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Salvador Vázquez Araujo llegó en 2001 al Museo José Luis Cuevas por invitación del propio artista. Asesor ejecutivo del museo y apoderado de la Fundación, niega que este centro cultural sea un negocio o una “empresa” como lo afirmó la viuda del artista, Beatriz del Carmen Bazán.

“Trabajamos con números rojos, apenas para salir adelante”, dice en entrevista, en su oficina del Museo, espacio que ocupa hace más de 17 años y que se comunica a través de una alta y gruesa puerta de madera con la que era la oficina de la directora.

Vázquez Araujo asegura que no pretende quedarse al frente del Museo: “Si soy útil, quedo; si no soy útil que me cambien. No estoy absolutamente casado con esto”. Alega que de 2015 a la fecha, Beatriz Bazán fue al museo en contadas ocasiones y que si no se le pagó más su sueldo de 30 mil pesos es “porque ya no venía”:

“En el año 2015 vino unas cuantas veces; en el años 2016 unas cuatro o cinco veces, y en el año 2017 vino una vez. Con las restricciones que teníamos, no era posible pagar a una gente que no venía a trabajar”.

Lamenta que aunque Cuevas era su amigo, no pudo verlo más desde 2015 y sostiene que aunque llamó a su casa en repetidas ocasiones no pudo comunicarse con él.

—¿No era una contradicción que el Museo estuviera dedicado a él y que usted, como apoderado, no tuviera ninguna relación con él?

—No fue por mi voluntad. Fue porque ella ya no me permitió estar en contacto con él.

—¿Cómo vio usted los problemas de la familia, con sus hijas?

—Yo no me meto con la familia, mi trabajo fue manejar este edificio, proteger esta colección y exhibir la obra de Cuevas.

Acerca de las afirmaciones de irregularidades que hizo Bazán, responde: “La señora puede decir lo que quiera porque no ha venido, no ha estado aquí, no se ha informado”.

Asegura que la relación con los Cuevas se rompió en 2014, después de que les reportó que el SAT investigaba al Museo, ante lo cual ella contrató un despacho, con el que, en efecto, se reunieron, pero que a su vez, el museo ya había adelantado el trámite con otro despacho, Amozurrutia Abogados que, finalmente, en 2016, consiguió que un juez concluyera la nulidad de esa resolución del SAT. “En ese momento ella, como tenía pleitos con media humanidad empezó a hacer esta cosa”. Dice que no teme a una demanda: “Si quiere demandar, que lo haga, tenemos los elementos contables, administrativos; todo el historial está correcto”.

—¿Cómo directora, qué responsabilidades tenía ella?

—Si hubiera sido directora como debiera, debió haber tenido el mando de todo, pero nunca lo tuvo. Nunca se metió a hacerlo. Ahí estaba su oficina, y ahí estaba todo el personal a sus órdenes. Pero nunca se metió a hacerlo. A mí nunca me importó porque desde antes de ella, yo ya lo manejaba. Manejar un museo es estar diario, estar al pendiente de las necesidades, estar resolviendo problemas técnico- artísticos… Ella organizó dos o tres exposiciones con la galería Óscar Román, que es con la que tiene relaciones, pero eso es todo. Lo demás lo organizábamos nosotros. Por eso, con ella o sin ella daba lo mismo.

El Informe de la Auditoría. El Museo José Luis Cuevas tiene hoy una planta de 17 empleados y opera con un presupuesto anual de 5.5 millones de pesos. El INBA le da recursos por 1.3 millones; la Secretaría de Cultura le entrega un millón, y el resto, alrededor de 60%, proviene de eventos sociales: bodas, graduaciones, actividades empresariales.

El inmueble mantiene su programa de exposiciones; las salas se ven en buen estado; se exhiben obras del maestro Cuevas y hay una temporal de Nicolás Moreno. Ayer al medio día no había público en ninguna sala.

Aunque el apoderado insiste en que todo está en orden, la semana pasada la Auditoría Superior de la Federación cuestionó el manejo de los recursos que recibió el Museo en 2016, por parte del INBA; señaló que ese presupuesto se destinó a gasto corriente, en lugar de haberse destinado a actividades culturales y artísticas.

Vázquez Araujo sostiene que aunque Bellas Artes firmó con ellos un convenio para hacer actividades culturales, en realidad estos recursos eran parte de la operación del Museo. “Me dice que me va a dar el dinero para que lo ejerza en agosto, septiembre, octubre y noviembre. Nada más que me lo entrega seis meses después. En enero del siguiente año, cuando todo eso ya pasó, se pagó, lo debemos”. Ubica el problema en las “normas cuadradísimas” de la Auditoría: “No tenemos fincada ninguna responsabilidad. Está en proceso, alegan que son gastos administrativos. Decimos que son gastos operativos para poder hacer todo lo de cultura que ofrecemos los fines de semana”.

El futuro. Tras la muerte de Cuevas, en agosto, algunos miembros de la Fundación participaron en una asamblea donde se acordaron, entre otras medidas, que el Cenidiap del INBA revisaría el Centro de Documentación. Fue una petición hecha por Ximena Cuevas, hija del artista. El Centro, en efecto, está cerrado y cada semana es visitado por un especialista del INBA que revisa libros, fotografías y hemerografía.

Vázquez Araujo cuenta que meses antes de morir el maestro, Beatriz Bazán empezó a retirar las obras que estaban en el recinto, aunque aclara que éstas no formaban parte de la donación original y no eran parte de la colección del recinto. “Fueron varias etapas (de salida de obra), la primera es la que estuvo en la Sala Erótica; ella determinó que se las llevaba a su casa. No estaban inventariadas dentro del acervo de Bellas Artes. Luego, había dos espacios monumentales del Museo con unos grabados que él hizo en Sevilla, y dos o tres meses antes de su muerte mandaron por esos grabados y placas. Y también por un vitral”.

Al referirse al acervo que guarda el Centro de Documentación insiste en que en este espacio no se encuentra ni la correspondencia ni textos escritos por el artista (la viuda de Cuevas, en la conferencia alegó que en su casa no estaban éstos).

En la reunión de agosto pasado, lo más importante que se acordó fue que debería haber una nueva propuesta de estructura de la Fundación y de cómo operará el Museo: si bajo una estructura tripartita entre INBA, Secretaría de Cultura de la Ciudad y la Fundación, o bajo qué otro esquema. Vázquez Araujo dice que ésta no es una tarea que le competa, y tampoco refiere quién en la Fundación, impulsa ese trabajo.

—¿Cuándo se sabrá del cambio?

—Lo que se está reestructurando es interno de la Fundación, cuál es el papel de la fundación ahora que su presidente murió y qué hay que hacer una nueva política con las instituciones que apoyan al Museo. Está programada la reunión en estos días, con los socios que quedan.

—¿Qué propuesta tiene de manejo a futuro?

—No puedo dar una respuesta de eso hasta que no lo consulte con los miembros.

—¿Su intención es permanecer como apoderado del museo?

No tengo ninguna intención ni en pro ni en contra. Si soy útil, quedó; si no soy útil que cambien. No estoy absolutamente casado con esto, históricamente he estado ligado, Cuevas fue mi amigo muchos años.

No estoy casado con el puesto, durante 18 años he hecho que este museo trabaje. Aquí jamás ha habido el menor fraude. Si pueden hacer alguna demanda, que la hagan, me tiene sin cuidado.

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