Como el estudio donde pintaba y diseñaba esculturas, la cocina era uno de los lugares más importantes para la pintora, escultura y escritora Leonora Carrington . En los dos creaba y esa creación tenía algo de alquimia. La cocina era un lugar de conversaciones, afectos e invenciones.
La relación de Leonora Carrington (Clayton Green, Inglaterra, 1917-Ciudad de México, 2011) con la comida es visible en toda su casa, pero también se puede rastrear en entrevistas, cartas, archivos, sus pinturas y su literatura: en cuentos y en obras de teatro aparecen referencias gastronómicas, al cuerpo, al gusto, a los animales y vegetales.
Esa relación se reúne en el libro La cocina alquímica (o como salvarse de la hostilidad del conformismo): recetario de Leonora Carrington. Después de que la casa de la artista fue adquirida en 2017, en comodato, por la Universidad Autónoma Metropolitana, esta institución ha generado publicaciones como una forma de difundir ese acervo y acercar a los lectores a la artista y al recinto. Luego de publicar Leonora íntima, la UAM acaba de dar a conocer este libro que contiene por una parte ensayos con las referencias a la cocina alquímica de la artista, y por otra su recetario.
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El libro es resultado de una investigación en archivos y literatura. Sus autoras son Alejandra Osorio Olave, directora académica y cultural de la UAM; Itzel Alejandra Jiménez Loranca, América Fabiola Sánchez León y Ollintzin Mary Carmen Rosas Juárez, quienes son estudiantes de la maestría en Comunicación, Diseño y Sistemas de la Información de la UAM Cuajimalpa.
“Los procesos creativos en la vida de Leonora nunca estuvieron separados del ámbito doméstico y su expresión podía tener muchas formas: pintar, esculpir, escribir, bordar o cocinar”, escriben las autoras.
Pero hay también un equipo de colaboradores entusiastas que participaron en la integración de la información para el libro; las autoras mencionan, entre otros, al investigador Ed McCaughan, y a los chefs Darely Valladolid, María Antonia Rosas Juárez y Lucio Herber Reyes; éstos últimos adaptaron la mayoría de las recetas que les fueron contadas por Yolanda Gudiño Alvarado, quien fue la cuidadora de Leonora Carrington y su esposo, Emérico Chiki Weisz.
“A Yolanda Gudiño le agradecemos especialmente por brindarnos su tiempo y abrir su corazón para hablar acerca de los años que vivió con la familia Weisz-Carrington, reflejados en las recetas que aquí se presentan”, anotan las autoras.
En la introducción del libro explican que “la cocina fue el lugar privilegiado de los encuentros y los afectos para Leonora y su familia”; que en ese espacio de la casa hizo del acto de cocinar “un proceso lúdico experimental e irreverente”.
Citan a Susan L. Albert, quien relató que en la cocina la artista recibía las visitas alrededor de una mesa redonda en la que había cartas, plantas, ceniceros, botellas, tazas de te y algún dulce.
Para las autoras, en el acto de cocinar de Leonora había una serie de conexiones ancestrales con la alquimia de los alimentos, los ritos de brujas y las curaciones de las chamanas. Aquí retoman de las memorias de la artista, compartidas por Elena Poniatowska, la receta para “el secreto de la sabiduría”, hecha de comida y encantamientos ancestrales.
Luego señalan los vínculos entre la obra pictórica y los mitos celtas; Whitney Cadwick escribió que la artista relacionó “los procesos alquímicos con los de la pintura y la cocina, seleccionando cuidadosamente una metáfora que aúna la función tradicional de la mujer como alimentadora de la especie con la de la transformación mágica de formas y colores”.
Otro relato curioso sobre esa relación con la cocina proviene del libro Leonora Carrington, una vida surrealista, donde Joanna Moorhead cita a André Breton, cuando decía que Leonora invitaba a sus visitas platos que habían requerido “horas y horas de meticulosa preparación”, siguiendo recetas de un libro de cocina inglesa del siglo XVI.
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Entre recetas y palabras
“En las historias de Leonora las cosas siempre están comiendo otras cosas o están siendo comidas, advertidos sobre ser ‘rostizados en grasa caliente, rellenos con perejil y cebollas’, los utensilios de cocina ‘medio llenos de lo que parece una comida verde’, pero es ‘un esponjoso crecimiento de hongos verdes’, una horda de conejos blancos carnívoros que mastican pedazos de carne antes de ser convertidos en un estofado”, escribió Kathryn Davis en la introducción de The Complete Stories of Leonora Carrington.
Justo el libro que publica la UAM contiene esa mezcla de culturas en la que vivió Leonora Carrington. El libro está organizado en tres capítulos: “Devorar y amar”, que es un momento de mayor experimentación; “Compartir y crear”, con las tradiciones culinarias en la mesa familiar, y “Envejecer y reconocer”, que combina plenitud y desencanto.
Del libro de cuentos El séptimo caballo y otros cuentos, de Leonora Carrington, se toman dos relatos: “Monsieur Cyril de Guindre” y “Las hermanas”, donde la comida tiene un papel fundamental de seducción: “En ambos relatos encontramos platillos imaginarios que, pensamos, podrían convertirse en recetas factibles. Todas las recetas han sido probadas y están diseñadas para cocinarse”.
Luego aparecen, entre otras recetas, varias que se adaptaron de esos relatos, como el Pollo perfumado relleno de hongos, el Mousse de espárragos y chícharos, el Pastel blanco, la Tarta de anémonas y el Cerdo borracho relleno de higos sobre almohada de mariposas.
Entre las recetas familiares que incluye el libro, algunas provienen de correspondencia, y otras recordadas por sus hijos que combinan tradiciones inglesas, húngaras, y el mole y el atole mexicanos. Aquí en este capítulo aparecen recetas de Pudding de navidad, Paprikash (que proviene de la cocina húngara y que relató uno de los hijos de la artista, Pablo Weisz Carrington), y el mole negro que entre muchos ingredientes —chiles ancho, mulato y pasilla-— incluía también galletas de animalitos.
La casa
En abril pasado, en el 104 aniversario del natalicio de la artista, la UAM inauguró en forma virtual el sitio Web del proyecto Casa-Estudio Leonora Carrington.
Está ubicada en Chihuahua 194, en la colonia Roma Norte, y fue domicilio de la pintora y su familia desde 1948 hasta su muerte, en 2011.
La UAM inició en 2017 el proceso de adquisición y transformación de este espacio que es Casa Estudio, que rescata la esencia de cómo la concibió la artista, con sus plantas y muebles, con los trastes de su cocina, con la diminuta puerta en el estudio para que entrara el gato, con el último calendario donde Yolanda Gudiño escribió la crónica de sus últimos días.
La propuesta es que la Casa Estudio sea un espacio documental, una fuente de estudio e investigación en torno de la artista, el surrealismo, el exilio, los artistas y escritores que estuvieron cercanos a ella.