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En el primer aniversario de la creación del Memorial Octavio Paz y Marie José Tramini del Colegio de San Ildefonso, se realizó la última jornada del homenaje “Lápices para David Huerta” (el autor de “Versión” fue el principal impulsor y primer coordinador de la Cátedra Extraordinaria Octavio Paz); en dicha jornada, escritores, amigos e intelectuales se dieron cita para leer sendos poemas significativos en sus propias historias y, además, se realizó una puesta en escena inspirada en la obra de Huerta.
El escritor Eduardo Langagne tomó la palabra al inicio de “Voces para David Huerta”, primer homenaje ya mencionado, y leyó un poema que Huerta le dio para la “hoja” publicada por integrantes de un taller con Ricardo Yáñez. Fueron 40 números o 40 “hojas” (la décima, correspondiente a Huerta, se publicó en la segunda quincena de mayo de 1976, cuando el poeta tenía 26 años). Langagne adelantó también que el material original formará parte de una exposición que se está preparando en el Carrillo Gil.
A Langagne le siguió Alicia García Bergua, quien habló sobre “Incurable”, libro cuya lectura la fascinó. Su esposo, entonces, Carlos García Tort, le decía que ella era una de las pocas personas que leía ese extenso poema, hoy decisivo para las nuevas generaciones, contó la escritora.
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Emiliano Álvarez recordó que en 2007 lo conoció como maestro y que una imagen perdurable para él en el tiempo fue la de Huerta leyendo en la Casa del Poeta: “Escoger un poema de él es difícil porque es mi poeta de cabecera”.
Enzia Verduchi habló sobre una ocasión en la que acompañó a Javier Sicilia en una caminata por la paz y en la que Huerta los contactaba constantemente a través de mensajes SMS para verificar que estuvieran bien. “Si Octavio Paz fue el padre literario de la generación de David, David fue el padre literario de la generación de los nacidos en los 60”, subrayó Verduchi antes de dar lectura al poema “El fumador”, dedicado a Federico Campbell. Huerta la ayudó —continuó — cuando empezó el acoso político hacia quienes denunciaron los casos de desapariciones en México; la hostilidad por defender a los deudos y a los pueblos mayas afectados debido a la creación de “un tren que está destruyendo la península de Yucatán”.
El siguiente en tomar el micrófono fue José Ángel Leyva, quien recordó la obsesión de Huerta con el lenguaje; parafraseando sus palabras, Huerta halló la obsesión de todo escritor: dialogar con las otras vidas.
Víctor Cabrera habló sobre el giro que dio su amistad con el autor de “Cuaderno de noviembre” en los últimos años: “Se volvió como un hermano mayor”, afirmó y enfatizó en que aún le molesta no poder levantar el teléfono para marcarle.
Joana Medellín habló sobre un libro publicado en 1990, “Historia”, que leyó cuando era adolescente, edad en la uno se siente “sin miedo a nada”. David, dijo, los incitaba siempre a leer los clásicos, algo en lo que César Arístides coincidió, además de contar que les gustaba hablar de futbol e ir a comer a las tortas Don Polo. “Sé que estás aquí, David, y estás muy contento de que hoy todos te abracemos”, afirmó.
Anaís Abreu le agradeció públicamente a Emiliano Álvarez por presentarle a Huerta y habló de cómo poco a poco se fueron conociendo más hasta que el autor de “Versión” se volvió un gran amigo. También recordó el sentido del humor que tenían Huerta y Verónica Murguía y leyó el poema “El color rojo”
Salvador Gallardo dijo que David sacó de su ensimismamiento a la poesía mexicana y habló sobre el diálogo de un poema de Huerta sobre la lluvia y la escultura de Vicente Rojo, “Piedra de sol”, en la fuente del Patio de Pasantes de San Ildefonso.
Mario Murguía recordó que habló con Huerta poco antes de la pandemia, en el surgimiento de la Cátedra Octavio Paz, de la cual el propio Murguía se volvió coordinador, por invitación de Huerta, del ciclo “Poesías del mundo” en el que se organizaron mesas dedicadas a autores, nombrados en desorden, como Rilke, Vallejo, Dante y Eliot.
En el último tramo del homenaje, Eduardo Hurtado lo recordó como un poeta de múltiples recursos, antes de cederle la palabra a María del Carmen Pérez, coordinadora de la Casa del Poeta Ramón López Velarde, recinto en el cual Huerta siempre estuvo presente, hasta su deceso, como presidente del patronato. “Huerta legó el espíritu de lucha para preservar la Casa”, abundó y detalló que es sabido que la casa tiene dos fondos, el de Salvador Novo y el de Efraín Huerta, algo sobre lo que el propio David llegó a expresar que “no hubo mejor destino para la biblioteca paterna que la Casa del Poeta”. Huerta permanecerá siempre en la memoria de lectores y amigos, concluyó Pérez.
Entre los asistentes al homenaje estuvieron el crítico Christopher Domínguez Michael, la poeta María Baranda, Eduardo Vázquez Martín, coordinador del Colegio de San Ildefonso, y Jorge Gutiérrez Reyna, investigador, escritor y editor de la revista “Barandal”, en su nueva época.
Acción escénica
La última actividad del día fue “Babel. Intervención escénica en homenaje a David Huerta”, dirigida y producida por Ángel Ancona. En la pieza, un grupo de jóvenes vestidos de negro leyeron los poemas en los que Huerta abordo la matanza del 2 de octubre de 1968 y las desapariciones en años recientes a lo largo del territorio mexicano.
La puesta en escena fue polifónica y en ella, los artistas (un grupo de bailarines y actores del Centro Universitario de Teatro, CUT), distribuidos en el Patio de Pasantes y en el segundo piso, interpretaron coreografías y declamaron los poemas ya mencionados, alternado su participación con el ensamble musical de Nay Stanfield.
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