Una brecha enorme separa las vidas de Confucio, Nizam al-Mulk y Maquiavelo, pero sus pensamientos políticos corren como ríos subterráneos a lo largo de esa pradera tornadiza que es la historia. En sus épocas, determinadas por conflictos y convulsiones sociales y gubernamentales, cada pensador elaboró una doctrina o modelo que diera forma y sentido a imperios trastocados, a gobiernos desacreditados, a repúblicas debilitadas, en suma, que respondiera a la complejidad.
¿Qué pueden ofrecer ideas arraigadas a sucesos distanciados por cientos de años a un presente conflictuado por un avance tecnológico sin precedentes y que ha dinamitado la polarización social, semilla de cultivo en un terreno propenso al surgimiento de figuras populistas?
En El arte de gobierno (Taurus, 2024), el economista Ugo Pipitone (Piamonte, 1946), miembro del Sistema Nacional de Investigadores y Profesor Emérito del CIDE, bucea por esos ríos en busca de ideas que rieguen de luz a las crisis actuales.
Pipitone expone las circunstancias globales que han debilitado a los sistemas de gobierno en el mundo, ofrece explicaciones ante los desequilibrios medioambientales, reflexiona sobre el contexto mexicano clavado en un proceso electoral sin propuestas articuladas, en medio de una polarización exacerbada por la maquinaria estatal y el embate a organismos autónomos denostados desde el poder.
¿Los pensamientos políticos de Confucio, Nizam y Maquiavelo ofrecen cierta cohesión a problemas más o menos representativos independientemente de la época en que se concibieron?
Todas las ideas políticas concernientes a la acción del gobierno están vinculadas a espacios históricos y es una operación compleja sacar esas ideas de su contexto y pretender una validez universal. Traté de asumir una mirada amplia respecto a la que nos ofrece el presente, para volver desde el pasado con otras ideas que pudieran tener alguna utilidad para enfrentar los problemas actuales. Entre los problemas del presente señalaría sobre todo uno: el ataque a la democracia liberal —que no por ser predeterminado es menos importante— por parte de la ensoñación del tipo populista o incluso autocrática y que recibe un sostén popular que hasta hace unas décadas era inimaginable.
Usted identifica que la polarización social se ha exacerbado por los avances tecnológicos que segmenta a los estratos todavía más…
Estamos en un periodo de convulsión donde se imponen decisiones extraordinariamente complejas, sobre todo en dos frentes: uno es el que menciona. En los países desarrollados, en las últimas décadas se registra una creciente segmentación del ingreso que ha generado malestar y que ha sido determinante para el auge del populismo en varios países. El otro frente —que incumbe al mundo entero— es el deterioro de los equilibrios ecológicos que se manifiestan en el calentamiento global. De esos dos grandes problemas todavía no disponemos de respuestas adecuadas.
Los partidos se han convertido, en gran parte del mundo, en grupos de amigos casi familiares
Ugo Pipitone, investigador
Se ha responsabilizado a los países desarrollados del cambio climático dada su capacidad industrial y técnica, ¿deben compartir la misma responsabilidad los países subdesarrollados?
Tenemos una responsabilidad compartida. Sería difícil imaginar que pueda haber una mejora sustantiva sin que países como India o China, que tienen un peso relativo, tomen medidas que reviertan pautas de protección, consumo y movilización. En este terreno, la respuesta es global.
¿Considera que la partidocracia se ha adueñado de las formas representativas de los gobiernos democráticos?
Hay un deterioro en la estructura y en la operación de los partidos. Pienso en países de Europa y América Latina donde los partidos han abandonado su conformación original del siglo XX: una estructura de participación social construida alrededor de grandes ideas de reforma —o de conducción— de la vida política; los partidos se han convertido, en gran parte del mundo, en grupos de amigos casi familiares, se han hecho partidos de líderes carismáticos.
La figura de Nizam está anclada a un estilo de gobierno que por su condición ideológica y geográfica parece distanciada de las democracias de Occidente…
Los pensamientos de Nizam, Confucio y Maquiavelo son ríos subterráneos que han recorrido la historia de las regiones del mundo por siglos o milenios. Hay ideas de Nizam que son de un interés más allá de Medio Oriente: una de ellas es que las virtudes del gobernante son insuficientes para garantizar un buen gobierno, sino que el buen gobierno supone una maquinaria administrativa, reguladora y de control construida por funcionarios públicos capacitados, honrosos con sus deberes institucional. Nizam va más allá de la idea simplista, que abunda en el presente mexicano, la cual se define en los siguientes términos: si el jefe de Estado es honroso, la maquinaria pública también lo es. La eficacia del gobierno depende de la confiabilidad de la maquinaria y esta es una estructura compleja que excede las virtudes, mayores o menos, del jefe de gobierno.
Otra idea que formula Nizam en su Libro de gobierno es: “El buen gobernante se rodea de hombres sabios”, y añade enseguida: “…el peor hombre sabio es aquel que busca la cercanía del hombre de gobierno”. Relevante, ¿verdad? Actualmente, se percibe una corriente en el comportamiento de los intelectuales que buscan convertirse en eminencias grises detrás del trono, en lugar de ocupar una posición como conciencia crítica.
Desde luego lo sano es el equilibrio de poderes, pero el gobernante es un personaje primordial. ¿Se podría plantear un sistema donde no tenga tanto peso, sobre todo en regiones donde su posición está asociada con la corrupción?
El gobernante es la cabeza visible de un sistema de gobierno, fisiológicamente es comprensible su importancia; ahora, más que nunca, se asocia una patología que es propia, como dije, de los tiempos de convulsión, donde las figuras carismáticas han adquirido una centralidad que no tuvieron en el pasado, lo cual produce un deterioro del discurso político y una acentuación de propuestas políticas más parecidas a la magia, es una tendencia a la simplificación de la complejidad, suenan a milagros capaces de resolver todos los problemas; en ese sentido, se entiende que en las sociedades que buscan soluciones fáciles al malestar general surjan personalidades de extraordinaria mediocridad intelectual y política como Javier Milei en Argentina, Viktor Orban en Hungría, Giorgia Meloni en Italia, Donald Trump en Estados Unidos. Todo eso encarna un discurso articulado alrededor del cual se ha construido la retórica y demagogia en Occidente, propias del siglo XIX y del siglo XX.
En un artículo en The Guardian, el escritor y periodista George Monbiot achaca al neoliberalismo buena parte de los problemas de Occidente e incluso el surgimiento del populismo. Él observa el origen y propagación del pensamiento neoliberal a partir de la publicación de En camino de servidumbre de Friedrich Hayek.
No creo que deba achacarse las responsabilidades más radicales exclusivamente a un sistema económico y político. Aquí hay algo más profundo, y no es que el neoliberalismo no tenga responsabilidades, pero desde fines de la década de los 90 asistimos a una explosión tecnológica que ha alterado, no sólo pautas tradicionales de producción y consumo, sino estructuras sociales consolidadas por años, además, esto se ha multiplicado por la globalización. Los elementos de seguridad social que el Estado de bienestar había establecido, después de la Segunda Guerra Mundial, se han fragmentado, y el neoliberalismo no hizo otra cosa que cabalgar ese tigre, pero el tigre estaba ahí: no ha hecho sino racionalizar la descomposición.
El proceso electoral está dominado por frivolidades, por generalidades
Ugo Pipitone, economista
¿Cuál es su crítica ante lo que le ha ocurrido al CIDE este sexenio, el conflicto que ha escalado con María Elena Álvarez-Buylla?
No sabría qué decir porque desde hace más de un año estoy felizmente jubilado, o sea no tengo el pulso de la situación actual. Lo que voy a decir concierne al momento de mi retiro. Lo que percibí es que la crítica al neoliberalismo se usó como instrumento para atribuir al CIDE una adhesión institucional a este pensamiento económico y político, fue una operación instrumental bastante cínica para justificar la estrategia del Ejecutivo basada en la ocupación arbitraria de las instituciones de enseñanza e investigación, en especial con el CIDE, donde había una dinámica autónoma en la que confluían escuelas de pensamiento, había una pluralidad capaz de producir estímulos para todos. Supuso una amenaza a la diversidad intelectual.
La polarización social suele generar antagonismos absurdos, ¿cómo se traduce en el terreno electoral?
Más que polarización, es una segmentación tradicional que caracteriza a México. Pero mi impresión es que durante este sexenio no ha habido una corrección fundamental de esa segmentación, y para ello se necesita definir rumbos de desarrollo económico, lo que no sucede. Ahora, en un contexto en el que el empleo es el espía de un proceso de crecimiento económico capaz de atenuar las diferencias sociales acumuladas a lo largo de décadas, el gobierno actual ha afianzado una política clientelar donde millones de personas dependen de subsidios públicos: amarra a individuos que no tienen posibilidades reales de salir de la pobreza. Ese proceder, hay que reconocer, ha sido exitoso, no veo por qué no deje de serlo en el corto plazo…
Hasta los candidatos de oposición han dicho que respetarán los programas sociales elevados a rango constitucional…
Porque son paliativos ante la ausencia de perspectivas económicas a largo plazo. Es decir, el país está dando vueltas sobre sí mismo desde hace mucho tiempo. Tampoco se trata de estrategias de desarrollo, cualquiera que sea la estrategia, si no hay una maquinaria de administración pública sólida está destinada a fracasar. México tiene graves retrasos en el Producto Interno Bruto per cápita, en la calidad democrática y en la calidad de Estado. No veo ideas para fijar un rumbo consistente con la realidad económica, ni desde el punto de vista del saneamiento de las estructuras gubernamentales. El proceso electoral está dominado por frivolidades, por generalidades y abstracciones, buscan el efecto fácil en el electorado pero me parece que los candidatos no enfrentan los grandes problemas que tiene México desde hace décadas y que en este sexenio se han acentuado.
En 2018, el proyecto político de AMLO atrajo a varios sectores, con algunas ideas y prácticas gastadas. ¿Falta criterio, modernidad, comparativa…? ¿Qué falta?
México necesita una mirada honesta, capaz de reconocer las deficiencias, dejar de mirarse continuamente el ombligo, y luego mirar los retrasos en comparación con el escenario internacional, porque veo que se ha reforzado esta idea de que “Como México no hay dos”, “Y nosotros podemos hacer lo que se nos venga en gana independientemente de lo que ocurra en el resto del mundo”. Son simplificaciones que tienen al país impotente ante la realidad mundial. Hay experiencias, en años recientes, de desarrollo acelerado que han sacado a centenares de millones de personas de la pobreza y han activado capacidades productivas y mejoras sustanciales, en términos de bienestar, en países como China o Corea del Sur o la India. En los dirigentes políticos no veo una reflexión crítica sobre estas experiencias traduciéndose a la realidad mexicana. Mientras eso no ocurra, se seguirán haciendo ejercicios de nacionalismo cuya retórica inflama el sentido patriótico, pero que no alivia el malestar agudo.
¿Ve necesaria una reforma electoral en México?
No soy un experto en la materia, pero lo que sé es que México avanzó gracias a la afirmación de la autonomía del INE como órgano encargado de la vigilancia y la organización de los procesos electorales; por primera vez, las elecciones pasaron del control de Gobernación al control de un organismo plural e independiente. Pero poco a poco se ha pavimentado un camino en sentido contrario; el gobierno aún no logra controlar las elecciones porque el INE sigue ahí, pero el INE está perdiendo pedazos de su autonomía.