Este 2023 se realizará la marcha del orgullo LGBT+ número 45 de la Ciudad de México, he asistido casi ininterrumpidamente desde la número 15. Eran pocas personas comparadas con lo que hoy se espera. No asistí en esa ocasión, sino que la marcha me encontró. Estaba paseando con la que era mi pareja en ese momento (Magalli Piña) y estábamos caminando por la Alameda cuando de repente vimos un angelito, no una aparición celestial, más bien un chico sólo en truza con alas; lo vimos a la distancia y dijimos: “Mira, un angelito”, y de repente, detrás de él, un conjunto de personas con pancartas que se instalaron en el Hemiciclo a Juárez. Vimos una quinceañera (era Polo Gómez del Condomóvil), pero en ese momento no sabíamos quiénes eran, ni él ni los asistentes; nos incluimos, queríamos hablar con todas y todos, pero al final no nos atrevimos; estuvimos presentes.

No atrevernos es algo que sigue pasando en la actualidad, cuando alguien se percata de la población LGBT+. A mí me costó trabajo encontrar pares, personas con quienes platicar, desde la infancia y adolescencia, no se puede desarrollar una persona si no puede charlar de lo mismo con otrx: la heterosexualidad es el tema común en un mundo hetero y, por lo tanto, las personas diversas se vuelven en muchos casos retraídas, aisladas. No es que uno sea tímido de nacimiento, es que no hay forma de hablar en un espacio que no tiene el mismo lenguaje.

En esa época, años 90’s, me asumía como mujer gay; nos dedicamos a la búsqueda de espacios con mujeres: ninguna lesbiana a la vista, lo que sí sucedió es que nos encontramos con hombres gays que ya tenían lugares, grupos, antros, revistas y programas de radio: Medianoche en Babilonia, el espacio en Radio Educación que conducía Tito Vasconcelos.

Ese programa fue la puerta a muchos lugares, pero era algo similar a Alicia en el país de las Maravillas. Antes de tener la llave pequeña para entrar por la puerta pequeña, todo era, digamos, la norma social manda, pero al tener la llave de la puerta entramos al mundo de colores.

Y hablo en plural, porque si no hubiera tenido en ese momento pareja y compañera de aventuras no habría Musas de Metal, y posiblemente tampoco otras actividades que hago en la actualidad.

Por cierto, que el entrar en los espacios de diversidad no nos coloca de inmediato como seres comprendidxs; la misoginia y las LGBT-fobias no son ajenas a nuestra población. Nos han enseñado a discriminar y a separar, por lo que a veces los conflictos internos de la comunidad pueden estar centrados en la invalidación de las identidades o en el reclamo de la falta de solidaridad.

Aun así, estar por fin con gente similar fue dando sentido a mi existencia, al empezar a escuchar las historias de los hombres gays, hubo una resonancia, porque sí tenemos similitudes en la discriminación.

Ya mencioné a las Musas, pero no he explicado su nacimiento. En realidad no fue lo que se dice “planeadas”. Todo se dio por conjugar la búsqueda de mujeres lesbianas, o mujeres que aman a otras mujeres, con tener la oportunidad de colaborar en Medianoche en Babilonia.

Tuvimos un espacio llamado “De mujer a mujer: pregúntale a Pantaleona Libais”, en 1995, una sección dentro del programa, el cual nos permitió crear un discurso dirigido a las mujeres que amaban a otras mujeres y de ahí salió la idea de tener una reunión para compartir experiencias. La conovocatoria de radio dio como resultado las sesiones de Musas de Metal; la primera se realizó el 21 de mayo de ese mismo año.

Nos fuimos involucrando y fuimos contruyendo las Musas conforme nuestras necesidades personales e ideales; tener espacios de diálogo, de encuentro, para fomentar las redes, ayudar a mujeres, que ya no estuvieran aisladas. Nuestras bases de pensamiento eran humanistas y más adelante se fue creando una organización con perspectiva de género, de derechos humanos; agregamos la educación para la paz, el artivismo y más cosas que han brindado las Musas, que deben ser eso: las que ayudan a las inspiración.

Siempre fue un grupo incluyente porque me molesta la exclusión, ya que me han excluido de muchos espacios por diversas causas, así que desde el inicio fue un espacio que permitía el desarrollo de las identidades, conocimos al grupo Eón y siempre tuvimos muy buena comunicación. Cambiamos la idea de las identidades fijas por entender que las personas se mueven durante la vida; comprendimos que no hay un modo correcto de ser lesbiana, bisexual, gay, trans, sino que hay variedades y que cada persona es única e irrepetible, que las relaciones de pareja no son o no tienen que ser para toda la vida y pasamos del pensamiento binario a reconocer la verdadera diversidad.

Ya para 2014 fue que me di cuenta de que algo más ocurría en mi persona y comencé a buscar más sobre mí; hubo varias dificultades, no fue suficiente estar cerca de personas trans, sexologxs , psicoterapeutas, no podía ver mi propia necesidad, y después de darme cuenta que vivía en una fuerte depresión, me encontré conmigo y entonces entendí que soy una persona transexual.

Por supuesto, aquí aplicó: “Lo personal es político”, porque impactó a las Musas, que aunque siempre fueron incluyentes, dieron un giro hacia un nuevo territorio: las identidades de género.

Antes de llegar a la verdad de mi identidad como una persona trans, pasé por varios momentos depresivos, malas relaciones de pareja y terapeutas que no sabían del tema: ¡8 para ser exacto!

Empecé a ver sitios de internet sobre personas genderqueer y me parecieron lo más cercano a mí; cada testimonio me abría otra posibilidad, y todo eso me hizo ver que no era yo, de nuevo, la única persona que estaba sintiendo lo que sentía, un poco parecido a la sensación de encontrar lesbianas y gays, pero mucho más completa la emoción de reconocerme en esas hermosas personas que mostraban diferentes géneros, orientaciones sexuales, expresiones….

No fue sencillo porque aunque los vi como mis pares, estaban en otros países y no veía nadie cerca de mí, así que tardé todavía en reconocerme. Lo que pude reflexionar fue que el hecho de haber estado protegidx por los espacios lésbicos y gays, me permitió sobrevivir en una época en la que no se podía aún visibilizar a los hombres trans, transmasculinos, personas no binarxs.

Moverle el piso a las identidades no es sencillo, porque no es que me recibieran las personas trans con mi pastel de bienvenida: rosa, azul y blanco; al contrario, me vieron como amenazante, poco real y, claro, también menos lésbico-Golden. Y peor ahora que me siento pansexual, pero en mí ocurre que las experiencias se van acomodando dentro de mí y no es que cambie unas por otras, es que yo soy todas y simultáneas. Como la explicación que leí de Paul B. Preciado, que habla de sí mismo como una ciudad con sus barrios, en donde se puede percibir el barrio lésbico, el barrio trans y demás situaciones o vivencias que están al mismo tiempo en la misma persona.

Al momento de ver esta realidad, como sucedió con lo lésbico, comencé a buscar más personas trans que no fueran binarias; las fui encontrando, no tenía aún los discursos o las palabras, pero sí las sensaciones, así que los integré más y más al grupo. Es muy difícil que las identidades ya establecidas se abran a lo nuevo o que no piensen que una nueva revelación es una traición al gremio LGBT+, porque nos han enseñado a desconfiar, y cómo no vamos a desconfiar si las personas que debieron darnos seguridad y aceptación: las mamás y papás, son los primeros en rechazarnos. Pero podemos tejer el diálogo y escucharnos.

Por tanto, hice el trabajo dirigido a psicoterapeutas y familiares de personas trans. Sunny Shantall Nuilah y yo hicimos el primer curso llamado “Bases para el acompañamiento de personas trans”, para poderles dar herramientas y brindarles el acompañamiento.

Como otras semillas, germinó y creció este proyecto hasta lo que sería la red de familias trans, que fue originalmente una estrategia que se dio por varias organizaciones de personas trans y LGBT+, las Musas, Transformar trascender, LEDESER, Trans Pride, la Asociación por las Infancias Transgénero y otras más. Pusimos nuestro trabajo voluntario como facilitadorxs de grupo durante varios eventos; el objetivo era poder tener la oportunidad de crear espacios de sensibilización, reflexión, información y solidaridad para que niñas, niños, adolescentes y adultxs trans tuvieran espacios seguros de convivencia donde fueran respetadas sus identidades, pronombres y expresiones de género. Me parece muy importante la labor de las familias al respaldar a sus hijxs, es algo que puede salvar vidas, se agradece todo ese compromiso y lo que no se debe olvidar es que las voceras principales del tema trans deben ser las mismas personas trans.

Hay que decir que las lesbianas y personas trans hemos sido invisibilizadas incluso dentro del movimiento de diversidad sexual y han sido otrxs quienes han tomado el micrófono, como en algún momento lo hicieron personas heterosexuales y cis escudados en la medicina, la psicología o la sexología.

En este año, y después de la caída de leyes que defendían los derechos de las mujeres y las personas LGBT+ en países como Estados Unidos, el panorama mexicano se ve mejor que en otros tiempos: tenemos matrimonio igualitarios en el país, leyes que permiten los cambios de acta de nacimiento de manera administrativa, leyes que sancionan las ECOSIG (Esfuerzos por Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género). Aun con esto, nos falta erradicar los feminicidios, transfeminicidios, los crímenes de odio, la discriminación laboral, el acoso escolar; aún hay retos.

En cuanto a las Musas de Metal, aún tengo puesta la pila para hacer actividades; cuento con el apoyo solidario de mi pareja Ana Claudia Neria, una mujer fuerte de muchas capacidades, mi compañera y maestra. Muchxs colaboradorxs que se unen a los proyectos, y personas que participan en las actividades que organizamos, aun tengo mucho que decir, así que seguiremos con entrevistas en Identivarias junto con Judith Flores, la otra conductora, en alianza con otras organizaciones incluyentes como Violeta radio, la Red de Madres Lesbianas, Transforma trascender y demás organizaciones y personas que quieran sentir la inspiración de las Musas.

Aun hay mucho que conocer después de caer en el agujero del conejo.

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