eso, porque tampoco van a decir que no saben nada (risas). Garcilaso es un peruano cuando no existía el Perú. Es un hombre que ha nacido en esa tierra y que intenta narrar lo que sucedió en ese momento. Además, en su obra hace una crítica a cómo ha sido realizada la conquista, en pleno siglo XVI y XVII. Ese es un aspecto que me llamó la atención. Obviamente, todos estos detalles los he ido conociendo poco a poco. Garcilaso es eso, una persona que nos cuenta una historia feliz, además, no una historia negativa del Tahuantinsuyo, como generalmente sucede. De paso, nos trata en su obra como paisanos, como compatriotas, nos desea salud, nos desea felicidad, es un hombre que realmente desea que se complete el proyecto de nación. Hay que tomar en cuenta también que narra una historia que ha sido súper criticada. Garcilaso tiene antigarcilasistas por montones. Pero ha sobrevivido cientos de años a ellos y va a sobrevivir a nosotros. Pasaremos a ser polvo y Garcilaso seguirá.

¿Por qué es correcto afirmar que Garcilaso es “El primer peruano”?

Bueno, no es mi invención, lo dice primero Mariátegui en “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”, en 1928. Hugo Neira, Porras Barrenechea o Vargas Llosa también lo llaman así. Hay varios ensayos en los que se refieren al mestizaje y abordan el tema. Me gustó mucho el concepto de “El primer peruano”, porque es realmente el inicio, aquí arrancamos todos, aquí vemos qué somos. Me gustó la figura. Suena bien, más allá de lo que cada uno pueda pensar de porqué es.

¿Qué vas a escribir sobre el crimen? Todos fueron parte de eso. Es como escribir la historia de la Guerra del Golfo solo con CNN, 500 años después


Ricardo Ráez Reátegui, novelista

Esa figura se asienta en que es el primer mestizo que da testimonio directo de su tiempo…

Claro. Es el primero que trata de dar una historia desde el punto de vista de un nacido aquí. Todo lo que se había escrito en ese momento eran testimonios de cronistas españoles, nada más. No había ninguna voz local. Hay, por ejemplo, gente que dice que los primeros cronistas son los más fieles a lo que sucedió. Francisco López de Jerez, Cristóbal de Mena, entre otros. Pero, con todos ellos, pasa algo. Imagínate la situación: venir en una conquista con un grupo de unas 200 personas con el objetivo de encontrar El Dorado, pero encontrar a Atahualpa. Lo apresan, lo ejecutan y se reparten el botín. También con Jerez, el que escribió la crónica, que era el secretario de Pizarro y se volvió rico. Si tenía que contar cómo se comportaron los españoles en esa conquista. ¿Qué crees que iba a decir? Si se comete un crimen y te dan dinero. ¿Qué vas a escribir sobre el crimen? Todos fueron parte de eso. Es como escribir la historia de la Guerra del Golfo solo con CNN, 500 años después.

¿Por qué elegir sus años juveniles?

Porque Comentarios Reales e Historia del Perú, que son las dos obras que hablan de los incas y la conquista, respectivamente, son básicamente autobiográficas. Para darles autoridad, lo que hizo él fue comentar. Los comentarios son sus impresiones sobre lo que algunos autores decían que había sido de un modo y él lo decía de otro. Para darle autoridad a su obra se da el carácter de testigo. Entonces, todos estos momentos son también momentos biográficos de lo que vivió y constituyen, en realidad, la etapa más emocionante de su vida. Porque a él se le ha tratado también de viejo, de retirado en su casa en España tras hacer carrera militar. Se sabe que recibió la herencia de su tío y, ya con una posición cómoda, recibió a los intelectuales que iban a visitar a “El Inca”. Lo bacán de su vida fueron sus años juveniles, porque vivió en la época de las guerras civiles. Los españoles llegan al cusco en 1534, él nace en 1539, solo 5 años después. La primera guerra civil es en 1538, por eso llega su papá al Cusco. Por ese mismo tiempo llega con las Leyes Nuevas Blasco Núñez de Vela, que sería el primer virrey del Perú nombrado por el Rey Carlos I en 1543 para terminar con el poder de los encomenderos. Las hostilidades y venganzas siguen entre pizarristas y almagristas, matan a Blasco Núñez y hay otra guerra civil. Garcilaso crece en medio de esa incertidumbre, un trauma como fueron para otros peruanos siglos más tarde la Guerra con Chile o las guerras de Sendero.

Eso también hace importante rescatar lo que pudo ocurrir en sus años juveniles…

Claro. Él está ahí, va creciendo, tiene amigos en su misma condición, que son mestizos, que no saben qué son. Papa español, mamá y parientes indígenas, generalmente despreciados por sus padres. No todos tenían la suerte de Garcilaso, ni el empuje para concretar la búsqueda de qué son, de qué es el Perú.

¿Por qué crees que algunos han puesto en tela de juicio la veracidad de lo contado por Garcilaso en Los Comentarios? ¿Por qué se ha dudado tanto?

Porque se lo quieren tumbar. A ningún cronista le piden la objetividad que le piden a Garcilaso. A ninguno. Y eso que Garcilaso dice “Yo he sido testigo” (risas). Los grandes críticos de Garcilaso dicen, “Claro, él fue testigo, pero cuando era niño, ¿Quién se acuerda de esas cosas?”. Pero él no solo utilizó sus recuerdos, sino también cartas, crónicas que ya existían, información que se tenía a la mano. Y al final, claro, en varios momentos de la obra dice “No sé si me alcancen las fuerzas para acabar esta locura que estoy haciendo”.

¿Y qué ganarían sus críticos tumbándoselo?

Es que narra un Perú feliz. Como te comenté, de la historia de los incas sabemos máximo el 15%. Existen un montón de posibilidades y la mejor excusa para civilizar un lugar es calificándolo como salvaje o tiránico, como un lugar donde sobreviven los espías, donde hay un estado que está vigilándote todo el tiempo. Y Garcilaso sí pone criticas donde debe poner, pero debemos entender que escribe para los españoles, para que entiendan lo que está pasando y lo hace con sus referencias. Entonces, necesitamos una nueva interpretación de Garcilaso que ya la están haciendo algunos historiadores. Donato Amado Gonzáles, por ejemplo, es un historiador que ha muerto hace poco, pero que estaba haciendo interpretaciones muy poderosas de Garcilaso. Se ha escrito tanto sobre él, pero nada sobre su vida juvenil. También por eso lo enfoqué por ahí. Hay un librito que se llama “El Inca Garcilaso: Recuerdos de infancia y juventud”, de Porras Barrenechea, pero solo son citas mencionadas en Los Comentarios Reales e Historia del Perú, escritas por él mismo sobre su infancia y juventud.

La cultura andina en muchos lugares se ha apropiado de lo español. Por ejemplo, el Corpus Christi


Ricardo Ráez Reátegui, periodista

¿Entonces hay divergencias entre el Perú que vio Garcilaso con el que narra Rafael Dumet en su exitosa “El Espía del inca”?

Claro. Yo creo que sí, se lo he comentado al mismo Dumet en alguna charla. Le he dicho que él ha tomado los ejemplos toledanos para mostrar a los incas. Y hay muchos cronistas protoledo que quieren crear una historia en la que los incas sean pintados como tiranos para detener el impulso crítico de Bartolomé de las Casas. De las Casas había tenido mucha influencia en las cortes europeas, entonces la conquista española empezó a ser muy cuestionada. Pero Toledo llega con la misión de corregir el relato. Convocó al cronista Sarmiento de Gamboa, que escribe una historia donde son todos tiranos y cada inca es un Calígula. Esa visión nos quedó por mucho tiempo y hay gente que la acepta alegremente, por decir que hubo una continuidad, y que simplemente cambiamos de reyes cuando llegaron los españoles. Pero en realidad hubo un cambio de estructuras. Y, es más, la cultura andina en muchos lugares se ha apropiado de lo español. Por ejemplo, el Corpus Christi. Me parece una fiesta monumental, es el mejor ejemplo de que lo andino está presente en toda nuestra peruanidad. La reciprocidad generaba un tipo de dinámicas que no podríamos entender ahora, en este mundo donde todo vale según lo que dice el mercado. Pero lo andino no ha muerto, hasta ahora sucede. En la mesa de un chamán, por ejemplo, ya no solo está la calavera, el huaco, la chonta, la espada, sino también el Cristo. Están todos.

El detonante de este libro son tus días como estudiante de Historia en la Universidad San Antonio Abad del Cusco, conviviendo con las inquietudes intelectuales de catedráticos y compañeros…

Esa experiencia es brutal. En una universidad emblemática del Perú, viviendo además la realidad peruana de esos jóvenes cusqueños, el antagonismo con ellos. Yo ya tenía casi 40 años cuando estudié ahí. Además, venían chicos desde las comunidades más remotas, los más preparados, y a veces enfrentaban problemas para hablar, para integrarse, los mismos conflictos dentro de la universidad, con la educación pública y todas sus carencias.

Es un encuentro cultural que puede ser chocante para un limeño hoy, como pudo serlo también para Garcilaso cinco siglos antes en la misma ciudad…

Sin duda, porque además Cusco era el centro. En el centro de una ciudad que era sagrada pusieron sus casas unos 80 encomenderos y sus familias. Pero en los alrededores vivían todavía familias incaicas. Al Cusco no entraban todos, era un lugar prohibido, casi mágico, mítico.

Considerando que es poco lo que en realidad sabemos los peruanos sobre Garcilaso, ¿Cuál crees que es el mayor secreto que el estudio de su biografía te ha revelado?

Tal vez para algunos sea un secreto que él participaba de las costumbres incaicas tanto como de las españolas. Lo que han hecho las biografías oficiales es hablar de un Garcilaso tímido, retraído, que no participaba de nada. O que estaba totalmente españolizado. Pero la parte indígena nadie la había explotado y a mí me parece que eso es lo novedoso: él también es, porque su familia vivía ahí, todo alrededor del Cusco eran tierras indígenas. Hay cronistas como Betanzos que asegura que allí se hacían fiestas hasta 1550, incluso. Se seguían celebrando entre ellos, lejos de los españoles. Es un mundo distinto que sucedía ahí nomás, a unos pasos. Garcilaso era un adolescente con familia incaica, con amigos adolescentes que también eran mestizos. ¿Cómo no iba a participar? ¿Cómo no iba a estar ahí? Eso no lo dice en Los Comentarios porque tuvo que manejarse muy delicadamente, ya que tenía que pasar por la censura de la iglesia y del rey. Él se ingenia artimañas en su escritura para afirmar sin decir que es parte de. Y viendo siempre de lejos o viendo algo y quedándose dormido mientras sucede. Así que no hubo forma de censurarlo. Pero él estuvo ahí. En El primer peruano yo propongo que está en el huaracu, una ceremonia de iniciación. En ella se convierte en un adulto, parte de la estructura de lo que significa ser inca. Algo que perfectamente podría haber sucedido.

Comentaste en una entrevista que el hecho de que Gómez Suárez se autodenomine “Inca” es bastante más importante de lo que han medido algunos historiadores. ¿Por qué?

Si dejas de llamarlo Inca le quitas todo, porque toda la vida lo llamaron así. Yo te aseguro que cuando iban a su casa esos amigos intelectuales en Montilla se referían a él como El Inca. Su casa se conoce aún como La casa del Inca. Tuvo una mujer, y un hijo con ella. Y te aseguro que, en la intimidad, ella le decía Inca. Ha tenido toda una vida siendo Inca. Y, otra vez la oficialidad, se encarga del blanqueo, llamándolo cosas como “El príncipe de los cronistas mestizos”. Si te llamas toda la vida Inca es porque lo eres, porque quieres que te llamen así. No es un nombre artístico. Es poderoso. Él querría ser recordado así, porque en el Tahuantinsuyo el Inca es el gran “reciprocador”. La reciprocidad es lo que mueve el mundo andino. En la que yo le doy mi energía al resto para que me sea devuelta de alguna manera. Es como la amistad. Cuando estamos entre amigos no nos guardamos nada. Hay una complicidad en la que intercambiamos energía. Eso sucedía, en otra dimensión, en el mundo incaico. El máximo reciprocador era el inca, entonces él buscaba que lo más bonito y lo mejor que había o el elemento más poderoso que había, que era el Cusco, se replicara en muchos lugares. Garcilaso no podía hacer un Cusco en España, pero hizo Los Comentarios Reales. Hizo un Cusco en la Literatura. Y lo mejor es que nos obliga a pensar en el Perú, que tanto nos hace falta.

¿En qué momento te diste cuenta de que sumergirte en su biografía te llevaría, necesariamente, a escribir una novela?

Quería resarcir a Garcilaso, quería de alguna manera ponerlo en la palestra, me parece un personaje importantísimo. Y tuve un profesor en Cusco que siempre hablaba despectivamente de él, lo trataba como mentirosillo, como utópico. Como te digo, la cantidad de Garcilaso lovers es igual a la de Garcilaso haters. Un 50-50. Este profesor hablaba de eso y yo me puse a investigar un poco más. Hay muchos ejemplos de momentos en los que Garcilaso, cuando le decían mentiroso, salió airoso. Me puse a leer mucho más a Garcilaso para descubrir que no había escrito nada juvenil. Y vi que en su vida estaban todos los temas juveniles: conflicto con su papá, enamoramiento, los amigos de la escuela, las aventuras o el autodescubrimiento. Y decidí arrancar con la escena de Francisco Chilche mostrando la cabeza disecada de un inca en el atrio de la Catedral del Cusco en pleno Corpus Christi, frente a una concurrencia masiva, entre la que estaba él.

Entremos un poco a lo político. Si hay un tema que aterra a las derechas de toda la región, no solo a la peruana, es la “reivindicación del indio”. Quizás Garcilaso no sería un personaje muy apreciado por esas mismas élites…

Claro, es un personaje que te pide una identidad, te pide identificarte con algo. A veces, ese es el mayor miedo. No es un aculturado. Lo que busca la élite es que seas un aculturado, que no respondas a ninguna de las tradiciones, y Garcilaso te pide responder a una tradición, a un pasado, a una herencia, contándote una historia que nos ha llegado desde chiquitos, como la de Manco Cápac y Mama Ocllo fundando el Imperio Incaico. La historia es linda como la narra él, es una hermosura. Garcilaso es un personaje que nos narra una historia de los incas en la que tenemos un pasado diferente, una forma de vivir diferente, una cosa que no hemos todavía explorado y que no conocemos, porque nos han obligado a pensar de cierta manera. Él habla de un imperio incaico sostenible, ecológico, donde habla de la redistribución y hay un equilibrio con lo natural. Todo lo que sea diferente, es revolucionario.

En Garcilaso podemos encontrar el rescate de los orígenes, el respeto a las tradiciones, el entendimiento tolerante de lo distinto o del mestizaje. En qué aspectos es posible decir: Garcilaso hizo esto por la historia peruana. Quizás nosotros podamos sumarle esto otro.

Lo mejor que podemos hacer es leerlo. Eso ya va a ser mucho. Hay que conocerlo un poco más, vamos, leer al menos lo que dice Wikipedia. Hay gente que no sabe nada. No te voy a pedir grandes cosas porque sé la realidad. Yo no quiero crear gran literatura, Yo quiero ser un vulgarizador. A lo Gonzales Prada. Hacer conocer, hacer vulgar al que está en un pedestal. A veces están en un pedestal porque no los entendemos y eso es una cojudez. Todos somos humanos y tenemos los mismos sentimientos, los mismos conflictos, todos estamos en esa disyuntiva: en la vida del hombre siempre hay alguna novela.

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