Si Roma no se construyó en un día, tampoco la Nueva España . Por eso, pese a haberse conmemorado en 2021 el aniversario 500 de la caída de México-Tenochtitlan , sería muy pronto que en sólo dos años se dejara de reflexionar sobre el impacto de la Conquista española .
Cuando se habla sobre el encuentro de estas dos culturas se analizan las guerras que se combatieron, las armas que se usaron, los personajes que marcaron la diferencia y hasta las enfermedades que se padecieron. Pero, ¿qué hay de la ropa?, ¿cómo se vio alterada la confección de prendas prehispánicas?, ¿cambiaron las formas de trabajo en el área de los textiles? A 500 años de la conquista, hay estudios que dimensionan el impacto de la introducción de nuevos textiles (como la lana, el lino y la seda) en la vida cotidiana de los indígenas. Una de las estudiosas del tema es la investigadora Martha Sandoval-Villegas, quien pertenece al Seminario de Estudios sobre I ndumentaria y Modas en México (SEIMM), adscrito al Instituto de Investigaciones Estéticas, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En tiempos recientes también ha aumentado el número de investigaciones histórica s con perspectiva de género y raza, como lo hizo la escritora y profesora del Pratt Institute, Sofía Tanhauser, en el libro "Worn" (Allen Lane, 2022), que cuenta la historia de los textiles con especial atención en los roles que ocuparon las mujeres y los esclavos africanos.
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Con este antecedente y en vísperas del Día Internacional de la Mujer , la conversación con Sandoval-Villegas tomó su camino.
La especialista, quien ha investigado sobre moda virreinal, explicó cómo la conquista española, además de textiles , trajo consigo nuevas formas de trabajo que alterarían la vida de las mujeres indígenas.
La investigadora explica que antes de la llegada de los españoles, la fabricación de las telas era una actividad femenina. “Había otro tipo de tejidos, como los petates, donde sí participaban los hombres. Pero las telas eran de dominio femenino”. Sin embargo, el choque de las dos culturas desplazó a la mujer de esta área de trabajo.
Junto a los españoles llegó nueva tecnología, como lo fueron los telares de pedal y la ruec a. Para manejar estos aparatos, los conquistadores decidieron que fueran los hombres quienes debían hacerlo.
“Es una distribución sexual del trabajo. Cuando se trata de manejar una máquina compleja, van a llamar a los hombres, pero esto viene desde la cultura hispana: los hombres trabajan fuera de la casa y las mujeres trabajan en el hogar. Es una cuestión de género, por supuesto”, afirmó la investigadora de la UNAM.
La fabricación de las telas no fue la única tarea que se le quitó a la mujer indígena. En la época prehispánica, la confección de prendas era una tarea exclusiva de las mujeres, pero con la Conquista, hacer ropa se elevó casi al grado de hacer arte, uno que además requería conocimiento matemático, por lo que se limitó a los hombres, a quienes se les otorgó el título de sastre.
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Aunque hoy se podría considerar a la sastrería como un oficio, en la Nueva España exigía años de educación.
En los talleres de sastres se recibían a niños y adolescentes, ahí estudiaban y auxiliaban; hacían un poco de todo, con el fin de alcanzar el rango de oficiales. Si querían recibir el título de maestros, tenían que presentar un examen. Era un proceso de formación largo.
“Los sastres no eran los grandes señores, pero sí tenían reputación, al grado de que muchos escribieron libros sobre geometría y matemáticas”, detalló Sandoval-Villegas, también doctoranda en Historia del Arte.
¿Qué pasaba con las mujeres que sabían confeccionar? “Se sabe que había mujeres que ayudaban a coser, pero nunca registradas en el gremio de los sastres. Siempre estaban atrás o anónimas. No vamos a encontrar mujeres al frente de un taller de sastrería en Nueva España”, aseguró la experta.
También se desempeñaron como costureras y formaron parte de las nóminas de casas señoriales. Ahí, las mujeres remendaban y ayudaban a vestir a “los señores, porque muchas prendas se cosían a la hora de vestir”, agregó Sandoval-Villegas.
Será hasta finales del siglo XVIII, en los últimos años de la época virreinal, cuando se presentaría la figura de las modistas, aunque la investigadora explica que aun así las mujeres no confeccionaban las prendas, sino que “hermoseaban” con decoraciones y listones.
Pese a ese desplazamiento, Martha Sandoval-Villegas aclaró que esto no significó que la relación de las mujeres y las telas desapareciera de forma absoluta, seguirían estrechamente relacionados, en el hogar y la educación. Tan solo en el Códice Florentino se menciona que cuando se hacía un rito de nacimiento de una niña, se incluía un telar y un huipil, con el fin de augurar que la niña fuera buena tejedora.
La transformación del huipil
La Conquista no sólo alteró la dinámica laboral de las mujeres nativas. El catolicismo también vino a adaptar la vestimenta de los indígenas, como el huipil.
Esta prenda era muy popular y, dependiendo de la región, tenía particularidades. Por ejemplo, había diseños de huipiles más escotados, unos con aberturas a los costados y otros más cortos. Entre la variedad, los frailes consideraron que el diseño más conservador del centro del país (como en Tlaxcala) lo hacía digno de ser “una prenda honesta”, indicó la investigadora Martha Sandoval-Villegas, quien ya ha publicado un artículo sobre el tema, titulado “El huipil precortesiano y novohispano: transmutaciones simbólicas y estilísticas de una prenda indígena”.
“Los frailes pidieron que los huipiles se adecuaran a la moral católica, es decir, subir los escotes, cerrar los costados, añadir tela o alargarlos”, agregó.
Pero las medidas morales del catolicismo también aplicaron en la ropa de hombres, con la adopción de los calzones o zaragüelles, una especie de pantalón corto, y una camisa de origen español, para que cubriera su cuerpo y también fuera moralmente apropiado.
Introducción de nuevos materiales
A su arribo, Hernán Cortés venía acompañado de las primeras ovejas en pisar terreno mexicano. Así de preciso está el registro de la introducción de la lana, un textil cuya producción tendría un crecimiento rápido después de que los indígenas aprendieran a hilar y tejer la lana con los telares de pedal. “La lana se convertirá en una protoindustria muy importante del siglo XVI”, declaró Sandoval-Villegas.
A diferencia de la lana, no hay un registro tan específico de la llegada del lino, aunque ya se inventariaba en los cargamentos que llegaban a Veracruz en el siglo XVI. El lino era una tela para sábanas y lo que hoy llamamos ropa interior. Sin embargo, no se introdujo con éxito porque no pudo competir con la calidad del algodón local. Es por eso que el cultivo de lino no se procuró y al final los españoles optaron por importar sus blancos finos de Holanda y Gran Bretaña.
Aunque los indígenas ya hilaban seda silvestre, con la Conquista comenzaba un boom de seda de árbol de morera, plantados por frailes en lo que hoy es Oaxaca, Puebla y Tlaxcala. Esta seda comenzó a competir con la importación de seda europea y de Oriente, algo que no convino a los españoles, por lo que boicotearon la producción local.
Si bien el algodón ya se cultivaba aquí, los españoles cambiaron la producción para que fuera bajo el sistema de encomienda, es decir, ellos poseían las tierras, pero los indígenas la trabajaban. Este sistema terminó pronto porque los frailes denunciaron los abusos que padecían los indígenas y por las muertes de epidemias.
“Siempre se ha hablado de lo malos que fueron los españoles, pero también hubo cierta tutela por parte de los frailes que denunciaban lo que se hacía mal y los monarcas españoles tuvieron ciertas consideraciones. No quiere decir que los hayan mimado, pero al menos en la legislación y en el discurso se les defendía”, dijo Sandoval-Villegas.
No todo fue importación española. Luego de la Conquista se exportó la grana cochinilla, que también había en su territorio, pero no en la misma cantidad que en México.
Además, los españoles adaptaron el uso del escaupil, una chaleco de algodón prensado y capitoneado que protegía contra las flechas, para así dejar las sofocantes armaduras de metal.
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