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La escultora Ángela Gurría , quien falleció el pasado 17 de febrero, fue homenajeada en el Palacio de Bellas Artes . Famosa porque en su método creativo el ritmo y la música fueron fundamentales, la artista fue despedida con la canción “El día que me dijiste”, en la que se escucha: “El día que me dejaste / Los millones de luceros /De tus ojos se escaparon / Y en mi pecho se metieron”. La voz cantante es de Chavela Vargas , la letra fue escrita por la propia Gurría.
La melodía era una constante en la vida de Gurría, así dejaron ver los testimonios de su hijo Emilio Javelly Gurría y sus amigas la actriz Ofelia Medina, la pintora Carmen Parra y la curadora Miriam Kaiser, así como en el testimonio de Marina Núñez Bespalova, subsecretaria de Desarrollo Cultural, que se dieron en la ceremonia con las cenizas de la artista presente.
El elemento de la melodía no sólo estaba presente en el gusto de la escultora por la música y el baile, sino también en su “cantarina voz”, como destacó Kaiser, y el sonido del cincel, uno que la cautivó desde niña.
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Si bien para señalar inexpresividad o falta de emociones de una persona se recurre a la figura de la piedra (como en la frase “tiene el corazón de piedra”), la imaginación de Gurría la llevaba a encontrar incluso una forma de dialogar con estos objetos. Los que rindieron homenaje hoy a Gurría en Bellas Artes recordaron que la artista se guiaba por el sonido de las piedras para crear sus esculturas:
“No sé todavía, pues no me han dicho qué quieren ser. Las piedras me tienen que decir”, era la respuesta típica que daba la escultora a aquellos que le preguntaban sobre qué estaba trabajando, rememoró Kaiser, quien el año pasado recibió la Medalla Bellas Artes, un galardón que también le fue entregado a Gurría en 2015.
El historiador Luis Martín Lozano también recordó esa frase en su discurso y agregó que era muestra del mundo fantástico y de la creatividad sin límites de Gurría, con quien tuvo que aprender a ir a su ritmo para cosechar su amistad.
Lozano contó que solía preguntarle a Gurría sobre sus procesos creativos, a lo que ella se negaba a responder con exclamaciones como “¡Ay para qué me preguntas eso!”.
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“A fuerza de insistir me cansé como historiador de arte, pero entonces comencé a disfrutar a la amiga, sus gestos, su voz, su mirada, su conversación y horas y horas pasábamos en esa casa de Francisco Sosa (Coyoacán) hablando de todo y hablando de nada, pero sobre todo de México, porque Ángela amaba al país”, recordó el historiador de arte.
“No le gustaba ser personaje público. A lo largo de su vida dio pocas entrevistas, decía que si tenía que decir algo, ahí estaba su obra”, agregó su hijo, Emilio Javelly Gurría, sobre la personalidad de su madre.
Otro elemento de la vida de Gurría que se destacó, fue sobre cómo la artista abrió camino y ganó terreno para las mujeres que se dedicaran a las artes.
Ángela Gurría en sus inicios firmaba con un pseudónimo de hombre (Alberto Urías) y fue la primera mujer en ingresar a la Academia de las Artes, en 1974.
“Ella luchó por estar y seguir (...), esa fue su vida, estar a contracorriente y ser una activista en numerosos frentes”, dijo Miriam Kaiser. “Tu trayectoria es heróica”, agregaron Carmen Parra y Ofelia Medina.
Al final, el grupo reconoció que Gurría dejó un legado extenso y una huella imborrable, y que sus esfuerzos se ven coronados hoy al estar aquí en el Palacio de Bellas Artes.
“Ángela Gurría seguirá viva en cada una de sus obras y en nuestros corazones”, concluyó su hijo, Emilio Javelly Gurría.