La coreografía “Cielos”, de María Brezzo, aborda la propia experiencia migratoria desde un lugar que no es el del dolor y la precariedad, sino a partir del abanico de historias y formas experimentadas por las mujeres mexicanas. }
El nombre de la pieza alude a la primera impresión que se tiene al entrar en contacto con un nuevo territorio: el cielo.
“Comparamos el cielo con otro cielo, es un lugar simbólico”, cuenta, en entrevista, Brezzo, fundadora de la compañía Camerino 4 y coreógrafa nacida en Uruguay y asentada en México desde hace dos décadas. “Crecí en un país en dictadura”, detalla sobre un factor que le abre las puertas a temas como el exilio, el desplazamiento forzado y la migración colectiva.
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“Tengo muchas perspectivas sobre la migración, pero sobre todo es la personal la que más me marca”. Pero la pieza no trata una condición específica —aunque se centra en las mujeres migrantes—, sino la experiencia por sí misma, más como un concepto que como una narrativa, explica.
“Hablo de mujeres mexicanas que migran, no sólo a Estados Unidos, sino de un pueblo a otro porque quieren estudiar, o que las corren de su casa o se van del país por motivos diversos. No son tantos los temas, pero las historias pueden ser infinita”.
Lo cual no significa que la experiencia de la migración sea el centro. Se trata, más bien, de una pieza conceptual, abstracta, no narrativa. “Cielos”, además, es la primera parte de un tríptico inspirado en la migración.
“El lugar doloroso de la migración está porque forma parte, pero no puse el énfasis allí; lo puse en lo que sucede con el cuerpo tras el desplazamiento. El cuerpo no sólo como identidad, sino como territorio y la forma en que la danza se vincula con este tipo de geografía”, abunda.
¿Cuáles son los caminos por los que las mujeres migran? ¿Cuáles son los tránsitos fronterizos por los que las mujeres pasan más, esos senderos que se vuelven senderos por toda la gente que pasa por ahí?, son las preguntas que, continúa la coreógrafa, intentar responder con “Cielos”.
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Este solo dancístico tiene en escena a Flor Bucio, con quien Brezzo ha hecho mancuerna desde hace 14 años, a la propia Brezzo y a Susana Espinosa, quien, a pesar de ser bailarina, participa como fisioterapeuta para recalcar la metáfora del cuerpo como un territorio que necesita contacto. “Flor es la que lleva el cuerpo como espacio. Susana y yo estamos desde otro lugar”.
Una metáfora en la que el cuerpo carga una identidad que es afectada. Por ejemplo, cuando en el lugar que fue dejado atrás, la identidad se vuelve la de un fantasma. Dependiendo de qué tan privilegiada sea la migración, también se puede ser un fantasma en el nuevo territorio, explica Brezzo, ya sea como alguien perdido en la masa y al que nadie nombra o desde la ilegalidad y la falta de oportunidades laborales.
Es importante subrayar que el acento no lo pone Brezza sobre ciertos clichés: lo dura y difícil que es la migración.“Migrar aporta y enriquece, independientemente de que muchas veces la gente pone su vida en juego, que hay historias complejas. Al menos, en la obra lo abordo desde un lugar que no es sólo el de la precariedad”.
Como una exploración paralela que no forma parte de la pieza. Brezzo cambió su nombre. “Migré a mí primer nombre, que es María. Estoy en ese tránsito; no me siento afectada a nivel identidad y voy a sostener esta migración de nombre durante tres o cuatro años (…) Lo interesante de la migración es moverse de lugar. No sabes si vas a regresar o qué va a pasar cuando regreses”.
“Cielos” se estrenará a nivel internacional en el Teatro de la Danza Guillermina Bravo del Centro Cultural del Bosque el 30 de marzo, a las 20:00 horas. Tendrá una función más, al siguiente día y a la misma hora; el 1 de abril, a las 19:00 horas, y el 2, a las 18:00 horas.