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”Le dedico este premio al gremio de los traductores, especialmente a la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (Ametli)”, dice, en entrevista, Claudia Cabrera, ganadora de la Medalla Goethe 2024, la distinción más importante en materia de política cultural exterior que otorga Alemania.
La presidenta y fundadora de la Ametli, y ganadora del Premio Bellas Artes de Traducción Literaria Margarita Michelena en 2020 por El Hacha de Wandsbek, de Arnold Zweig (Herder, 2017), fue nominada por el Goethe-Institut Mexiko; las otras ganadoras de esta edición fueron la historiadora y gestora de Macedonia del Norte, Iskra Geshoska, y la chilena Carmen Romero Quero, directora del Festival Internacional Teatro a Mil.
“Esto le va a dar visibilidad al gremio de los traductores. Tradicionalmente, los traductores hemos sido invisibilizados; se considera que una buena traducción es la que no se nota y que una traducción se debe leer como si fuera una obra escrita en el idioma de llegada. Pero eso no quiere decir que el traductor no exista y que se le mencione en las reseñas sólo cuando se considera que hizo una mala traducción. Siempre me ha dado rabia que se reseñen los libros traducidos y ni siquiera se mencione al traductor; se alaba el gran estilo lingüístico de la obra en español sin dar cuenta de que no es el estilo del autor, sino del traductor. Si el traductor fuera malo no podría encontrar equivalencias en español para el estilo del autor en el idioma original”, afirma Cabrera Luna, quien ha vertido al español, entre otros, a Franz Kafka, Robert Musil y Rainer Werner Fassbinder.
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Según la Ley Federal del Derecho de Autor que rige al país —continúa—, los traductores son autores de obra derivada: “En ese sentido, la traducción es tan valiosa como lo es el primer original. Los traductores somos autores de nuestras traducciones y se nos debería tratar como tales. Le tenemos que ceder nuestros derechos patrimoniales a las editoriales y, por ello, no se nos pagan regalías. Además, contamos con derechos morales: el primero es la visibilidad, lo cual significa que se ponga el nombre en portadilla, cuarta de forros, portada, reseñas, archivos, noticias; el segundo, la decisión de dar el último visto bueno antes de que se publique la traducción. Esto no lo puede hacer la editorial porque, de ser así, se considera que se trata de una mutilación a la obra original”.
Artistas, escritores e intelectuales como Claudio Magris, Pierre Bourdieu, György Ligeti, Imre Kertész y Jorge Semprún se cuentan entre los ganadores de la Medalla Goethe, la cual recibirá Cabrera en Weimar, el 28 de agosto, día en que se celebra el natalicio de Johann Wolfgang von Goethe. Antes de Cabrera, sólo un mexicano había recibido esta distinción: el escritor y periodista José María Pérez Gay.
Para terminar, recapitula, las traducciones que más trabajo le han costado y son, quizá, las mejores que ha hecho hasta la fecha: la monumental y ya citada, El Hacha de Wandsbek, de Zweig: “Una gloria de la literatura universal y, ahora, de la mexicana porque está al español de México”; Tamangur, de Leta Semadeni (La Cifra, 2018), nouvelle en prosa poética, “bellísima y dolorosa”; y La excursión de las niñas muertas, novela autobiográfica de Anna Seghers.
Si bien, el primer libro de carácter literario que tradujo Cabrera, puesto que antes trabajó con material divulgativo, fue Animal triste, de Monika Maron ( Herder, 2005), el parteaguas, la novela que marcó un antes y un después en su carrera fue la de Zweig: "Un libro complejísimo, culto y erudito, escrito en varios registros. Están ,por ejemplo, los protagonistas que forman parte de la pequeña burguesía y los carniceros, así como el mundo que rodea a esos carniceros; luego está el mundo de los oficiales nazis, y la altísima burguesía de grandes vuelos intelectuales con la que, entonces, se habla de Nietzsche, Wagner y Freud. Se mencionan muchos acontecimientos históricos, por lo que tuve que ponerme a leer sobre el contexto histórico y las batallas. Me asesoró Iliana Sánchez Roa, querida amiga y colega que vive en Berlín y se ha dedicado a estudiar el Tercer Reich; me ayudó mucho con la jerga nazi que es muy específica".
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Cada traducción, detalla, es producto de un trabajo en equipo con su marido, Gerold Schmidt, su lector profesional. Lo que ella traduce no llega a la editorial sin antes haber pasado por las manos y ojos de Schmidt: "Fue una labor en conjunto, de la cual estoy orgullosa; me costó mucho. A este libro le tengo una reverencia y respeto especial", afirma.
En el caso de Tamangur, cuenta, se trata de una novela sobre el duelo que viven una nieta y su abuela: "A la niña se le ahogó el hermanito frente a los ojos. La madre, incapaz de superar la pérdida, la culpa y la abandona con sus abuelos. La pequeña crece sola y abandonada, mientras a la abuela se le acaba de morir el esposo. Es una novela dolorosa. Me dije: tengo que traducirla, no puedo quedarme con esto atorado. Fue afortunado que en La Cifra se entusiasmaran con el proyecto. También conocí a Leta. Su novela me ha dado muchas satisfacciones".
Por último, menciona las novelas de Seghers que se han publicado recientemente en español: Tránsito y La séptima cruz. El siguiente título de este ciclo será La excursión de las niñas muertas, "relato cruel y, al mismo tiempo, de una belleza estremecedora (...) Estos son, además, los últimos libros que he traducido: desde 2018 hasta el presente", concluye Cabrera, quien enfatiza que se forjó a sí misma, alejada del medio académico, y que, si bien, la medalla reconoce su labor como traductora, nada de esto habría sucedido si en su juventud no hubiera estudiado en colegios alemanes ni hubiera convivido, de forma estrecha, con esta cultura a través de viajes de intercambio y trabajos, en sus años formativos, con el Goethe-Institut México.