En la última semana de noviembre, el violonchelista ha recibido dos reconocimientos: primero, la , que entrega la Universidad del Claustro de Sor Juana; después, la , premio que da Fundación Azteca desde 2015 a los artistas que han colaborado con la institución.

Dos reconocimientos que coronan una vida dedicada a la música, desde la formación precoz que tuvo en sus primeros años de vida hasta el momento en que Prieto ingresó al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), institución donde estudió ingeniería metalúrgica y de cuya orquesta fue primer violonchelista. Al instrumento le dedicó años de disciplina (practicaba ocho horas diarias) que lo llevaron a recibir, décadas después, premios como el Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes en 2007 o la Orden de las Letras y las Artes en el grado de Oficial por parte del Gobierno Francés, entre muchos otros reconocimientos.

“En el transcurso de los años he ido recibiendo reconocimientos de México, España, Francia, Japón, China, Italia y Rusia, pero estos que he recibido me emocionan especialmente y han sido un honor para mí”, dice, en entrevista, Prieto.

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El violonchelista, quien actualmente escribe una autobiografía en la que habla en buena parte de los jóvenes compositores mexicanos del presente y cuyo lanzamiento está programado para los próximos meses en Ediciones del Equilibrista, recuerda las grandes pasiones musicales de su vida: la principal, cuenta, es J. S. Bach.

“Empecé a estudiar chelo cuando tenía cuatro años. A mi abuelo materno le gustaba mucho la música y tocaba muy bien la viola. Él ponía en un tocadiscos los Conciertos de Brandeburgo, de Bach. Desde entonces, para mí era un deleite escuchar las obras de Bach.De las obras que se han compuesto para chelo solo, conozco todo lo que se ha compuesto desde el siglo XVIII hasta el XXI y creo que nadie ha llegado al mismo nivel que las suites de Bach”, afirma Prieto y subraya que el estudio de su obra es algo que no abandona en el día a día. La emoción, reconoce, que le da interpretar al compositor alemán sigue vigente.

Stravinski y Shostakóvich: una vida llena de recuerdos

La conexión con sus otras pasiones, dos de los grandes compositores del siglo XX, también sucedió en una edad temprana. Cuando Prieto era estudiantes del MIT, descubrió la música de Dmitri Shostakóvich. “Debido a que me gustó tanto la obra de Shostakóvich me puse a estudiar ruso allí, en el MIT. Tomé todos los cursos de ruso que había y logré hablar la lengua correctamente”.

El otro compositor que obsesionó a Prieto fue Ígor Stravinski, quien, además, era amigo de su familia. “Shostakóvich vivió toda su vida en la Unión Soviética, mientras que Stravinski nunca lo hizo. Salió de Rusia antes de la revolución soviética y luego regresó 50 años después. Dio la casualidad de que él regresara cuando yo estaba estudiando en Moscú. Entonces, como era buen amigo de la familia, tuve la oportunidad de ir a saludarlo. Para mí, la sorpresa de verlo en su país natal era enorme porque siempre lo escuché hablar muy mal del sistema soviético. Él estaba tan sorprendido como yo de verme allí. Me invitó a todos los conciertos que dirigió en Moscú”, abunda.

La convivencia con Stravinski y Shostakóvich es algo que Prieto describe como extraordinaria, al margen de la admiración que siente hacia ellos como compositores, y recuerda una escena compartida con el autor de La consagración de la primavera: “Una tarde estábamos mi hermano y yo con Stravinski y Vera, su esposa. Era un sábado y Stravinski nos dijo que había leído sobre una corrida de toros que se llevaría a cabo. También nos dijo que le gustaban mucho y que, desde que él hacía giras en España, era muy amigo de Picasso, quien lo acercó al mundo taurino, llevándolo a las corridas. Stravinski admiraba y era un gran conocedor de la cultura de los toros. Entonces, lo invitamos a la corrida”. Escena que está registrada en el libro de Prieto Las aventuras de un violonchelo. Historias y memorias (Fondo de Cultura Económica, 1998): en una de las fotos que integran el material iconográfico se puede ver al violonchelista en la barrera, primera fila, con Stravinski y Vera. Quizá nadie que conozcamos ha tenido la experiencia de ir con Stravinski a una corrida de toros, dice.

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Sobre Shostakóvich dice: “Vivió toda su vida bajo el régimen soviético y en distintas temporadas él fue muy criticado; en algunos momentos temió que lo pudieran enviar a Siberia como castigo. Para que lo perdonaran, él componía obras que no tenían el menor interés. Piezas que no tenían nada qué hacer junto a sus obras maestras. Sus mayores trabajos, sus obras maestras, eran de difícil comprensión, lo cual le ocasionó problemas con el sistema soviético”.

Algo que Prieto detalla con el recuerdo de la única visita que Shostakóvich hizo a México para un concierto en Bellas Artes donde se interpretaron sus obras. “Aquella vez lo fui a saludar y platiqué con él, quizá dos o tres minutos hasta que vinieron los agentes soviéticos que lo protegían para separarnos. Después, ya en Rusia, lo fui a ver otra vez. Shostakóvich, al fin y al cabo, fue la razón por la que yo estudié el ruso. A medida que pasaba el tiempo era más visible que se trataba de un hombre que había sufrido mucho bajo el sistema soviético. Esto, sin embargo, no le impidió componer sus grandes obras”, concluye.

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