Si como dicen, Brasil es un continente dentro de otro, Chico Buarque es un continente dentro de Brasil. En un país con tan notables compositores -y es casi seguro que me arrepienta de tan contundente aseveración- el mayor de todos es Chico Buarque. No lo digo yo, hasta el mismísimo Caetano Veloso lo ha expresado en más de un modo: a Chico le ha llamado “nuestro tesoro”.

Su trabajo musical sería suficiente para darle un lugar preponderante en la historia, pero hay mucho más: Buarque ha escrito, además, un buen número de obras de teatro y varias novelas que han sido premiadas en su país: Estorbo (1991), Benjamin (1995), Budapest (2003), Leche Derramada (2009), El Hermano Alemán (2015), son algunas donde explora con diversos recursos narrativos y audacias formales tanto episodios de su vida personal como del Brasil de distintas épocas. En la más reciente -Esa Gente (2019)- escrita de manera fragmentaria y marcada por la pandemia de Covid y por el gobierno bolsonarista, utiliza como excusa a un escritor en crisis creativa para narrar algunos de los graves problemas sociales del Brasil de hoy. En 2019 se le concedió por el conjunto de su obra, y con absoluta justicia, el Camoes, el premio más importante para los artistas de habla portuguesa y que Chico comparte con Jorge Amado, José Saramago, Eugenio de Andrade, Lobo Antunes, Rubem Fonseca. Pero el premio se le entregó hasta cuatro años después, ya que aquel año el impresentable Bolsonaro rechazó firmar los documentos necesarios para que la recompensa fuera entregada oficialmente. ¿Un escritor y compositor de abierta posición izquierdista, opositor a la dictadura militar brasileña premiado por mi gobierno? ¡cómo se les ocurre!, pensó seguramente el gobernante. Una de las primeras cosas que hizo Chico Buarque al saber que había ganado el Camoes fue mandar un mensaje a Lula a la cárcel donde estaba recluido luego del juicio infame al que fue sometido. Buarque tuvo que esperar a que Lula llegara de nuevo al gobierno para recibir el galardón, y fue tajante al recordar a la administración bolsonarista de Brasil: Cuatro años de un gobierno desastroso duraron una eternidad, porque fue una época en la que el tiempo parecía retroceder. Ese gobierno fue derrotado en las urnas, pero no podemos distraernos con eso, porque la amenaza fascista persiste, en Brasil como en todas partes. Las recientes elecciones del Parlamento Europeo parecen darle la razón a Chico en cuanto al avance de la ultraderecha en el viejo continente.

Chico Buarque, cuyo nombre completo es Francisco Buarque de Holanda, nació el 19 de junio de 1944, por lo que este año cumple ochenta de haber llegado al mundo. Nació en un medio propicio: su padre era el célebre sociólogo, historiador y periodista Sergio Buarque de Holanda, una de las figuras clave para entender el devenir brasileño y fundador del Partido de los Trabajadores; y su madre la pianista Maria Amelia Cesário Alvim. No en vano de esa familia proceden otros buenos cantores además de Chico: Miucha, Ana de Holanda y Cristina Buarque. Pero su interés al principio eran la arquitectura y la escritura de crónicas y otros textos. La música llegó después y lo convirtió en el enorme autor de canciones que hemos conocido desde 1966 cuando publicó su primer disco.

En aquellos sesenta, a sus veintipocos, estuvo preso por sus ideas. Aquellos eran tiempos rudos en Brasil con la implacable dictadura militar que se había apoderado del poder desde 1964. Igual que Caetano y Gilberto Gil tuvo que exiliarse, se mudó un tiempo a Italia. Cuando pudo regresar a Brasil en los setenta evadió la censura camuflajeando a veces sus palabras en cada canción. Es célebre aquella dedicada a los militares represores que se volvió casi un himno popular escondido tras una especie de canción de desamor:

...Usted va a pagar bien pagada cada lágrima brotada desde mi penar/

Cómo va a silenciar nuestro coro al cantarle bien de frente /

A pesar de usted mañana ha de ser otro día...

Hace muchos años escuché el hermoso Fado Tropical en la versión en francés con George Moustaki. Mucho tiempo después conocí la versión original de Chico escrita para una especie de comedia musical con pretensiones históricas que hizo junto al cineasta Ruy Guerra -Calabar o Elogio de la Traición-. El tal Calabar es, según la historia oficial brasileña, el gran traidor de la patria que se alió en el siglo XVII a los colonizadores portugueses, pero Chico y Ruy plantearon una especie de reivindicación del personaje, y ello provocó, otra vez, la censura del gobierno militar de Brasil a principios de los setenta. La canción incluía algunas partes habladas, como ésta:

Sabes, en el fondo yo soy un sentimental, todos hemos heredado en la sangre lusitana una buena dosis de lirismo (además de la sífilis, claro). Incluso cuando mis manos están ocupadas en torturar y engañar, mi corazón cierra los ojos y sinceramente llora ...

Y su estribillo recalcaba:

¡Ay, esta tierra todavía va a cumplir su ideal:

Es probable que se convierta en un enorme Portugal!

¡Ay, esta tierra todavía va a cumplir su ideal:

¡Y se convertirá en un imperio colonial!

En México se le conoce mal, me temo, su trabajo no ha tenido la difusión merecida a pesar de que hay un disco suyo con versiones en español y varias de sus novelas han sido traducidas a nuestro idioma. ¿La lengua es un obstáculo? el poeta y novelista ha dicho en alguna entrevista que en las canciones no es indispensable conocer a detalle las palabras porque la música hace lo suyo, se mete de alguna manera en nosotros, más allá de la cabal comprensión: El letrista para mi no es poeta ni narrador, debe despojarse de esa pretensión. Es otra cosa. Pero enseguida acota: No existen jerarquías ni distinción entre las dos artes, valen lo mismo. La literatura y la canción popular tienen el mismo valor. Ello no quiere decir que en las canciones de Buarque, que a veces son como letanías, acumulaciones de palabras que van adquiriendo cada vez más significado, no haya poesía; la hay y por montones, como en aquella que es toda una esdrújula Construcción, que va creciendo paulatinamente y que de acuerdo con la versión del uruguayo Daniel Viglietti diría algo así:

Amó aquella vez como si fuese última / Besó a su mujer como si fuese última / Y a cada hijo suyo cual si fuese el único / Y atravesó la calle con su paso tímido /

Subió a la construcción como si fuese máquina / Alzó en el balcón cuatro paredes sólidas / Ladrillo con ladrillo en un diseño mágico / Sus ojos embotados de cemento y lágrimas (...)

Amó aquella vez como si fuese máquina / Besó a su mujer como si fuese lógico / Alzó en el balcón cuatro paredes flácidas / Sentóse a descansar como si fuese un pájaro /

Flotó en el aire cual si fuese un príncipe / Y terminó en el suelo como un bulto alcohólico / Murió a contramano entorpeciendo el sábado...

En 2017 Chico Buarque editó Caravanas, lleno de canciones memorables que, como siempre, están entonadas con esa voz peculiar, no particularmente buena en el sentido convencional, pero que conmueve y emociona. Una voz siempre convincente. Esas canciones abrevan, no es novedad, en las tradiciones musicales de Brasil pero también, como es común desde los tiempos de la bossanova, en muchas otras cosas: el jazz, el bolero, la canción europea. Sus melodías suelen ser muy ricas melódicamente y sus armonías nos deparan siempre alguna sorpresa. En 2023 publicó un álbum doble en vivo -Que tal Um Samba?- donde comparte créditos vocales con Mônica Salmaso. Impresiona escuchar a la audiencia corear a voz en cuello cada canción, aprendida de memoria. Y estos discos se suman al montón más que ha grabado en su carrera (entre 30 y 40 según la fuente consultada). En cada uno de ellos hay hallazgos entrañables.

Se anuncia que con motivo del cumpleaños ochenta habrá diversos homenajes en Brasil: libros y documentales; algunos artistas ya anunciaron espectáculos y discos en su honor y se prometen reediciones en vinilo de producciones viejas. También existe un documental de 2019 Chico: Artista Brasileiro que también sufrió un intento de boicot y censura del gobierno bolsonarista cuando se anunció su estreno en un festival en Uruguay. En él se explora su vida y obra a través del director Miguel Faria que ofrece una mirada íntima a través de entrevistas, imágenes de archivo y, claro, la increíble música buarquiana.

Antes de cerrar este texto suena mi teléfono, es mi amigo músico Arturo Cipriano desde Cuernavaca, a quien por la mañana le comenté en un mensaje mi interés por escribir acerca de Chico Buarque. Con entusiasmo desbordante me quiere compartir anécdotas y pensamientos sobre ese hombre a quien ha seguido con admiración desde hace muchos años. Me habla de un curioso programa de concursos en televisión donde Chico participó en los sesenta antes de ser celebridad; me relata la visita que hizo un día a su casa en Río -donde cuenta con una hermosa cancha de futbol donde suelen ir a jugar con él futbolistas profesionales y amateurs-; me revela que los discos recientes de Buarque responden a un cuidadoso ejercicio conceptual con ideas acumuladas durante muchos años; y al final me agradece por ocuparme de este gran artista con el pretexto de su aniversario.

Al escuchar a Cipriano confirmo que no me equivoco: Chico Buarque es un curioso caso de música muy refinada, sofisticada, pero con innegable arraigo popular que se hace obvio cada vez que él se para en un escenario: Brasil lo adora, los políticos de derecha lo detestan, el mundo lo aclama.

Si Brasil es un continente dentro de otro, Chico es un continente dentro de Brasil.

Si quieren regalarse una hora con Chico Buarque, con una selección de muchos de sus discos, aquí les dejo esta playlist muy disfrutable, según yo:

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