Angelina Muñiz-Huberman, la ensayista, narradora, poeta y profesora universitaria hija de exiliados españoles sefardí, mira pasar la vida, y la cuenta desde el séptimo piso de su departamento en Insurgentes Mixcoac. Allí, en ese universo construido con libros y palabras, trabaja en dos proyectos que nacen en medio del confinamiento, el coronavirus y la ficción.
La narradora y poeta de 84 años que el pasado jueves fue elegida como miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua y ocupará la Silla VII, vacante por el deceso del historiador Miguel León-Portilla, acaba de publicar dos libros: El atanor encendido. Antología de cábala, alquimia y gnosticismo (UNAM, 2020) y El último faro (Renacimiento, 2021), y trabaja en dos proyectos más que afianzan su literatura transgresora que no se ciñe a géneros literarios ni a temáticas ni se reduce a la pura ficción, pero que están detonados por la pandemia.
“Es un gran honor y una responsabilidad; hay que estar a la altura, hay que contribuir, hay que recibir y hay que dar porque la base de esa institución es la lengua y la lengua es la palabra, es la letra”
La profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México, institución de la que se jubiló el año pasado, y autora de más de 50 libros, asegura a EL UNIVERSAL que su nombramiento en la Academia es un reconocimiento a sus investigaciones sobre la mística hebrea (inauguró los estudios sefardíes en México) y la cabalística, pero también es un reconocimiento a su obra literaria, donde creó un género llamado seudomemorias y donde es precursora de la novela neohistórica.
¿La Academia reconoce una vida y una obra diversa y transgresora?
Es un compendio de todas esas cosas, después de tantos años de dar clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, de todos los libros que he escrito, de todos los géneros que he seguido o transgredido; ahora es como un nuevo reto, yo sabía que estaba la Academia, tengo el diccionario y tengo la gramática, pero el hecho de estar viendo la perspectiva desde dentro es totalmente diferente e interesante, es una nueva experiencia con lo cual mi obra se extiende, se alarga y se compendia al mismo.
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Es un gran honor y una responsabilidad; hay que estar a la altura, hay que contribuir, hay que recibir y hay que dar porque la base de esa institución es la lengua y la lengua es la palabra, es la letra; tiene que ver con cómo se expresa cada pueblo, cómo usa las palabras y cómo las modifica y las cambia; la lengua es la vida, es la historia de la humanidad, la lengua es eterna y seguirá siempre por los tiempos de los tiempos.
¿Una institución atenta a la lengua cotidiana?
La lengua nos lleva a nombrar lo concreto y lo abstracto. En este momento se nos viene una avalancha de palabras nuevas por todo lo que está sucediendo. Cómo nombrar la realidad por la epidemia, cómo nombrar las situaciones, los problemas que surgen es un mundo inacabable; la palabra es música en verso, es canción, pero también puede ser algo negativo y eso es muy interesante, se puede usar para mentir, para engañar, para distorsionar, para insultar, es humanidad pura.
¿La lengua no está confinada a pesar de que tenga que nombrar una pandemia?
La situación histórica que nos ha tocado es tan diferente aunque haya ocurrido en otras épocas; sabemos que ocurrió en la Edad Media, hasta en La Biblia se habla de situaciones de este tipo, pero ésta nos tocó, entonces sí hay la necesidad de crear nuevas palabras no sólo para el fenómeno, el virus, su transmisión, sino para las reacciones psicológicas de las personas.
¿Usted aportará su interés en la mística hebrea, en la cabalística?
Me interesaba mucho porque dentro de la tradición filosófica y religiosa del judaísmo la palabra y la lengua es tan primordial que por eso La Biblia empieza siendo una creación ya no sólo literaria sino del mundo en sí; Dios lo que hace es que al nombrar una palabra aparece el animal o la cosa o la planta, entonces es una creación no sólo física concreta en sí del universo sino que además es una creación lingüística y por eso la he incorporado tanto en mis estudios, en mis novelas y en mi poesía.
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Acaba usted de publicar una antología sobre cábala y alquimia
Es El atanor encendido. Antología de cábala, alquimia y gnosticismo, en el cual reúno las tres corrientes místicas dentro de la tradición y es publicado por la UNAM; hago todo un recorrido desde las épocas más antiguas dentro de la tradición judía, 5 mil años antes de Cristo hasta nuestros días; incorporo poetas mexicanos que han tocado estos temas, me pareció sumamente interesante cómo esta tradición está viva. Esa posibilidad de la lengua es lo que plantea el estudio de la cábala; kabbalah (en hebrero) quiere decir reflexión, es decir cómo se reciben las palabras y qué pasa con ellas; esto es lo que yo incorporé en este nuevo libro viendo cómo esas ideas tan antiguas pueden seguir vivas en el mito, en el subconsciente de los seres.
“No sigo los géneros, los entremezclo o los transgredo, como se quiera decir. Yo cree la palabra para un género que mezcla ficción y autobiografía y le puse seudomemorias”
¿Y tiene un nuevo libro?
A principios de este año salió otro libro, se llama El último faro, lo publicó en España, Renacimiento. Éste sigue un poco la tradición de algunos de mis libros donde incorporo aspectos autobiográficos de mi familia. El problema es que yo no sigo los géneros, los entremezclo o los transgredo, como se quiera decir. Yo cree la palabra para un género que mezcla ficción y autobiografía y le puse seudomemorias, porque el uso de la memoria es un tema que me interesa mucho por lo del exilio español, porque ese es otro elemento muy importante ya que yo llegué de niña a México.
Aparentemente es novela pero podrían ser también relatos intercalados y luego partes de ficción; es no saber si eran verdad las historias que me contaban mis padres de la familia que había quedado en Europa cuando nosotros estábamos aquí en México, me contaban esas historias siendo yo niña y pensé ¿qué es lo que voy a poner en el libro?, pues decidí que no me importaba y que yo ponía lo que yo creía que era y por eso le llamé seudomemorias, o sea que la memoria es falsa, o sea que la memoria pierde la memoria y crea una historia, y al final nos lo creemos.
¿Pero siempre tiene varios proyectos?
Me gusta llevar varios proyectos literarios al mismo tiempo porque así cuando me detengo en uno me paso al otro. Tengo uno que no podría saber de qué género es, son pequeños relatos sobre observar la vida desde la ventana, que, por cierto, ese fue uno de mis primeros trabajos en la preparatoria, plantear mi visión del mundo, del afuera, pero desde la ventana, y resulta que ahora a estas alturas lo retomo y aprovechando la situación en la que estamos, vuelvo a ver las cosas desde la ventana o desde un balcón y la perspectiva es otra.
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En el otro proyecto estoy escribiendo poemas sobre el coronavirus, pienso que va a ser un libro, es parecido al anterior, pero la visión con la palabra y la lengua va a ser diferente. Ya llevo escritos como 20 poemas.
¿Sin prisa para publicarlos?
Son proyectos nacidos en este periodo, totalmente dispuestos a lo que estamos pasando en este momento, los reservo para cuando pase esto, para cuando se puedan hacer libros físicos porque ahora también la industria editorial está sufriendo muchísimo, sobre todo las pequeñas editoriales o las que editan poesía, si no tienen apoyos es muy difícil sacar el libro. Entonces no hay apuro.