Agradezco a Yazmín Jimeno,

secretaria técnica de la AMH,

el soporte documental de este texto


Sergio Méndez Arceo (1907-1992) era un hombre de letras. Realizó sus estudios superiores en el Pontificio Colegio Pío Americano de Roma donde obtuvo el doctorado en Filosofía. En 1934 se ordenó sacerdote y cinco años más adelante obtuvo el doctorado en Historia con la investigación “Origen de los obispados en México en el siglo XVI”, además de retornar a México para realizar su actividad pastoral. Nunca publicó la tesis, pero sí varias reseñas de libros sobre la Colonia en la Revista de Historia de América durante los años 40, tiempo en que fungía como director espiritual del Seminario Menor de la arquidiócesis de México, catedrático de Historia Eclesiástica en la Mayor y enseñaba también con los jesuitas. En 1952 lo nombraron VII obispo de la diócesis de Cuernavaca, año en que la Universidad Nacional publicó su libro La Real y Pontificia Universidad de México —una “investigación monográfica de la historia externa de la Universidad”, la llamó—, de la cual había adelantado un artículo en la revista Historia Mexicana el año anterior. Entonces —de acuerdo con Graciela Rumayor— Don Sergio “era tremendamente conservador”.

Entretanto, la Academia Mexicana de la Historia (AMH) tenía un sillón vacante. En su sesión extraordinaria del 9 de noviembre de 1953 “procedió a la elección de candidatos para la vacante que en nuestra academia existía por el sentido fallecimiento del señor licenciado Don Primo Feliciano Velázquez”, marianista que ocupara el sillón 20 desde la fundación de corporación de historiadores en 1919. Las credenciales académicas, la práctica de la disciplina y la presencia de sacerdotes católicos en la AMH habían llamado la atención de los miembros de la institución sobre el nuevo obispo morelense provisto de “muchos méritos” que incluían “la estimación general de que goza por sus muchas prendas personales y sus actividades episcopales, como por sus trabajos como historiador”. De acuerdo con el procedimiento estatutario, la AMH realizó una votación secreta en la cual participaron los nueve académicos presentes y donde “por unanimidad resultó electo para académico de número el ilustrísimo señor doctor Don Sergio Méndez Arceo”, a quien se le notificó su designación, así como que la corporación de historiadores ya se ocupa “de tramitar su nombramiento de correspondiente de esa Real Academia de la Historia”.1

El 3 de diciembre el VII obispo de Cuernavaca aceptó la distinción, comunicada de puño y letra el día anterior por el secretario de la AMH, de la que se había enterado “extraoficialmente por varios de mis amigos”, no obstante estar “convencido de que no tengo méritos para ser colocado en tan honroso sitial, que bien podrían ocupar otros historiadores más capaces y más fecundos, he decidido sin embargo aceptar, porque, dadas las gravísimas obligaciones que como obispo de Cuernavaca me agobian, el compromiso libremente aceptado de colaborar con tan distinguidos colegas será un estímulo que mantendrá vivas y activas las aficiones históricas”.2

Para el 17 de febrero de 1954 llegó la confirmación de Madrid del nombramiento de Méndez Arceo “en atención a concurrir en él la instrucción literaria y las demás circunstancias que prescriben los estatutos”, según consta en la credencial oficial firmada por el académico secretario perpetuo de la Real Academia de la Historia. Habida ésta, informaron el director de la AMH, Atanasio G. Saravia, y el secretario, Federico Gómez de Orozco, que quedaba pendiente nada más “nuestro acto público en que reciba su diploma correspondiente de la Real y la medalla con el número que llevó su antecesor”. En diciembre de ese año, la mesa directiva de la institución le hizo saber al obispo de Cuernavaca que, “como ha corrido bastante tiempo desde que tuvimos el gusto elegir a vuestra excelencia académico… mucho estimaríamos si fuese vuestra excelencia tan amable de enviarnos su trabajo para que, de acuerdo con nuestros estatutos, se encomiende a alguno de nuestros académicos la contestación de dicho discurso de recepción”.3

Los meses pasaban y el académico electo para el sillón 20, consumido por las “gravísimas ocupaciones” concernientes a su cargo, todavía no leía su discurso, lo que motivó un exhorto por parte del pleno de la AMH conminándolo a fijar el mismo la fecha de la ceremonia, haciéndole saber que “el plazo para hacerlo según nuestros estatutos es de tres meses después de la elección”… y habían transcurrido 32. Tardó en responder Don Sergio proponiendo entregar el discurso “a mediados de noviembre”, justificando la demora en “las actividades nacidas de mi actividad pastoral”, y muy agradecido por la paciencia de la AMH por “la abrumadora atención con que se me ha esperado tres años”.4

Méndez Arceo tuvo un problema de salud en marzo de 1957 y Manuel Carrera Stampa le deseo una pronta recuperación a nombre de los académicos. Tres meses después, Saravia volvió a requerirle el discurso de recepción “para tener el gusto de conocerlo y procurar pedir contestación al mismo por parte de uno de nuestros académicos que pueda ser adecuado para contestar el discurso de vuestra Excelencia”, por ser deseable “lo más pronto posible pueda regularizarse esta situación”. Sin embargo, diversos menesteres ocupaban la atención de Don Sergio, bastante comprometido entonces en la restauración de la que sería la Catedral de Santa María de la Asunción que, por su moderno diseño, generó fuertes resquemores de los sectores tradicionalistas y cosechó elogios en otros segmentos de la opinión pública.5

En septiembre de 1958 urgieron al obispo de Cuernavaca para que entregara su discurso en ese mismo mes. El ultimátum no surtió efecto por lo que, a fines de 1959, le recordaron que el discurso de recepción “está pendiente desde hace cuatro años” y “es de interés de la Academia saber categóricamente si usted nos va a hacer el honor de pronunciar el mencionado discurso o no; en un término no mayor de dos meses”. Pero Méndez Arceo seguía sin responder y, en marzo de 1961, lo conminaron a enviar el texto “a más tardar el día 11 de junio, e indique usted la persona que desearía le conteste, para que se corran los trámites de rigor”. Cris pado, Carrera Stampa comunicó a Don Sergio que la plenaria de la AMH fijó la fecha del 10 de julio para la lectura del discurso, aclarando que “anteriormente a usted, habrán de presentar su discurso de recepción otros tres académicos que hasta el momento no lo han hecho”, en el afán de “la dirección de esta casa de normalizar la situación anárquica que ha prevalecido hasta la fecha”.6

Estaba próximo el Concilio Vaticano II, y acaso Méndez Arceo empeñaba su tiempo en afinar las innovadoras propuestas que llevaría, influido por las reformas introducidas por el padre Gregorio Lemercier en el monasterio de Santa María de la Resurrección y quien lo acompañaría como experto privado a la reunión ecuménica. De acuerdo con José Agustín “el mundo católico supo de golpe que las cosas cambiaron irreversiblemente, si es que no lo advirtió en marzo de 1965, cuando los católicos practicantes que iban a misa por primera vez en su vida vieron que el sacerdote oficiaba de frente, ya no de espaldas, y que además la misa era en español, pues el latín era finalmente una lengua muerta después de 2 mil años”.

El eterno Carrera Stampa volvió a la carga en octubre de 1969 con el nuevo plazo perentorio acordado por la asamblea de los académicos, comunicándole a Don Sergio que en la sesión extraordinaria del 17 de ese mes los presentes convinieron “recordarle a usted atentamente que hace catorce años se le eligió como miembro de esta casa, con el carácter de académico de número, y que, en vista de que no ha pronunciado aún su discurso de recepción, se le concedía un lapso para hacerlo que expirará el 31 de diciembre”. El obispo de Cuernavaca guardó silencio ante el exhorto y, obviamente, no se daba tiempo para preparar el discurso, en parte porque la diócesis lo alejó del oficio de historiador y no le resultaba fácil volver unos días a ella para manufacturar un texto dirigido a un público erudito. No obstante, otras cosas eran las que realmente le quitaban el sueño. Los 60 y 70 fueron los años de mayor activismo de su carrera sacerdotal. El Concilio, la formación de las comunidades eclesiales de base, visitas al Vaticano para interceder por Lemercier e Iván Illich ante la jerarquía católica que reprobaba sus ideas y prácticas heterodoxas, como hacer frente a la insidia de los sectores más reaccionarios del catolicismo nacional. Además, estaban los presos políticos del 68, que Don Sergio no sólo visitó o les dedicó una misa, sino tomó cartas en su excarcelación. También el obispo de Cuernavaca participó a comienzos de los setenta en el Congreso de los Cristinos por el Socialismo. Ignoramos si eso pesara en el ánimo de los académicos que en una sesión extraordinaria en diciembre de 1972 determinó la vacancia del sillón 20 de la AMH, resolución que comunicaría tanto a la Real Academia de la Historia como a Méndez Arceo. De acuerdo con ésta, “se declara vacante la plaza de académico para la cual fue electo el señor doctor Sergio Méndez Arceo, por no haber cumplido con las disposiciones de los artículos 14 y 16 de los Estatutos de la Academia Mexicana de la Historia, y de acuerdo con lo dispuesto por la fracción I del artículo 23 de los mismos”.7

El Obispo rojo —como lo bautizó la escritora Margarita Michelena— tampoco respondió, tendría como siempre otras prioridades en las cuales concentrar su atención y energías en esos y los años venideros: la promoción de la Teología de la Liberación, la guerra en Vietnam, la excomunión a todos los cristianos que practicaran la tortura, la crítica del oneroso costo de la nueva Basílica de Guadalupe, el reconocimiento jurídico de la Iglesia, las guerrillas centroamericanas, el Comité Manos Fuera de Nicaragua, el movimiento de Solidarność en Polonia, el diálogo entre marxistas y católicos en México, la inflación descontrolada que consumía los salarios. Al cumplir 75 años Don Sergio presentó su renuncia al cargo de obispo, aceptada por el papa Juan Pablo II el 28 de diciembre de 1982. Aliviados algunos medios glosaron su controvertido legado: defendió la causa de los francmasones, cobijó la práctica psicoanalítica auspiciada por Gregorio Lemercier en el monasterio de Santa María de la Resurrección, otro tanto hizo con el Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) de Iván Ilich, impulsó la Teología de la Liberación a sabiendas de su vínculo con el marxismo, se comprometió con la Revolución cubana además de suscribir una declaración que negaba la contradicción entre los designios de la religión y los del socialismo.8


Notas: 1. “Ficha de notificación sesión extraordinaria” (s.f.); “Atanasio G. Saravia, director, y Federico Gómez de Orozco, secretario, a Vicenta Castañeda y Alcover, secretario perpetuo” (Ciudad de México, 3 de febrero de 1954), AMH, Sergio Méndez Arceo.

2. “Sergio Méndez Arceo, VII obispo de Cuernavaca, a Federico Gómez de Orozco, secretario” (Cuernavaca, 3 de diciembre de 1953), AMH, Sergio Méndez Arceo.

3. “Nombramiento de la AMH” (Madrid, 17 de febrero de 1954); “Vicente Castañeda y Alcover, secretario perpetuo, a Atanasio G. Saravia, director” (Madrid, 22 de febrero de 1954); “Atanasio G. Saravia, presidente, a Sergio Méndez Arceo, VII obispo de Cuernavaca” (Ciudad de México, 11 de noviembre de 1954), AMH, Sergio Méndez Arceo.

4. “Atanasio G. Saravia, presidente, y Federico Gómez de Orozco, secretario, a Sergio Méndez Arceo, VII obispo de Cuernavaca” (Ciudad de México, 9 de julio de 1956)”; “Sergio Méndez Arceo, VII obispo de Cuernavaca, a Atanasio G. Saravia, director” (Cuernavaca, 31 de agosto de 1956), AMH, Méndez Arceo.

4. “Manuel Carrera Stampa a Sergio Méndez Arceo VII obispo de Cuernavaca” (Ciudad de México, 22 de marzo de 1957); “Atanasio G. Saravia, director, a Sergio Méndez Arceo, VII obispo de Cuernavaca” (22 de julio de 1957), AMH, Sergio Méndez Arceo; Gutiérrez Quintanilla, “Gabriel Chávez de la Mora”, en Los volcanes de Cuernavaca. Sergio Méndez Arceo, Gregorio Lemercier, Iván Illich, p. 113. Se citan los documentos.

5. “Manuel Carrera Stampa, secretario, a Sergio Méndez Arceo, VII obispo de Cuernavaca” (11 de septiembre de 1958); “Manuel Carrera Stampa, secretario, a Sergio Méndez Arceo, VII obispo de Cuernavaca” (Ciudad de México, 18 de diciembre de 1959); “Manuel Carrera Stampa, secretario, a Sergio Méndez Arceo, VII obispo de Cuernavaca” (Ciudad de México, 27 de marzo de 1961), AMH, Sergio Méndez Arceo.

7. “Manuel Carrera Stampa, secretario, a Sergio Méndez Arceo, VII obispo de Cuernavaca” (Ciudad de México, 23 de octubre de 1969); José Miguel Quintana, secretario, a Sergio Méndez Arceo” (Ciudad de México, 4 de diciembre de 1972), AMH, Méndez Arceo.

8. “Jean-Paul II accepte la démission de l’évêque de Cuernavaca”, Le Monde, 6 de enero de 1983, CAMENA, Fondo O (Sergio Méndez Arceo), expediente 85097 (Gregorio Lemercier. Seguimiento en prensa. Cuernavaca, Mor., México, 1965-1983).

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