En ocasiones, quizá en muchas, la historia de la literatura está basada en los vínculos: bien pueden ser por afiliación, por negocio o por un interés concreto: el literario. Y lo literario habita en el ecosistema de las editoriales.
Al hablar de editoriales debemos hacer una distinción entre aquellas posicionadas en el mercado global pujante, los grandes sellos con poder de capital, y los pequeños círculos de lectores que fundan sus editoriales independientes. “Este sector tiene particularidades que contrastan con ese mercado donde hasta es posible cotizar en la bolsa, por ejemplo; es también un sector diverso”, considera Carlos Armenta, editor independiente de Impronta Casa Editora y presidente del Comité de Editores Independientes de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem).
No sólo es diverso en cuanto a escritores y lecturas actuales, enfatiza, sino en las propias prácticas editoriales, es decir, cómo cada pequeño sello concibe su modelo de negocio que por sí mismo configura el formato de sus libros, el catálogo de las obras, la impresión de los ejemplares y su posterior lanzamiento en las economías locales; incluso el esquema determina cómo será el diálogo que sostendrán con los lectores. “Hay editoriales que hacen tirajes pequeños que van de mano en mano y otras que apuestan por tiradas intermedias a fin de colocar sus libros en el circuito de librerías, donde realizan coloquios e invitan a sus autores a conversar”.
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Además de esto, las editoriales independientes destacan porque han logrado alzarse como una alternativa próspera en colecciones narrativas y de no ficción; sobre todo, se han convertido en el medio por el que escritores contemporáneos, casi desconocidos, irrumpen en la escena local, nacional y hasta continental. Podríamos hablar de las editoriales independientes en un lenguaje de futbol: son las canteras de donde emergen nombres estelares al campo literario.
Es cuestión de nichos, comenta César Tejeda, autor de Mi abuelo y el dictador y editor de Ediciones Antílope, quien habla de dos lógicas de mercado completamente disímiles. “Si tratáramos de competir con los grandes corporativos, perderíamos siempre; las editoriales independientes hemos elegido nichos que nos distancien del ritmo mercantil”. Esa es otra gran diferencia, puntualiza Armenta. “No encontrarás a un editor independiente que imponga ritmos de mercado”.
Para Silvia Bardelás, escritora, editora y jefa de publicación en De Conatus, una editorial independiente es “aquella que publica libros sin tener en cuenta el mercado, llega al mayor número de lectores posibles, claro, porque creemos en el libro que estamos ofreciendo, porque sea literariamente interesante o porque descubre una idea novedosa; se trata no de darle al lector lo que espera, sino algo que lo pueda descolocar”.
El año pasado, De Conatus, grupo establecido en España, vio materializar su apuesta por un novelista noruego al que, según Bardelás, fue complicado presentar al lector en lengua española y a la crítica: Jon Fosse. “Casi nadie quería hacer reseñas y llevarlo a las librerías por ser un autor muy literario…”. Hasta que ganó el Premio Nobel de Literatura 2023. De Conatus reúne las obras cumbre del noruego por las que la academia sueca le otorgó el galardón: Trilogía y Septología, esta última compuesta por tres volúmenes: El otro nombre, Yo es otro y Un nuevo nombre. Ahora, esas obras conforman el catálogo de Seix Barral, que pertenece a Grupo Planeta, sello con el que De Conatus convino distribuir sus ediciones que, añade la editora, “podrán llegar con más facilidad a Latinoamérica”.
En palabras de Bardelás, la narrativa de Fosse “representa la conciencia de la existencia. No es en vano que el protagonista de Septología es un artista y es verdad que los artistas tienen el poder de vivir lo real”. En Septología, el narrador de Fosse es uno que se ve a sí mismo desde la distancia y, al verse a sí mismo, trata de hallar el sentido de la vinculación con la existencia misma. “No es tanto que quiera contarte el mundo interior del personaje, sino su relación con el mundo exterior. Tiene una similitud con Proust, quien vuelve al pasado para revivirlo ya con la conciencia despierta sobre lo que estaba ocurriendo. Fosse, en cambio, va a su pasado, recorre la vida entera hasta situarse durante la muerte del Yo, es como si alguien asistiera al funeral del ego”, señala.
Otra particularidad del sector independiente, agrega Carlos Armenta, es la afinidad ideológica que existe entre los editores que crean sus giros, más allá de un gusto literario. “Encuentran en la edición un espacio de ejercicio político y se preguntan constantemente cuál es ese ejercicio al publicar”, dice.
Ediciones Antílope, por ejemplo, surgió por iniciativa de cinco editores que, a su vez, son escritores con intereses narrativos y poéticos bastante cercanos, que han puesto la mira en plumas emergentes. Esta empresa mexicana, constituida por Jazmín Barrera, Mariana Azahua, Astrid López, Isabel Zapata y el propio César Tejeda, “en realidad está vinculada a los proyectos artísticos de los editores, con esto no digo que no sea un negocio, aspira a ser autosustentable pero nadie cobra un sueldo por hacer lo que hacemos”, dice. Los tirajes de Antílope suelen ser de mil a 2 mil en el caso de las novedades, y publican de dos a tres libros al año.
Las mutaciones, la primera novela de Jorge Comensal publicada en 2016, se debió a una estrecha relación entre Tejeda y Comensal cuando ambos eran becarios en la Fundación para las Letras Mexicanas. “Él y yo, junto al grupo de jóvenes, habíamos tallereado la novela de Las mutaciones; en el momento en que fundamos Antílope, fue de los libros que me interesó editar, el tercer libro que publicamos. Nos abrió muchas puertas”. La novela tuvo buena recepción, España la acogió con varias ediciones y Jorge Comensal empezó a acaparar reflectores; el año antepasado publicó con Alfaguara Este vació que hierve, cuyas críticas han ido a favor y en contra. El mismo camino editorial tomaron las obras de Daniela Rea Gámez, Fruto, y Valeria Tentoni, Emociones lentas, que trabajaron personalmente Marina Azahua e Isabel Zapata por un interés y proximidad con las escritoras.
A Bardelás y a su colega Beatriz González, cofundadora, les interesa el tema de la comunidad. “Nosotros creemos que se ha perdido la vida en comunidad, a pesar de la era global. Es una idea clave en De Conatus, al igual que la interrelación, la falta de vínculo entre la naturaleza y las personas. Creo que el gran problema del siglo XXI es la falta de relaciones, la desconexión con la naturaleza, con los otros y con nosotros mismos. Es uno de nuestros criterios para elegir novelas y ensayos”, dice la autora de Destiempo, novela comunitaria. Por eso, hallamos en su catálogo al filósofo Jean Luc Nancy —fallecido en 2020—, uno de los pensadores más influyentes de la Francia actual, quien aborda los peligros del nacionalismo y cuestiona el concepto de mundialización. O a Rebekka de Wit, holandesa a quien publican Declaración de independencia, un ensayo que expone la falsa noción de autosuficiencia en una era que demanda individualidad y poderío.
Un expediente distinto a la nordic noir
En el mundo del libro hay también editores que suelen interesarse por un tipo de literatura cosechada en ciertas latitudes o geografías, que suelen ser consideradas periféricas en relación con las letras hegemónicas.
Al igual que Juan Rulfo, a Diego Moreno, fundador de Nórdica Libros, le atrajo la literatura del norte de Europa, de las tierras de la neblina y el alba septentrional. Knut Hamsun, el escritor que marcó al autor de El llano en llamas, cautivó a su vez al editor español hace casi 30 años. “Desde entonces pensé que había que dar a conocer esas grandes voces de la literatura nórdica que aquí en España eran poco conocidas”, cuenta. Moreno estudió sociología y un posgrado en mercadotecnia, pero el gusto por la lectura lo llevó a trabajar en la antigua librería Crisol de Juan Bravo, en Madrid. En la sección de literatura alemana halló al Premio Nobel noruego de 1920; la novela que leyó fue Hambre, una que, afirma, lo hizo querer ser editor.
La disyuntiva que atravesó Diego fue a cuál lado inclinarse: ¿incurrir en la publicación de literatura policiaca nórdica, conocida como nordic noir, —“que es bastante conocida y tiene grandes hitos comerciales”, con novelas que han sido adaptadas a series y películas— o apostar por narrativas que, afirma, “representan el esplendor de la cultura de los países nórdicos”, con figuras como August Strindberg, Henrik Ibsen, el propio Hamsun o Karen Dinesen, conocida como Isak Dinesen? No hubo mucho que sopesar.
En 2006 nació Nórdica Libros. Los primeros lanzamientos, incuestionables en primera instancia, resultaron decepcionantes desde el punto de vista comercial, platica. Sin embargo, resistir la tentación rindió frutos y al quinto año, en 2011, su escritor exclusivo traducido del sueco, Tomas Tranströmer, obtuvo el Premio Nobel por “una propuesta surrealista que se posa en la mente humana cuyas imágenes condensadas ofrecen un acceso a la realidad”, según el dictamen de la academia sueca.
Hoy, Nórdica publica 35 libros al año —con tiradas de entre 2 mil 500 y 5 mil ejemplares que también alcanzan a América Latina— y su catálogo ronda las 400 referencias entre narrativa, ensayo, poesía, libros ilustrados, cómic, teatro y literatura infantil.
Jon Fosse también figura en Nórdica con Mañana y tarde, una coedición hecha con De Conatus. La editorial de Diego Moreno tiene en el podio a tres Nobeles coetáneos: Fosse, el más reciente, Tranströmer, el primero, y el austriaco Peter Handke, ganador en 2019, quien fue duramente criticado por su postura sobre la guerra en la extinta Yugoslavia porque defendió la causa serbia. Los premios no solamente se limitan a las obras per se, sino a su maquetación, uso tipográfico y encuadernación. En estos casi 18 años de existir, Nórdica ha recibido nueve veces el Premio Nacional al Libro Mejor Editado. En cuanto a Diego, él ha sido acreedor al Premio del Año a la Labor Editorial en 2021, presea entregada por la revista Fuera de serie.
Dicho premio está anclado al espíritu altruista de Moreno, quien considera en entrevista que las editoriales independientes no subsisten solas. “No apostamos a vender por nosotros mismos, sino que nos recargamos en la red de librerías de cada país, intentando que tenga el mayor apoyo de parte de la editorial: visitas, materiales, comunicación directa. El librero es el canal central de la venta de los libros”.
Su declaración hace eco en retrospectiva, no son palabras al aire. Durante los azarosos días de la pandemia por Covid-19, cuando el confinamiento era obligatorio en buena parte de España y el mundo, cuando las librerías de barrio se las veían negras para permanecer abiertas, Nórdica lanzó una campaña filantrópica: donar el 35% de cada producto digital vendido a las librerías que el propio lector eligiera. El esfuerzo de “sembrar relaciones estables”.
En México, esta industria editorial también “depende de que los lazos entre todas las editoriales y librerías sean sólidas”, coincide Tejeda. Antílope ha buscado entablar el mayor número de alianzas con librerías de barrio en la Ciudad de México, como Casa Tomada o El desastre, o con la misma Impronta Casa Editora en Guadalajara, que además de editar, funciona como librería; “pequeños centros culturales donde se imparten talleres, donde se genera la discusión en torno a la lectura de narrativas, son los que han acogido bien nuestros libros”.
África, más que independiente
Aunque según Carlos Armenta el trabajo de un editor independiente está más cercano a las comunidades y economías locales; “por lo tanto, tampoco depende de capital universitario y no forma parte de una identidad pública o del Estado”, el argentino Federico Vivanco se mueve en la espesura de esa línea trazada, demostrando que las ediciones autónomas pueden ser respaldadas por entes públicos. Al consorcio Casa África, conformada por el Ministerio de Exteriores español, el gobierno de Canarias y el ayuntamiento de Las Palmas, les ha propuesto dos proyectos: una antología de escritoras angloafricanas titulada Ellas (también) cuentan y Ve, cuéntaselo al sol, una colección de relatos de la botsuanesa Wame Molefhe, siendo este el primer libro botsuanés traducido al español. Casa África financió ambas publicaciones y las dispuso a los sellos independientes Baile del Sol y Umoja Editorial, esta última concentrada en dar voz a las autoras africanas.
Ellas (también) cuentan reúne a 20 narradoras subsaharianas en expresión inglesa de 11 países africanos, entre ellos Uganda, Ghana, Nigeria, Sierra Leona, Namibia y Sudáfrica. Son mujeres de tres generaciones, de los años 60 a 70; de los 80 a 90, y de los 2000 a la fecha. Destacan Franka Maria-Andoh, discípula de Ama Ata Aidoo, considerada una de las madres de las letras africanas; Lola Shoneyin, novelista y poeta, autora de Las vidas secretas de las esposas de Baba Segui, publicada en el Reino Unido en 2010, traducción en la que Vivanco trabajó.
La antología editada por Vivanco ofrece voces que abordan, desde distintos géneros literarios, problemáticas del continente que atraviesan a las mujeres, como su rol impuesto en la sociedad, el desplazamiento, la esclavitud interna, el conflicto identitario, el aborto, las migraciones a Occidentes, la asimilación de la cultura occidental, la discriminación, las encrucijadas entre modernidad y tradición, la vida postcolonial, las dictaduras, “literaturas que, en ese sentido, las acercan más a las mujeres latinoamericanas a pesar de la distancia que las separa”, considera el editor y especialista en estudios literarios centrados en obras africanas en lengua inglesa por la Universidad de Málaga.
Las ediciones de Federico son difundidas por medio de una página web diseñada exclusivamente para cada título. En México, son distribuidas por la Editorial Olinyoli México y a través de librerías como El Sótano.
Los retos del contexto mexicano
Aun cuando se habla de independencia editorial y parece concebirse desde otros ángulos y lógicas mercantiles, el sector no escapa de las leyes económicas de toda empresa, sea micro o mediana. Se necesitan ingresos para costear un proyecto por pequeño que parezca, y hay que amortiguar gastos operacionales, al menos si se requiere trasladar material de lugar a lugar. Tampoco escapa de la organización política de un país como el nuestro, donde aún con un sistema federal, la administración pública y de recursos está centralizada en la Ciudad de México.
Hasta 2022, un tercio de los puntos de venta del mercado editorial se localizaban en la capital del país, sólo 0.06% de los municipios de la República contabilizan por lo menos una librería, refieren el documento Indicadores del Sector Editorial Privado en México. “Cualquier labor que un editor quiera realizar, implica operaciones en la Ciudad de México, cuando menos envío de documentación por paquetería”, señala Armenta. En cuanto a Impronta Casa Editora, el 90% de los libros provienen de centros de almacenamiento en la capital.
El año antepasado, la industria privada estuvo compuesta por 229 sellos, 23 más que en 2021. En 2022, el sector produjo 19 mil 152 obras con más de 104 millones de ejemplares vendidos, 57% más que en 2021. Los indicadores no distinguen entre editoriales independientes y los grandes grupos, pero demuestran el volumen de crecimiento en el ecosistema librero. “Vemos cómo se originan más editoriales independientes en medio de la tendencia de concentración de mercado por parte de los corporativos”, añade.
Todavía queda por resolver la pertinencia de un comité independiente en la cámara nacional, confiesa su presidente. El gremio ha observado la situación en Colombia, donde los independientes alcanzan espacios en el consejo para la toma de decisiones en cuanto a iniciativas o peticiones legislativas. “En Argentina se crearon dos cámaras, la del libro y la de publicaciones, los grandes grupos saltaron a una y las independientes se quedaron en otra, luego llegaron nuevas generaciones de editores y les costaba identificarse con alguna”.
No obstante, para Carlos es fundamental tener voces de independientes dentro de la Caniem a fin de impulsar reformas en el terreno legislativo, como la Ley de Precio Único, ya decretada, la cual establece cero descuentos en las novedades editoriales en los primeros 18 meses. “Esto es indispensable, porque el librero independiente no podía asumir grandes descuentos, presentaban dificultades competitivas con los grandes pisos que podían absorber las rebajas”.
Son implicaciones que vale la pena discutir, según Armenta, por el aporte que brindan los editores independientes a la cultura y al debate público. Son los libros los que rompen el silencio en las sociedades y permiten el diálogo entre ideas, temas y problemáticas reales, exista o no la ficción de por medio.