Medellín.— Colombia ha iniciado de manera oficial, ante, el proceso para la recuperación de la mayor colección de orfebrería precolombina creada por una cultura de este país, la , cultura que se extinguió en la Conquista.

Se trata de un conjunto de 122 piezas que conserva el Museo de América, en Madrid, luego de que en 1892 el presidente encargado, Carlos Holguín, sin autorización del Congreso, regalara el conjunto a la reina regente María Cristina de España.

Conocido como el —con ese nombre se puede ver en el sitio web del Museo (), el actual gobierno de Colombia ha elegido llamarlo colección. Como en el caso del galeón San José, cuyas primeras fases de investigación han iniciado, ahora genera una nueva narrativa donde términos como “tesoro” —asociado más al precio que al valor cultural—, no son parte del vocabulario de sus demandas.

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En una carta con fecha del 9 de mayo de 2024, dirigida a los ministros españoles de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, y de Cultura, Ernest Urtasun, Colombia solicitó el retorno de los bienes culturales asociados a esa colección y expresó que hace esta petición a sabiendas de “la profunda importancia que el gobierno español otorga a las agendas globales en su reflexión en torno a la descolonización y al papel de los museos frente a dicho proceso”.

En la carta, firmada por los ministros de Relaciones Exteriores, Luis Gilberto Murillo, y de las Culturas, las Artes y los Saberes, Juan David Correa, Colombia describió que la colección se compone de bienes arqueológicos cerámicos, orfebres, líticos y orgánicos asociados al periodo Quimbaya Clásico. Argumentó que esta colección fue entregada por el gobierno de entonces al Reino de España, “desconociendo su valor cultural para nuestra Nación”.

Cuando Colombia remite en su carta a la reflexión que hace España sobre el papel de los museos frente a la descolonización se refiere, entre otras cosas, a las declaraciones que el propio ministro de Cultura de España, Urtasun, hizo a inicios de 2024 sobre que se realizaría una “revisión” de las colecciones de los museos estatales para “establecer espacios de diálogo e intercambio que permitan superar el marco colonial”. Los dichos del ministro de Cultura español han recibido críticas, entre otros, de integrantes de partidos de derecha, que niegan que en los museos españoles exista un relato colonialista de la historia.

Hasta ahora, España no ha respondido de manera oficial a la carta enviada el 9 de mayo; cuando en el último año se ha aludido al tema del posible retorno, en entrevistas, políticos españoles repiten la respuesta que sus antecesores dieron en los últimos 50 años a los intentos colombianos por abordar el asunto: “Fue un regalo”, con lo cual cierran cualquier posibilidad de conversación.

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Desde los años 70 del siglo pasado, varios gobiernos de Colombia han buscado iniciar las conversaciones con España, pero ninguno ha tenido éxito. Tampoco se consiguió nada cuando en 1995 la Ley General de Cultura determinó que esa colección era parte del patrimonio cultural de la Nación y que el ministerio de Cultura y demás instituciones públicas deberían hacer todos los esfuerzos tendientes a recuperar ese y otros bienes del patrimonio cultural.

Fue mediante una acción de tutela —similar al derecho de Amparo en México— por parte de un profesor, Antonio José Rengifo, y un abogado, Felipe Rincón Salgado, que se sentó un histórico precedente judicial. Los dos argumentaron que la entrega de esa colección hecha por el presidente Holguín había sido ilegal y, en consecuencia, la Corte Constitucional falló en 2017 en favor, determinó que sí había sido un acto ilegal y ordenó al Ejecutivo nacional realizar las diligencias para repatriar el tesoro que es considerado uno de los patrimonios más importantes hallados en Colombia. Sin embargo, los gobiernos de Juan Manuel Santos y de Iván Duque no hicieron ninguna gestión para cumplir el mandato de la Corte.

El gobierno de Gustavo Petro ha tomado la iniciativa para romper con esa negación a tratar el tema. En entrevista con este medio hace unas semanas, el ministro de las Culturas de Colombia, Juan David Correa, explicó que se trata de “dar la conversación sobre las piezas de orfebrería colombianas quimbayas pensando en ¿qué quería decir eso de regalo?, ¿en qué contexto se entregó esto?, ¿quién lo entregó?, ¿por qué España no quiere hablar de eso?, ¿por qué sí podemos hablar del galeón San José pero no podemos hablar de nuestras piezas? La conversación se tiene que producir”.

En 2022, después de que integrantes de la Academia de Historia del Quindío —departamento donde habitó la cultura Quimbaya— solicitaron la devolución de las piezas, el gobierno de España, por primera vez, se refirió al tema; expresó que no las devolvería porque las considera un bien de interés cultural “que impide que la misma sea susceptible de ser enajenada o exportada”.

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Los significados de la colección

La cultura Quimbaya, que extinguió la Conquista española, habitó el centro de la actual Colombia, desde el año 500 a. C. hasta el 1600 d. C., aproximadamente. Este conjunto Quimbaya es considerado el mejor trabajo de la orfebrería precolombina no sólo de esa cultura sino del país; no hay que olvidar que durante siglos gran parte de estos bienes culturales de oro y plata fueron fundidos por los propios españoles y después por los propios americanos. Aunque la Nación colombiana tiene en el Museo de Oro otro grupo de piezas quimbaya, que fue hallado en 1987, este consta de 12 objetos, y no tiene las dimensiones de la colección que se halla en España.

La colección que está en el Museo de América era parte de dos ajuares funerarios hallados en la finca La Soledad, en Filandia, departamento del Quindío, por los que el Estado colombiano pagó entonces 10 mil pesos a los guaqueros que la encontraron en 1890. Aunque en España están 122 piezas, originalmente, de acuerdo con documentos del Banco de la República, era un conjunto de 433 objetos precolombinos en oro y tumbaga —aleación del oro y el cobre— que son “evidencia de la sofisticación orfebre de los pueblos nativos americanos”. Por mandato de la Corte Constitucional, Colombia tiene la obligación de recuperar el resto de los objetos.

El conjunto conservado en Madrid comprende figuras con formas humanas, animales y vegetales; consta de 20 recipientes (17 de ellos para cal o poporos); ocho alfileres con cabeza; cinco cascabeles; seis cascos; seis colgantes; dos colgantes de orejera; una corona; once cuentas de collar; dos instrumentos musicales; 21 narigueras; 31 orejeras en forma de carrete; y nueve pasadores de collar. Su valor es incalculable, tan solo una de las figuras pesa mil 143 gramos en oro de 24 kilates, como se lee en documentos del Banco de la República.

Todas esas piezas llegaron a España en 1892 porque iban a ser exhibidas en la muestra conmemorativa de los 400 años de la llegada de los españoles a América. Pero se quedaron porque Holguín las regaló a la reina en agradecimiento por el laudo arbitral para delimitar la frontera terrestre entre Colombia y Venezuela.

El Museo de América, en su sitio web, describe la colección como una tipología de objetos relacionados con el consumo de alucinógenos y el adorno del cuerpo de los caciques: “Destacan varios poporos o recipientes para cal en forma de vegetales, como calabazas, y otros figurativos. De estos, seis representan caciques, cuatro hombres y dos mujeres, una de ellas embarazada. Todos ellos, hombres y mujeres, se representan desnudos, con los mismos símbolos de poder en las manos y adornados con collares, orejeras de arete y nariguera. Estas figuras antropomorfas son las que han proporcionado la merecida fama al excepcional conjunto”.

La descripción es una evidencia de la relación de las piezas con la identidad de las culturas de lo que es Colombia, que ha apelado al valor cultural que tiene esa colección para la Nación. Como lo ha dicho el ministro Juan David Correa, la colección hace parte de la identidad de Colombia y es una posibilidad de conocimiento.

Para el funcionario esta discusión está en la línea de otras emprendidas en el mundo, en los últimos años, como son los casos de los frisos del Partenón que los griegos reclaman a Reino Unido o el caso del busto de Nefertiti, de los egipcios ante Alemania.

En declaraciones a elDiario.es, que se dieron a conocer después de que Colombia envió la carta el 9 de mayo, el ministro Correa cuestionó respecto a la colección Quimbaya: “¿Para quién es más importante hoy, para los españoles que puedan mirarlo en un museo o la gente indígena de Quimbaya donde fue extraído, que se siente defraudada y sin un pedazo de sí misma?” Añadió que “es como si hubiéramos cogido una piedra de las cuevas de Altamira y la hubiéramos traído acá”. Luego explicó que “la cultura tiene que ver con quiénes somos, con qué nos reconocemos, qué nos representa y a qué le hemos dado valor simbólico para que nos explique como sociedad. La Colección Quimbaya no explica nada a ningún español más allá de que hubo un regalo de un presidente sobre el que no preguntó a nadie. Profanó un lugar sagrado”.

Los documentos en el Banco de la República —institución que creó el Museo del Oro— muestran que el caso de la colección Quimbaya no es único en una historia de salida, por diversos métodos —algunos ilegales—, del patrimonio cultural colombiano. La investigadora Clemencia Plazas documentó que, en los años 70, en el exterior, estaban, en 33 museos de Europa occidental y de EU, más de mil 500 piezas.

En su inventario cita como los grandes beneficiados del “desgrane patrimonial” a los museos de América, en Madrid; el Británico, en Londres; el del Hombre, en París, y los museos Etnográficos de Berlín, Múnich y Hamburgo. La conversación apenas inicia.

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