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"Cien años de soledad sería ideal para un serial de cincuenta horas de televisión, pero García Márquez no quiere venderlo", así inició Gabriel García Márquez la nota Una tontería de Anthony Quinn, publicado en 1982, unos meses antes de que le anunciaran que ganaría el Premio Nobel de Literatura en ese año. Era un artículo de Gabo sobre una declaración de Anthony Quinn. Quinn, según la revelación del actor de origen mexicano, “le ofreció un millón de dólares y no quiso, porque García Márquez es comunista y no quiere que sepa que ha recibido un millón de dólares”. Ese ofrecimiento que siempre negó el escritor colombiano que fuera cierto, nos da una idea del interés de llevar a la pantalla Cien años de soledad. Quinn deseaba caracterizar al coronel Aureliano Buendía, uno de los personajes más icónicos de la novela.
Ahora que Netflix estrenó su nueva serie de 16 capítulos basada en Cien años de soledad, novela que lanzó a la fama a García Márquez, nos hace volver a reflexionar sobre la relación de García Márquez y el cine.
En el caso particular de Cien años de soledad, García Márquez no quiso jamás vender los derechos de su novela al cine debido a “su deseo de que la comunicación con mis lectores sea directa, mediante las letras que yo escribo para ellos, de modo que ellos se imaginen a los personajes como quieran, y no con la cara prestada de un actor en la pantalla. Anthony Quinn, con todo y su millón de dólares, no será nunca para mí ni para mis lectores el coronel Aureliano Buendía. El único que podría hace ese papel, sin pagar ni un centavo, es el jurista colombiano y gran amigo mío Mario Latorre Rueda.”
Y es que la relación de García Márquez con el cine no había sido tan afortunada como en el caso de la literatura. Es un matrimonio infeliz, sobre todo en las adaptaciones de su obra, como comentó Gerald Martin en su biografía del escritor colombiano. Y el comentario se formuló debido a la versión fílmica de Arturo Ripstein de El coronel no tiene quien le escriba, en que a pesar de la reputación internacional del director, y que contó con un elenco de lujo como Federico Luján, Marisa Paredes y Salma Hayek, “es una de las versiones menos convincentes que se hayan filmado de la obra de García Márquez.” Ripstein y Gabriel García Márquez, de hecho, ya habían trabajado anteriormente en la película Tiempo de morir, en el que García Márquez y Carlos Fuentes escribieron el guion de este Western mexicano--.
“García Márquez no podía vivir sin su gran pasión por el cine, pero el cine podía llevárselas muy bien sin García Márquez”, expone Martin en su libro Gabriel García Márquez A Life. Mel Gusow del The New York Times, escribió que para filmar la obra de García Márquez se necesitaba a un director de su calibre, como el caso de Luis Buñuel con quien “se compartía cierta idiosincrasia”. En ese sentido, tal vez por ello, María de mi corazón, película basada en un cuento de García Márquez, ha sido de los filmes mejor adaptados de su obra, bajo la dirección de Jaime Humberto Hermosillo, de la generación de directores mexicanos que fueron más influidos por la obra de Luis Buñuel. Igualmente, una traducción visual muy buena de La mala hora, incluso que tal vez supera a la novela en cuanto tensión, fue la serie de televisión, con el mismo nombre, dirigida por Bernardo Romero Pereiro, transmitida en 1977 por RTI Televisión de Colombia
Y es que García Márquez también tenía cierta reticencia de dar luz verde para la producción de su obra a Hollywood. Afirmaba que los derechos de las adaptaciones cinematográficas los vendería muy “cariñosamente” a los productores que no fueran Latinoamericanos y “muy baratos, o gratis”, a los latinoamericanos. Él en su artículo justificaba la razón de ello:
“Mi experiencia con los productores de cine, a partir de Cien años de soledad, es una de las más sorprendentes de mi vida. En general no hablan más que de dinero, pero a la hora de la verdad todos son como Anthony Quinn: no se les ve por ningún lado. Son grandilocuentes, inseguros e imprevisibles. Mercedes mi esposa, les tiene terror, porque llegan a la primera cita con proyectos espaciales, arrasan con el bar y la despensa, hablan con el mundo entero desde nuestro teléfono sin preguntar cuánto te debo, y nunca más se vuelve a saber de ellos.”
Al parecer varios proyectos que tenían una imagen de superproducciones jamás llegaron a cristalizarse. Se menciona a William Friedkin, el director deEl Exorcista y Contacto en Francia, quien en un viaje a México le mostró gran interés para hacer en cine El otoño del patriarca. En ese viaje, Friedkin le contó que William Peter Blatty, el autor del libro, aceptó una suma modesta por los derechos de filmación de El exorcista con la participación de los beneficios de la película. El trato le trajo a Blatty diecisiete millones de dólares de aquella época. García Márquez aceptó. Sin embargo, “Friedkin me llamó por teléfono y con la misma elegancia con que hacía todo, desistió del proyecto. Nunca más supe de él salvo por los periódicos, cuando se casó en París con Jeanne Moreau y, poco después cuando se divorciaron.” Con este mismo tema, se pueden mencionar dos propuestas históricas de García Márquez con Akira Kurosawa y Francis Ford Coppola.
Akira Kurosawa, el legendario director de Rashomon y de tantas y tan memorables películas, mostró gran interés en adaptar El otoño del patriarca ambientada en Japón. Sin embargo, a pesar de su gran talento, siempre tuvo problemas para que recibieran apoyo sus filmes debido a que no generaban ganancias. El otoño del patriarca, al parecer, no fue la excepción y se quedó el proyecto en un muy buen deseo por parte del director nipón.
En el caso de Francis Coppola, el encuentro fue cuando coincidieron en el Festival de Cine de Moscú. García Márquez comentó que, en un inmenso restaurante en Leningrado, el responsable de la trilogía de El padrino, le comentó que cuando estaba haciendo Apocalipsis ahora en Manila,“el director de fotografía le habló muchas veces de su ilusión de hacer en cine Cien años de soledad”:
“Hablamos un poco de sus películas y de mis libros, y me contó lo que su fotógrafo le había dicho sobre Cien años de soledad, pero en ningún momento planteó la posibilidad de hacerlo en cine. Lo único que de veras le interesó fue cuando supo que mi hijo mayor había hecho un curso de alta cocina en París. Coppola, que es un gran comedor y un cocinero de primer orden, se dejó arrastrar por la inspiración súbita de meterse con mi hijo en la cocina del restaurante para preparar la comida que íbamos a comernos. Fue una noche memorable.”
La excepción más notoria de su reticencia a Hollywood fue El amor en los tiempos del cólera. García Márquez vendió los derechos en el 2007 al inglés Mike Newel para filmar la película en Cartagena teniendo como protagónico al español Javier Bardem. Y esto, al parecer, lo hizo más que todo por presión de su esposa Mercedes para que pusiera “algo de dinero en la mesa” para aquellos que serían sus herederos y que dejara esa “implacable filantropía fílmica.”
Gabriel García Márquez siempre tuvo gran interés por el cine. Estudió en 1952 y 1955 en el Centro Sperimentale di Cinematografia en Roma, en donde se encontraba en pleno auge el neorrealismo fílmico que se hizo famoso por realizarse con muy pocos recursos económicos y con actores no profesionales, pero que, para Gabo, era una de las corrientes cinematográficas con la vocación más humana que se había producido en la historia del séptimo arte.
En el caso de la serie sobre Cien años de soledad, y su relación entre la letra y la imagen, los ocho primeros capítulos que se encuentran disponibles no desilusionan. Al contrario, al verlos invitan a leer o releer la novela. En lo personal, la relectura la he disfrutado como nunca y me aclaró varias dudas que había tenido sobre mis experiencias anteriores con el libro. Es verdad, hay grandes defensores de la literatura, los cuales han comentado que la serie no capta toda la majestuosidad del libro. Yo no lo creo. Solamente yo difiero un poco del José Arcadio Buendía literario que yo me había hecho, con el de la pantalla. Yo al leer la novela me lo imaginaba groseramente alto y ferozmente corpulento como un héroe griego que acababa de librar una sangrienta batalla en Troya. Sobre todo, se describe en la novela que podía derribar a un caballo con sólo tomarlo del pescuezo y el José Arcadio Buendía interpretado por los dos magníficos actores—Marco Antonio González Ospina y Diego Vásquez-- me pareció mucho más cotidiano de lo que yo me imaginaba.