Tras las obras de la primera parte de la gala, como "This Bitter Earth" y "Mercurial Manoeuvres", de Wheeldon, entre otras, la directora presentó por primera vez al público la canción "Vivir es increíble", compuesta por Graeme Hamilton y la propia Alondra, interpretada por Concha Buika y con letra de Luisa Reyes Retana.

Estreno al que le siguieron un par de clásicos y la presentación de otra obra, una comisión para el festival. Primero fue "Carousel a dance", pieza que Wheeldon hizo para el New York City Ballet como coreógrafo residente a partir de "If I Loved You" y "Carousel Waltz", de Richard Rodgers. Una pareja —ella lleva con un vestido durazno; él, un pañuelo rojo en el cuello— se persigue, se encuentra y se desencanta bajo un iluminación roja y azul que baña a los bailarines y le da a sus movimiento un efecto crepuscular, cálido y cercano al amanecer.

El aliento de los metales, su pulso, y la escena que se desarrolla parecen remontar a cierta nostalgia de los grandes romances en la primera era del cine. Es notable la capacidad que tienen los intérpretes, Lauren Lovette y Robbie Fairchild, de transmitir un entorno alrededor de ellos, una atmósfera que no existe más allá de sus movimientos.

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Después de "Carousel...", Alondra anunció el estreno internacional de "Acts 9:18" , del bailarín y coreógrafo originario de Pensilvania Paul McGill. La coreografía, comisionada para el festival,  es una referencia al versículo 9:18 del libro de "Hechos" en el Nueva Testamento: "Al instante cayeron de sus ojos como unas escamas, y recobró la vista; y se levantó y fue bautizado".

Mientras la directora guía las primeras notas del Adagio Sostenuto del "Concierto para piano no 2", de Serguéi Rajmáninov, entra a escena la bailarina Unity Phelan, con movimientos tímidos que poco a poco parecen simular que su cuerpo empieza a desatarse. Cuando entra su compañero, Ben Rudisin, cada uno se mueve en su propia esfera, con pasos aparentemente reflejados, pese a sus distancias, hasta que se encuentran y se coordinan. En ellos hay diálogo y no combate. Rudisin la carga en el aire y Phelan gira, ligera, como si fuera una de sus extremidades. Un tintineo, algo que  tartamudea y se acumula en Rajmáninov es traducido por Phelan. Y ella misma es un trazo, una pincelada que avanza hasta bajar del escenario, correr entre las butacas y volver para recibir el aplauso del público.

La gala continúa con un clásico: “Giselle”, de Jules Perrot, y el "Don Quixote", de Marius Petipa, con sus guiños evidentes a España en el vestuario y los pasos de los bailarines Anna Tsygankova y Giorgi Potskhishvil: el abanico rojo, la cadencia, el encanto; un par de movimientos en el aire, casi ingrávidos, hechos por Potskhishvil sorprenden desde las butacas. Los aplausos son intermitentes, por segmentos hasta el cierre en el que entra Wheeldon para agradecer al público junto a la hilera de artistas tomados de la mano.

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melc

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