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En 1878, los historiadores del México prehispánico, Alfredo Chavero y Manuel Orozco y Berra, publicaron por primera vez el Códice Ramírez, un manuscrito anónimo datado hacia mediados del siglo XVI que aborda la historia de los mexicas desde sus orígenes hasta la Conquista Española, titulado así en honor de su mentor, el anticuario José Fernando Ramírez, quien halló el archivo en la biblioteca del Convento Grande de San Francisco de México, en 1856. El exilio de Ramírez a Alemania, tras la caída del Segundo Imperio mexicano con Maximiliano de Habsburgo —al que prestó sus servicios—, le impidió publicar una edición con una “Advertencia” y un estudio paleográfico del cual sólo existe la copia.
A la muerte del anticuario, sus alumnos recuperaron su biblioteca fragmentada y con la asistencia del editor José María Vigil se imprimió el Códice Ramírez, conocido también como la Relación del origen de los indios que habitan esta Nueva España según sus historias —encabezado que figura en su primera foja. La edición de Vigil contempló la publicación conjunta de la Crónica mexicana de Hernando Alvarado Tezozomoc y el Códice. Este texto, en realidad, “ha sido objeto de pocas ediciones y aún menos traducciones, que son más bien reediciones de la versión de Vigil”, la cual empleó el trabajo paleográfico del anticuario Ramírez que, “aunque trató de apegarse al sentido natural de la lectura, cambió, omitió o agregó palabras para tal práctica”, consideran la antropóloga del INAH, Clementina Battcock, y la filóloga del Tec de Monterrey, Paloma Vargas Montes, luego del relanzamiento de esta joya historiográfica: El Códice Ramírez: hallado, casi perdido, publicado (FCE, 2024).
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En este volumen, las autoras ofrecen un estudio preliminar de la historia del documento: la resonancia que llegó a tener en los intelectuales del siglo XVI como fuente de consulta, las similitudes con las obras de otros escritores novohispanos como ocurre con el jesuita Juan de Tovar, quien elaboró el Manuscrito Tovar —al que otros estudiosos ligan con La Relación..., concediendo buen parte de la autoría al jesuita—; con Diego Durán, escritor de la Historia de las indias de Nueva España y islas de tierra firme, y con José de Acosta, autor de la Historia natural y moral de las Indias, obras que guardan similitudes textuales, según observan las investigadoras.
Una de las hipótesis que exponen las académicas es la posesión del Códice en manos del franciscano Juan de Torquemada, autor de Monarquía indiana, quien presuntamente sería el último consultor del documento antes de su extravío por dos siglos, “lo que explicaría su hallazgo en el convento franciscano”, además de que “parece mencionarlo” cuando se refiere a que José Acosta “consultó una relación que otro hizo antes” para la elaboración de su obra.
Esta nueva edición de La Relación…, por tanto, se sustenta en la Crónica X, el planteamiento del antropólogo estadounidense Robert Barlow de que la familia de documentos Ramírez-Tovar-Durán-Acosta provienen de “una fuente primigenia que está perdida y que debió estar escrita en náhuatl; es una discusión historiográfica importante desde el siglo XX hasta nuestros días”, indica Clementina Battcock. “Lo que nos encontramos es una relación entre distintas fuentes de carácter textual, es decir, hay un proceso de copia, de síntesis y de comunicación”, agrega Vargas.
Las investigadoras proponen una crítica textual basada en la ecdótica, es decir, “hacer una modernización gráfica del contenido del manuscrito, privilegiando la fonética del castellano novohispano del siglo XVI, donde se conservan arcaísmos, variantes en la forma de la escritura, las vacilaciones que hay en la textualidad del náhuatl, aquellas voces en muchas ocasiones traducidas”.
El Códice publicado por el FCE (2024) forma parte de un proyecto interdisciplinario que busca editar los cuerpos documentales que hablan del México prehispánico y la transición colonial. El primer trabajo se hizo con el Libro de los ritos de Diego Durán, publicado por El Colegio de México en 2018, donde Paloma colaboró. Así, en el Códice Ramírez hallado, casi perdido, publicado se restituye el texto original que está en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, precisan las académicas, y se pone especial atención a las tachaduras y enmiendas, la marginalia, entro otros criterios que ayuden a identificar evidencias que hablen de la historia y la constitución del documento histórico, como los tres tipos de numeración de las fojas (y láminas): una a lápiz y continua y dos a tinta, incompleta, y una más errática con numerales de mayor tamaño que apuntan a una fuente intervenida por más de un copista.
“De esta forma, rescatamos elementos fragmentarios, hay frases inéditas en la parte de las láminas, algunas en castellano y otras en náhuatl que describen a los tlatoanis, sus atuendos y los colores que usaban, o ciertas frases que no se encontraban en ediciones anteriores, por ejemplo, dentro de las propias ilustraciones, como ocurre con la lámina de ‘Ídolo de los Tlaxcaltecas’, donde se hallan palabras nahuas o ‘El calendario de indios’, del que sólo se conocía la versión en blanco y negro pero que en esta edición aparece a color; detalles que en estudios posteriores podrían revelar algo”, señala Clementina. “Hay partes importantes del texto que sugieren que el manuscrito tuvo enfrente a un informante, definitivamente. Un proceso similar se deja ver en las láminas. Buscamos reconstruir el proceso que implicaba sacar el códice, que el tlacuilo sacara las imágenes y que un copista tradujera el texto”.
Esto “nos hace pensar en cómo se transmitía el conocimiento, las redes intelectuales del siglo XVI para hacer llegar un contenido de carácter social, político o económico, esa necesidad de construir un discurso histórico, y que aún día es importante, al grado de que aún hay mucho que contar. Es una mirada a través de una cultura escrita que está atravesada por la oralidad y por la imaginación”, dice Vargas, para quien es posible, mediante esta investigación, “conectar con la historia de las ideas: entender cómo los manuscritos son el insumo de un imaginario”, en este caso del mundo novohispano.
“No podemos perder de vista que hay una parte de las imágenes de la familia de manuscritos, y por supuesto Ramírez es clave, que sí se publican en el siglo XVI, y tanto se publican que una parte que va a ir a la imprenta con Acosta, en 1590, y va a hacer materia para los grabados de Theodor de Bry, que a su vez son los que construyen la leyenda negra de lo hispánico en la Europa del siglo XVII, en ese imaginario de la otredad que tenemos de la concepción indiana de esa época se encuentran parte de dicha textualidad y de estas láminas”, precisa.
Constituido por varios textos de “carácter histórico”, los fragmentos del Códice se pueden agrupar en dos partes diferentes, separadas por una lámina que alude al Apocalipsis según San Juan extraída tal cual aparece, desgastada, que sugieren una ruptura temática y narrativa que conserva ciertos paralelismos con la pluma del cronista de ascendencia acolhua, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl —descendiente del guerrero Cortés Ixtlilxóchitl—, lo que sugiere una autoría más allá de la que otros investigadores conceden a Tovar.
La primera parte del manuscrito está dividida en dos secciones que describen algunas de las principales deidades y los rituales en torno al culto, y donde se narra el origen de los pueblos hasta la llegada de los españoles durante el gobierno de Moctezuma Xocoyotzin, se hace hincapié en la historia mexica protagonizada por los gobernantes de Tenochtitlan. Mientras que la segunda parte consta de dos fragmentos, 1 y 2. En el Fragmento 2, los investigadores sugieren cambios de carácter autoral, pues posee numerosas enmiendas, tachaduras y párrafos inconclusos. Este Fragmento “rompe totalmente con el eje temático rector” de La Relación..., es decir, “no da seguimiento a la línea de los gobernantes tenochcas posteriores a Moctezuma” (Cuitláhuac y Cuauhtémoc) y más bien “centra su atención en el guerrero acolhua Fernando Cortés Ixtilxóchitl y en la relevancia del señorío de Texcoco como aliado clave de Hernán Cortés”.
Según se asienta, este giro narrativo del Fragmento 2, precedido por una tachadura en vertical, sumado a los personajes y temas que aborda, cuadra con los contenidos que aparecen en la “Décimotercia relación” del Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco, de Fernando Alva Ixtlilxóchitl, lo que “resulta consecuente con las estrategias discursivas de las que se valió Alva Ixtilxóchitl para legitimar sus aspiraciones políticas dentro del aparato de gobierno novohispano”, construyendo episodios que reflejan “una incuestionable lealtad de los gobernantes de Texcoco a los cristianos recién llegados”, así como su búsqueda por “legitimar a los texcocanos como fervientes cristianos”; así, apunta el libro, en el Fragmento 2 se detalla “extensamente el bautizo de los principales tetzcocanos”.
Para Battcock, es importante este atado de manuscritos pues lo que refuerza es la noción del uso político de las narraciones, “aun cuando nos cuenten las genealogías, las guerras o la estructura mitológica de su panteón sagrado”.
“Son narraciones de las familias de los antiguos pipiltzintzintli (príncipes), los que están perdiendo los privilegios. Es decir, estamos frente a relatos familiares de una gran profundidad política porque tienen que ver con la memoria mesoamericana, sobre todo mexica-tenochca, sobre quién es el que tiene la palabra, el que tiene la familia, el que está narrando y el que está proporcionando los derechos; acá también podemos pensar que es un alegato ante la Corona: a ver, ¿quiénes somos nosotros? Nosotros no somos cualquier persona. Es esta idea que, tras la caída de Tenochtitlan, hay códigos, oralidad y normas que se siguen manteniendo, más allá de un nuevo régimen político, y que tienen que ver con el reacomodamiento de la nobleza mexica que perdió sus privilegios y no quieren ser datados como macehualtin, gente común, y esas sutilezas se avizoran”.
“Hay que tomar en cuenta que aun los criterios editoriales seleccionados en una obra de este calibre también esconden decisiones discursivas importantes, y esa es nuestra apuesta, escarbar en los legajos que han construido, por años, nuestra memoria”, afirma.