El (Cepromusic) ha preparado un reciente ciclo conmemorativo de conciertos, dedicado a , compositor francés del que José Luis Castillo, director artístico del Centro, recuerda una anécdota que sirve para presentarle su música a un público no familiarizado: cuando György Ligeti, figura clave en la música occidental, describió las obras tempranas del compositor francés como si éstas padecieran la enfermedad aún no manifestada de poseer una voz propia.

Ligeti descubrió en el joven Grissey un estilo personal, cuenta Castillo: "Grissey era un pequeño genio, alguien que tenía muchas cosas valiosas que decir, aunque aún no había encontrado su manera de decirlas".

Para entender dicha genialidad hay que remitirse a lo que significaba tener una voz propia en la Europa de los años 60; era alejarse del influjo de Iannis Xenakis y del canon vanguardista. "Esa voz propia consistía en trabajar el sonido por el sonido mismo".

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Mientras que, explica Castillo, los músicos contemporáneos tenían como material compositivo la armonía, el contrapunto y el ritmo, la materia compositiva de Grissey era el ritmo, el "cómo suena", no como materia resultante, sino como materia compositiva.

El ciclo del Cepromusic toma del catálogo de Grissey, "que no es tan amplio", las piezas que se pueden producir naturalmente; se trata de su catálogo para solista y pequeños ensambles de cámara. "A decir verdad, no completábamos la extensión de un programa. Entonces, incluimos a dos compositores que, por supuesto, no tienen nada que ver con Grisey: Julián Carrillo e Iván Naranjo, quienes se han acercado al sonido de una manera distinta de cómo los hicieron antes algunos de sus colegas", abunda Castillo y subraya que si existe un territorio común entre Grissey y Carrillo, éste es la microtonía, a la que llegan por dos vías distintas, pero con conclusiones relativamente similares en el uso de la microtonía lineal. En el caso de Iván Naranjo, compositor nacido en Morelia en 1977, lo que lo emparenta con Grissey es el adentrarse en el sonido por sí mismo.

Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea.
Foto: Arturo López, cortesía
Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea. Foto: Arturo López, cortesía

Si bien, el 26 de agosto se presentó en el Palacio de Bellas Artes un programa solista, con piezas como "Echanges" para piano preparado y contrabajo, "Anubis, Nout" para clarinete contrabajo, "Charme" para clarinete solo y "Stèle" para dos percusionistas, de Grissey, así como el "Capricho para viola en 4°, 8° y 16° de tono", de Julián Carrillo, y "Construcción I+II" para violín y violonchelo, de Iván Naranjo, aún queda una presentación: "Prólogo/ Periodos / Parciales", de Grissey, el 2 de septiembre, a las 19:00 horas, y una clase magistral (29 de agosto, 17:00 horas, Facebook de Cepromusic) en la que Josep Jofré analizará las piezas que se interpretarán en el último concierto mencionado.

Para regresar a la Europa de hace más de medio siglo, hay que recordar que en aquellos años la tecnología comenzaba a tener alcances fructíferos en la composición musical. "Lo que Grissey propone es tomar un sonido y analizarlo. Eso se puede hacer con la tecnología, pero también con sistemas matemáticos en los que un sonido se descomponer en sus componentes espectrales, lo que se conoce como los armónicos y los parciales".

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La propuesta de Grissey fue, en otras palabras, reconstruir el sonido original a través de la asignación de los componentes del sonido a ciertos instrumentos. Su labor de análisis es casi microscópica, explica Castillo: ver dentro del sonido qué sonidos lo forman. "Un sonido no es una entidad única, sino que está conformado por varios sonidos que el oído humano percibe. Los componentes del sonido están en relación desde Pitágoras, son proporciones matemáticas y lo que hace Grissey, entre otros espectralistas, es identificar la armonía con el ritmo. Es decir, esas proporciones sencillas son proporciones que también realiza en su obra, de tal manera que hay varias velocidades dependiendo de qué armónico esté sucediendo".

Por último, Castillo menciona las grandes diferencias entre las formas en que Carrillo y Grissey conciben la música: Carrillo toma la octava y la divide en una cantidad de subdivisiones, "un número de pasos que casi siempre son los mismos; Grissey toma la resonancia natural de un sonido y transcribe los componentes de éste. "Son componentes que no están a distancias temperadas, sino que hay microtonía dentro de ellas. Carrillo es especulativo, su concepción de la octava es matemática. En el caso de Grissey es una cuestión de resonancia. Hay algo de naturalidad en este proceso de composición, de interpretación y de escucha", concluye.

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melc