Si en "Furia" (Almadía, 2021) la escritora oaxaqueña puso en cuestionamiento al amor, a la violencia y al dolor en territorios donde las mujeres son violentadas y agredidas; en "Silencio" (Almadía, 2023), un poemario que antecede a "Furia", la narradora y poeta habla de embarazos adolescentes, la trata de mujeres y todas las violencias que se imponen sobre todas las personas, no solamente los cuerpos femeninos y las infancias a partir de violencias que son más grandes y más sistemáticas.

“Me interesaba hablar de esas violencias que son más estructuradas, más colonizantes, es algo que yo todavía continúo entendiendo, y que de alguna manera también la vida me continúa poniendo en posición de seguir entendiendo. Este libro que para mí es difícil de confrontar y presentar, pero que ahora que nace de manera definitiva lo tengo que defender”, dice la narradora nacida en Oaxaca en 1993.

"Silencio" es una obra que atraviesa estructura, parece ser un poema, pero rompe los esquemas y tiene mucho de novela y de crónica. Entre cada tanto, el poema que relata la búsqueda de Águeda, una joven que quiere saber dónde está el cuerpo de su madre, mientras intenta mantener su luto en un pueblo donde el crimen organizado mantiene a la muerte en perpetuo acecho y bajo silencio.

Especial.
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Este poema que es también un homenaje a los desaparecidos y a los buscadores de esos de esos miles de desaparecidos, comenzó a escribirse muchos años antes de 2017, año en que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, y cuatro años antes de publicar "Furia". Nació de historias personales y desde una mirada de la niña que escuchaba relatos de su tierra sobre cuerpos desaparecidos de mujeres.

“Pienso que lo escribí entre la añoranza y la nostalgia, porque mucha de la estructura definitiva de este poemario la encontré mientras estaba trabajando en Canadá como recolectora de manzanas o tendiendo camas en los hoteles. Toda la gente que estaba a mi alrededor eran migrantes y toda la gente tenía historias parecidas a las historias que yo quería contar y eso me abrumaban y me entristecía profundamente porque al final esas personas eran mis amigos y eran mis semejantes, eran las personas más parecidas a mí, las personas con las que vivía, las personas con las que convivía y las personas que me entendían”, asegura la escritora que con Furia obtuvo el Premio Amazon de Primera Novela en 2022.

Estando lejos de Oaxaca se dio cuenta que necesitaba enunciar también esas historias cargadas de dolor y de tragedias, “porque habían paralelismos muy fuertes y muy terribles, no solamente con el mundo del que yo venía y había vivido durante mi infancia, sino también con el mundo de mis amigos en África o el mundo de mis amigos en Colombia o en Centroamérica; por eso entre el poema están estos apartados de historias añadidas que parecen un poco más crónicas, pero están todas también basadas en la realidad y en testimonios verdaderos, pero no de sujetos de estudio, de sujetos entrevistados sino de gente que era mi gente”.

Y ese escribir desde las historias de su gente, tanto en Silencio como en Furia le ha dado la oportunidad a Clyo Mendoza de cambiar también la manera de escribe y plantearse cuál es la posición política que tienen los escritores desde la literatura, que muchas veces tiene que ver también con una postura incluso estética.

La escritora Clyo Mendoza. Foto: Especial.
La escritora Clyo Mendoza. Foto: Especial.

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“Ante esas historias tan dolorosas no importa el género, pues pienso: cómo me voy a yo a preocupar por la estructura cuando lo que tengo que decir es incluso alevoso, cómo voy a empezar a preguntarme por la estructura cuando lo que quiero contar es una historia o varias historias como estas. Estar en otro lado y viviendo de esta manera me dio esa perspectiva y me dio la firme necesidad de contar estas cosas porque de otra manera nadie las hubiera contado. Ahora creo que hemos tenido acceso a literatura que toca temas cada vez más sensibles y de formas no amarillistas o no sensacionalistas”.

Por eso se planteó más bien hacer un homenaje no solamente a la gente que estaba conociendo y que había conocido, sino también a todo lo bello que había vivido en las comunidades, sabiendo que al final la violencia no tiene que ver necesariamente con el hecho de que viviéramos en comunidades indígenas empobrecidas, sino que la violencia está en todos lados y “eso me lo percibía mucho estando en Canadá, allá me di cuenta que la violencia era una suerte de virus terrible que también venía desde jerarquías que yo ni siquiera lograba dimensionar y que tal vez nunca logre dimensionar, pero que de alguna manera exigían de mí como creadora tomar postura y tener la necesidad de contar porque si no siento que se me iban a morir adentro”, asegura la narradora.

Clyo Mendoza dice que aún prevalece mucho silencio sobre las historias de violencia, “estamos conociendo y viendo el horror de desapariciones y todavía alrededor de esas historias es preferible el silencio ante la delincuencia y los grupos de crimen organizados porque hay un terror muy grande”.

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