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De los agobios contemporáneos sabe bien Palomino, el empleado corriente de una compañía cualquiera que atraviesa la vida de todos los días como si fuera una empresa estoica. En Los desagradables (Seix Barral, 2023) el escritor colombiano Andrés Mauricio Muñoz apuesta por una narración de lo cotidiano que hay que saber sobrellevar con un espíritu épico, sobre todo cuando se cree ser poca cosa.
Es una escritura de los perdedores, de los pobres diablos que se sienten exigidos a demostrar su valía en un mundo digital que, cuando se traslada a lo real, sigue siendo demasiado. Conversamos con el finalista del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2018 sobre su nueva novela.
Esta novela es una escalada de acciones que se van sumando para llegar a un final insospechado. ¿Cómo fue construyendo la historia desde cosas tan cotidianas?
La cotidianidad ha sido desde hace muchos años mi principal apuesta literaria, y en ese sentido he ido acuñando el concepto de los agobios contemporáneos como la base de lo que escribo. Estos agobios no son más que los problemas humanos de siempre pero matizados por la contemporaneidad, porque la soledad, la frustración o la derrota no se viven igual con Internet de por medio, por darte un ejemplo.
¿Cómo fue el trabajo de creación de Palomino, el protagonista?
Palomino es un personaje al que venía concibiendo desde hace mucho tiempo, en el sentido de cómo las posibilidades de reencuentro que nos da la tecnología con compañeros o amigos de infancia vienen a operar como mecanismos de cuestionamiento sobre lo que hemos hecho con nuestras vidas. Sin embargo, un día, en una cafetería, mientras escuchaba una conversación de una mesa contigua, una mujer exhortaba a su acompañante a que le respondiera si iba o no a ir a un reencuentro con amigos de universidad, y ante la insistencia él le responde: ¿y a qué voy a ir, si es que yo no he hecho nada en la vida? En ese momento sentí que Palomino cobraba vida, y que ya era hora de sentarme a escribirlo. Eso como genealogía del personaje, pero después vino todo el proceso de construcción de su psicología, de ese temor intimidatorio por el que camina por la vida, ese cuestionarse siempre, ante lo que tuve que apelar a ciertos personajes que he conocido en la vida y que siempre me resultaron tremendamente literarios.
¿Cuál fue el mayor desafío en la escritura de esta novela?
Creo que el hecho de hacer de Palomino un personaje creíble, sólido, entrañable, no solo en su universo propio sino desde la perspectiva de su inclusión dentro de su grupo de amigos de universidad, “Los desagradables”. También sabía que debía lograr que el lector, más allá de vincularse con la cotidianidad de Palomino, permaneciera enganchado hasta que la historia entrara en su clímax, que es cuando la novela adquiere una connotación diferente, como de género negro. Aunque muchos lectores me han escrito diciendo que en algún momento de sus vidas habían sido Palomino, sentí que había logrado el propósito cuando alguien me dijo algo que no me esperaba: hay días en que me levanto Palomino. Ese Palomino usurpando la conjugación de un verbo me lo reveló.
¿De qué obras se alimentó para escribir esta novela?
No tuve un referente en particular, pero lo que sí es evidente es que el tipo de personaje que es Palomino corresponde con personajes literarios abordados por grandes escritores, como los de Julio Ramón Ribeyro o Raymond Carver. Relaciones como las que mencionas se han establecido, como lo ha señalado la crítica, también con Meursault, el personaje de Albert Camus en El extranjero, o Harry Haller, El lobo estepario de Hermann Hesse, incluso con Bartleby de Herman Melville. De alguna manera siento que todo lo leído a lo largo de la vida está ahí, permanece, y entra después en forma de reminiscencias.
¿Dónde reside de verdad algo tan subjetivo como el éxito? Muchas veces no advertimos la magnitud en términos de vida
Andrés Mauricio Muñoz, escritor
¿Cómo construyó el grupo "Los desagradables" y qué representa para la novela?
Es importante desde la perspectiva que activa el mecanismo de hurgar en el pasado de Palomino, y opera también como el detonante de su frustración. De alguna manera Palomino siempre ha sido inseguro, y aunque es consciente de que es imperativo darle un giro a su vida, recuperar el camino, tener propósitos más ambiciosos más allá de dejarse arrastrar por la inercia de los días, solo cuando aparecen de nuevo “Los desagradables”, sus amigos de universidad, con quienes la carrera por la vida comenzó con las mismas condiciones para todos, advierte la dimensión de lo que él califica como su derrota. A partir de ahí me da la posibilidad de cuestionar la noción que tenemos de éxito o de fracaso a la luz de estos tiempos. ¿Somos exitosos por tener propiedades, un buen salario o la posibilidad de irnos de vacaciones a lugares exóticos? ¿Dónde reside de verdad algo tan subjetivo como el éxito? Muchas veces no advertimos la magnitud en términos de vida de algo tan llano como patear un balón con nuestros hijos en el parque. A mí me parece que la búsqueda de la felicidad debería residir precisamente en atesorar esos momentos.
¿Algún personaje se le salió de control?, ¿cuál le resultó más complejo construir?
Pueda que algún lector así lo juzgue; no sabría decirlo, pero en cuanto a su creación me parece que le dediqué mucho tiempo a cada personaje en la novela, aunque parezca tangencial, porque esa ha sido siempre mi preocupación como escritor: cuidar todos los elementos de la novela. Pero, quizá, el de Patricia Fierro tuvo una complejidad que no esperaba porque no quería caricaturizarlo, y era fundamental en el desarrollo de la novela.
Sus personajes masculinos suelen tener relaciones muy complejas con las mujeres. ¿Por qué es ese un aspecto tan presente en su obra?
Esa complejidad me ha seducido desde siempre en términos literarios. Quizá es por el tipo de hombre que me gusta representar en mis personajes, que no es el hombre seguro, el que triunfa, el seductor, el viril, sino el apocado, el inseguro, el que no es capaz de confesar su amor y al que se le dificulta encontrar su equilibrio con el otro género. Manuel Palomino se parece mucho a Manuel Rosero, el personaje de Las margaritas, historia de un hombre minúsculo.
El amor siempre será vigente, aunque se desmitifique, resignifique o se cuestione. Para mí siempre ha sido una preocupación aquellas caras que toma el amor contemporáneo
Andrés Mauricio Muñoz, escritor
¿Por qué cree usted que el amor sigue siendo un tema vigente en pleno siglo XXI, cuando se le ha desmitificado tanto?
El amor siempre será vigente, aunque se desmitifique, resignifique o se cuestione. Para mí siempre ha sido una preocupación aquellas caras que toma el amor en lo contemporáneo. Lo hice también en mi novela El último donjuán, en la que quise registrar de manera literaria cómo es el amor en tiempos de Internet. En el caso de Los desagradables el amor está ahí, al igual que en Las margaritas, desde su peor versión, que es la del desamor y la forma en que los hombres lo enfrentamos.
En su obra también son comunes los problemas de las relaciones dentro del mundo digital. ¿Cómo los ha abordado?
Es por esos agobios contemporáneos que me preocupan tanto. Para mí, el mundo digital vino a redefinir la manera como se construye el afecto, como se estrechan los lazos, y también como se arruinan. Es paradójico que la tecnología nos acerque a quienes están a miles de kilómetros, pero nos aleja del que come a nuestro lado o en una habitación contigua. En la novela lo que me interesó es como el mundo digital es una vitrina que nos exhibe y nos deforma de los otros.
¿Por qué cree que es importante narrar a quienes algunos consideran perdedores?
La fertilidad del arte se ha sostenido bajo ese concepto: el del perdedor, el que no lo logra, el que sucumbe. Ahí es donde nos gusta poner la mirada. Por supuesto que también vivimos inundados de series en las que se encumbra al que consiguió todo lo que la vida podía ofrecerle sin que importen cuáles fueron los métodos. El tema que planteo en Palomino, aunque se perciba al personaje de una manera tan cercana, despierta interés de manera global.