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La crueldad y la maldad de los seres humanos, donde somos víctimas, pero sobre todo victimarios, son los protagonistas de la nueva novela de la escritora Cecilia Eudave, quien logra en El verano de la serpiente (Alfaguara, 2022), contar desde distintas perspectivas la historia de Maricarmen, una niña que es la columna vertebral de esta novela que ronda las dolencias, los horrores e incluso lo sobrenatural, así como la infancia y la violencia hacia las mujeres encarnada en una niña serpiente, de feria, que fue castigada por desobediente.
“Empezar la novela con la niña serpiente, que también es un grito de desesperación, sobre cómo hay muchas maneras de ubicar a las mujeres siempre del lado de la maldad cuando en realidad son victimas de la crueldad, y también la misma serpiente que va zigzagueando por toda la novela, que también carga milenariamente con nuestros horrores y nuestros temores, es ejemplo de cómo un animal debe sobrevivir en una jungla humana, que es peor que de donde proviene”, afirma la narradora, ensayista, y doctora en Lenguas Romances por la universidad Paul Valéry de Montpellier III (Francia).
Cecilia Eudave (Guadalajara, 11 de abril de 1968) asegura que aunque el tema de la familia es muy recurrente en toda su obra, el motivo de esta novela en particular, que es la segunda de una trilogía que trabaja desde hace tiempo, es el de la crueldad, es decir, “cómo todos somos capaces de generar crueldad, de ejercer crueldad, sea de manera conciente o no, siempre estamos dañando al otro y cómo todo el tiempo vivimos con miedo también”, señala la profesora e investigadora de la Universidad de Guadalajara y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
“¿Qué genera la crueldad?, ni siquiera nosotros la sabemos explicar, pero simplemente ese morbo crea placer, si está ahí crea cierto gusto, pero también hay cierta inquietud, asombro, hay muchas cosas que giran alrededor de la crueldad, pero aun así, seamos víctimas o victimarios, es tan poderosa la crueldad que es capaz de manipular la violencia misma”, afirma.
Eudave asegura que todos somos violentos porque la naturaleza humana es violenta, pero en la manera de ejercer esa violencia es donde hay grados distintos. “Creo que la crueldad nos es muy propia a nuestra naturaleza humana. Los animales no son crueles, nosotros sí, y era este paralelismo de cómo le adjudicamos a otros seres la crueldad propia lo que me interesaba explorar en esta novela”.
De ahí que esta historia que transcurre entre la alegoría y la realidad, que indaga en la infancia y juega con la experimentación para que el lector vaya coescribiendo la historia con las pistas que la escritora siembra, convierte a El verano de la serpiente en una novela inquietante y perturbadora.